FUNDAMENTACIÓN SOCIAL TEORICO Y JURIDICO DE LA INVESTIGACIÓN
yefersonortega21 de Abril de 2015
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FUNDAMENTACIÓN SOCIAL TEORICO Y JURIDICO DE LA INVESTIGACIÓN
VALOR
Son muchas las definiciones de valor, que desde los distintos ámbitos del saber, se han propuesto a lo largo de los años. Unas explican los valores en términos de necesidades y conductas (Dewey, 1939; Woodruff, 1942), otras como actitudes (Smith, 1963), otras como modelos normativos (Jacob y Flink, 1962). Resultaría demasiado ambicioso por mi parte pretender abarcarlas, sobre todo debido al hecho de que todas hacen referencia a un campo de difícil delimitación, en el que los autores se solapan en muchos casos y, según el enfoque del que partan, pueden dar lugar a muchos y muy diferentes conceptos. De todas formas, para una mejor comprensión de este concepto, comenzaremos haciendo una primera aproximación a las diferentes acepciones del término ya que, ante tal diversidad, ha surgido cierta mezcla de conceptos, en la que se confunden estructuras cognitivas como las normas, los intereses, las necesidades, las actitudes y los valores. Como se ha comentado anteriormente, etimológicamente, el término “valor” procede del sustantivo latino valor, valoris, y éste, a su vez, del verbo latino valere, que significa “servir, valer para algo”
De acuerdo con Hernández (2002), consideramos que aunque no debería ser un tema de la ciencia ni de la técnica educativa, lo que ocurre es que ciencia y técnica no pueden ni deben desentenderse de las consideraciones y planteamientos ideológicos y, más aún, cuando se trata de algo que incide tan directamente en el ser humano como la educación en valores.
“Creencias o convicciones profundas sobre las cosas, los demás y nosotros mismos, que guían la existencia humana, en función de las cuales tomamos nuestras decisiones” (Ortega y Gasset, 1973). “La perfección o dignidad real o irreal, existente o posible, que rompe nuestra indiferencia y provoca nuestra estimación, porque responde a nuestras tendencias y necesidades” (Marín Ibáñez, 1993). “Cualidad o conjunto de cualidades que hacen que una persona o cosa sea apreciada” (González Radío, 2000). “Son como ventanas abiertas al mundo que nos rodea a través de la cual, y solo a través de ella, observamos las cosas y los acontecimientos; los juzgamos o valoramos, también a los demás y a nosotros mismos. Es el conjunto de creencias básicas, el esqueleto o arquitectura que da sentido y coherencia a nuestra conducta” (Ortega y Míguez, 2001). “Valores son opciones entre diversas maneras de actuar, que son manifestación de la jerarquía en la concepción del mundo que un sujeto o colectivo tiene” (Kluckhohn, 1951). “Valores son un tipo de creencias que llevan al sujeto a actuar de una manera determinada; son creencias que prescriben el comportamiento humano” (Rokeach, 1973). “Valores son característicos de la acción humana, en cuanto que esta última presupone la elección de determinadas opciones entre un conjunto de dilemas que configuran la existencia humana” (Parsons, 1951). “Ideales que dan sentido a nuestras vidas, expresados a través de las prioridades que elegimos, que se reflejan en la conducta humana y que constituyen la esencia de lo que da significado a la persona, que nos mueven y nos motivan” (Elexpuru y Medrano, 2001).
RASGOS DE LOS VALORES. Si analizamos las definiciones de valor del apartado anterior, observaremos que se complementan entre sí, pudiendo destacar, inicialmente, algunos de los rasgos, característicos y esenciales, inherentes al concepto de valor:
Los valores son “proyectos ideales”. El valor apunta siempre hacia algo que nos transciende, que está más allá. Valor es aquello que hace a una cosa digna de ser apreciada, deseada y buscada; son, por tanto, ideales que siempre hacen referencia al ser humano y que éste tiende a convertir en realidades o existencias. Los valores son proyectos ideales de comportarse y de existir que el ser humano aprecia, desea y busca. La palabra “valor” ha adquirido un uso y un prestigio inusitados, especialmente cuando se habla de “crisis de valores” o de “cambios de valores”. Recordemos que nuestra Constitución se abre, en su artículo 1º, con una declaración de los valores en los que se inspira: <>. Todo el edificio de nuestra Constitución se articula entorno a valores compartidos por la sociedad, más aún, por valores vigentes para todos los países, si bien con modalidades y matices que, en cada comunidad o momento histórico, adquieren un perfil singular. Inicialmente es importante destacar la íntima relación que existe entre "valor" y "proyecto de vida". Para el ser humano vale -y es, en consecuencia, un valor- aquello que desea y que busca en función de sus necesidades, es decir, en función de lo que es y de lo que sueña y quiere llegar a ser. Valores e identidad son, por tanto, dos realidades inseparables. A partir de lo que la persona es -y, sobre todo, a partir de lo que la persona proyecta como su futuro deseable-, estima y asume, objetiva o subjetivamente, unos valores que le faciliten o le permitan la realización de su proyecto. De la misma forma, esa persona infravalorará o rechazará como valor lo que considere, también, objetiva o subjetivamente, como un obstáculo o inhibición al impulso de sus necesidades o sus deseos. Si los rasgos básicos de la identidad y por tanto de la voluntad de un ser humano se dirigen como proyecto, por ejemplo, al deseo y a la búsqueda del "tener más" como base de la felicidad, se decantarán para él como valores claramente por encima de todo, la rentabilidad, el dinero, el sentido de la propiedad y el consumo. Por el contrario, serán objeto de su rechazo, o al menos se apreciarán como de segundo orden, el desprendimiento, la generosidad, la solidaridad o la comunicación de bienes. Si, por el contrario, lo que se busca y se desea es el "ser más" en el encuentro y en la relación afectiva con el mundo y con las demás personas, si el horizonte de la felicidad humana está en el amor y en la búsqueda de la armonía y de la belleza, serán valores esenciales la fraternidad, el encuentro y la comunicación interpersonal, la paz, la generosidad y el darse a los demás. En consecuencia, se descartarán radicalmente como valores el individualismo, el egoísmo y la insolidaridad. Si para mí la vida es inmovilismo; si la percibo como el paso implacable del tiempo, sin anhelo ni posibilidad de sorpresa, de transformación o de aventura, la alternativa de mis valores es clara: o bien aferrarme al materialismo, como única salida para mi felicidad, o bien emprender la huida mediante pócimas o por medio de soluciones para la evasión y el olvido. Si, por el contrario, descubro y siento la vida como una apertura cotidiana y permanente hacia horizontes ilimitados y cuajados de posibilidades siempre nuevas; si para mí la vida es "darme ilusionado y sin reservas a sucesivos renacimientos", entonces seré feliz en la medida en que me sienta protagonista y artesano de mi propia historia -de mi propio futuro-,y, por eso, siempre hallaré la fortaleza necesaria para valorar y para creer en la esperanza; y en la esperanza arrastraré tras de mí, como valores, el esfuerzo, la confianza, la responsabilidad y hasta el sacrificio, si fuese 21 necesario. Por lo tanto, la clave de la selección personal e integradora de los valores está en el proyecto de autorrealización individual que cada ser humano hace de sí mismo y de su propia vida, hallándose en la respuesta que cada uno podamos dar a esta interrogante: ¿Cuál es el horizonte de mi felicidad? Felicidad, identidad, proyecto de vida, ideal, utopía y valores son, en consecuencia, realidades entramadas e inseparables. Los valores son “opciones”. Son elementos estructurales del conocimiento humano que el individuo utiliza cotidianamente como marco de referencia en su interacción con los demás. Además, son opciones personales que se adquieren desde las posibilidades activas de la voluntad. Los valores, como ya hemos afirmado, son la expresión de unos ideales o de unos deseos que habitan y se sostienen en la voluntad; de ahí que podamos definirlos también como el resultado de una opción libre y personal entre diversas formas de vivir o de actuar. Son una opción clara hacia aquello que más nos interesa, y que implica, a su vez, el rechazo consciente de otras alternativas. Esta concepción del valor, o de la escala de valores, como el resultado de una opción libre y personal, nos lleva al planteamiento de dos cuestiones fundamentales. Optar significa ser capaz de elegir un camino entre varios; por lo tanto, la capacidad de opción se acrecienta en la medida en que al ser humano se le abren, como posibilidad, nuevas alternativas. Pero, a la vez, optar es también saber elegir el camino más coherente con aquello que se espera y se desea alcanzar como meta, es arriesgarse a vivir y a comportarse de una forma determinada, renunciando a otras formas de vivir y de comportarse. Los valores, en consecuencia, al ser unas opciones preferenciales, entran de lleno en la dinámica de la libertad y del riesgo, de la continua apertura a horizontes nuevos y del permanente discernimiento de aquellos horizontes que limitan la libertad y que enajenan o desvirtúan el destino elegido. Y es precisamente en esa dinámica de la opción, como proceso preferencial, donde la educación y la presencia de los educadores desempeñan un papel muy importante. Los valores son“creencias”. Los valores -o virtudes- son creencias que se integran en la estructura del conocimiento. Son algo adquirido, requieren un aprendizaje basado en el conocimiento y la reflexión, hasta el punto de convertirse en hábito, algo querido por la voluntad y que acaba siendo, asimismo, objeto de deseo. Los valores, como
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