Fantasmas- Paul Auster
dyanesh23 de Septiembre de 2013
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Fantasmas Paul Auster
PAUL AUSTER
FECHA Y LUGAR DE NACIMIENTO: Nació el 3 de febrero de 1947 en Newark, N.J., USA VIDA Y OBRAS: Novelista norteamericano, ensayista, traductor y poeta cuyas misteriosas novelas tienen que ver a menudo con la búsqueda de la identidad personal y el conocimiento de uno mismo. Después de graduarse en la Universidad de Columbia (M.A., 1970), Auster se trasladó a Francia, donde comenzó a traducir los trabajos de escritores franceses y a publicar sus propias obras en revistas americanas. Obtuvo renombre por una serie de historias experimentales sobre detectives publicadas colectivamente como La Trilogía de Nueva York (1987). Comprende Ciudad de Cristal (1985), sobre un autor de novela negra que se ve envuelto en una situación misteriosa que le lleva a asumir diversas identidades; Fantasmas (1986), sobre un detective llamado "Azul" que debe investigar a un hombre llamado "Negro" por cuenta de un cliente llamado "Blanco"; y La Habitación Cerrada (1986), la historia de un escritor que, mientras se encuentra investigando la vida de un escritor desaparecido para una biografía, se da cuenta que va asumiendo paulatinamente la identidad de esa persona. Otros libros en los que los protagonistas aparecen obsesionados con los acontecimientos diarios de la vida de otras personas son las novelas El Palacio de la Luna (1989) y Leviatan (1992). La Invención de la Soledad (1982) es a la vez un recuerdo sobre la muerte de su padre y una meditación sobre el acto de escribir. Otros trabajos de Auster incluyen los volúmenes de poesía Unearth (1974) y Wall Writing (1976), las colecciones de ensayos White Spaces (1980) y El Arte del Hambre (1982), y las novelas La Música del Azar (1990), Mr. Vertigo (1994) y Tombuctú (1999). Ha escrito también los guiones de películas aclamadas por la crítica como Smoke and Blue in the Face (1995) y Lulu on the Bridge (1998). En la colección de relatos Creía que mi padre era Dios (2002), Paul Auster realizó una propuesta inusual: invitó a los oyentes a participar en un programa de radio contando una historia verdadera. La respuesta fue abrumadora: más de cuatro mil relatos de los que Paul Auster seleccionó y editó ciento ochenta, y que componen un volumen extraordinario. Son historias relatadas por gente de todas las edades, orígenes y trayectorias vitales. La mayoría de las historias son breves, intensos fragmentos narrativos que combinan sucesos ordinarios y extraordinarios, y la mayor parte de ellas describen un incidente concreto en la vida del narrador. Unas son divertidas, como la historia de cómo el amado perro de un miembro del Ku Klux Klan apareció corriendo por la calle durante el desfile anual del Klan y le arrebató la capucha a su amo mientras la ciudad entera estaba mirando. Otras son misteriosas, como la historia de una mujer que vio cómo un pollo blanco caminaba muy decidido por una calle de Portland, Oregón, subía a saltos los escalones de un porche, llamaba a la puerta y entraba tranquilamente en casa. En 2003 ha publicado El libro de las ilusiones, novela tan increíble como las anteriores: el azar, las decisiones, y las intrigas confabulan un universo mágico propio del escritor. Imprescindible.
FANTASMAS:
Título Original: Ghosts (1986) Traducción: Maribel De Juan ISBN: 84-339-1477-4 EDITORIAL: Anagrama, Colección Compactos (CM 146) RESUMEN: El caso parecía bastante sencillo. El señor Blanco, que apareció un día repentinamente, cuando en la vida del detective Azul parecía que ya nada iba a cambiar, quería que Azul siguiera a un hombre llamado Negro, que lo vigilara sin pausa todo el tiempo que hiciera falta. Azul necesitaba un trabajo y no hizo demasiadas preguntas, aunque sospechara desde un principio que Blanco no era el hombre que decía ser. Lo que el detective no sabía era que el caso duraría años, y que cuando desvelara el misterio, o le pusiera un final, si es que a aquello puede llamársele un final, lo que descubriría sería quizá su propio misterio, lo que atisbaría sería su propio final... Situada entre los laberintos detectivescos de Chandler y los páramos existenciales de Beckett, Fantasmas comienza con todos los requisitos de una novela policíaca, pero adquiere muy pronto, y sin perder nada de su suspense, una dimensión metafísica. Y el lector se desliza de un misterio policíaco a un enigma metafísico, de la pregunta «¿quién es el culpable?», a otra mucho más difícil de responder, «¿qué es ser culpable?»
En primer lugar está Azul. Más tarde viene Blanco, y luego Negro, y antes del principio está Castaño. Castaño le inició, Castaño le enseñó el oficio, y cuando Castaño envejeció, Azul le sustituyó. Así es como empieza. El escenario es Nueva York, la época es el presente, y ninguno de los dos cambiará nunca. Azul va a su oficina todos los días y se sienta detrás de su mesa, esperando que ocurra algo. Durante mucho tiempo no ocurre nada, y luego un hombre que se llama Blanco entra por la puerta, y así es como empieza. El caso parece bastante sencillo. Blanco quiere que Azul siga a un hombre que se llama Negro y que le vigile todo el tiempo que haga falta. Cuando trabajaba para Castaño, Azul hacía muchos trabajos de seguimiento, y éste no parece diferente, quizá incluso más fácil que la mayoría. Azul necesita el trabajo, así que escucha a Blanco y no le hace muchas preguntas. Supone que se trata de un caso matrimonial y que Blanco es un marido celoso. Blanco no da muchas explicaciones. Quiere que le mande un informe a la semana, dice, a tal apartado de correos, mecanografiado por duplicado en hojas de tal largura y tal anchura. Azul recibirá un cheque por correo todas las semanas. Blanco le dice luego a Azul dónde vive Negro, qué aspecto tiene, etcétera. Cuando Azul le pregunta a Blanco cuánto tiempo cree que durará el caso, Blanco le contesta que no lo sabe. Que siga mandando los informes hasta nuevo aviso, le dice. Para ser justos con Azul hay que decir que lo encuentra todo un poco raro. Pero afirmar que tiene recelos en ese momento sería ir demasiado lejos. Sin embargo, le es imposible no advertir ciertas cosas de Blanco. La barba negra, por ejemplo, y las cejas excesivamente pobladas. Y luego está la piel, que parece exageradamente blanca, como si estuviera cubierta de polvos. Azul no es ningún aficionado en el arte del disfraz y no le resulta difícil notar ése. Después de todo, Castaño fue su maestro y en sus tiempos Castaño era el mejor del gremio. Así que Azul empieza a pensar que se ha equivocado, que el caso no tiene nada que ver con el matrimonio. Pero no va más allá, porque Blanco sigue hablándole y Azul necesita concentrarse en seguir sus palabras. Todo está arreglado, dice Blanco. Hay un pequeño apartamento justo enfrente del de Negro. Ya lo he alquilado y puede usted mudarse hoy. Pagaré el alquiler hasta que se acabe el caso. Buena idea, dice Azul, cogiendo la llave que le da Blanco. Eso eliminará el trabajo de piernas. Exactamente, contesta Blanco, acariciándose la barba. Y así el asunto queda resuelto. Azul acepta el trabajo y se dan la mano. Para demostrar su buena fe, Blanco le da a Azul un anticipo de diez billetes de cincuenta dólares. Así es como empieza, por lo tanto. Con el joven Azul y un hombre llamado Blanco, que evidentemente no es el hombre que parece ser. No importa, se dice Azul cuando Blanco se ha ido. Estoy seguro de que tendrá sus razones. Y, además, no es mi problema. Sólo tengo que preocuparme por hacer mi trabajo. Estamos a tres de febrero de 1947. Lo que Azul no sabe, claro está, es que el caso durará años. Pero el presente no es menos oscuro que el pasado y su misterio es igual a cualquier cosa que nos reserva el futuro. Así es el mundo: un paso después de otro, una palabra y luego la siguiente. Hay ciertas cosas que Azul no puede saber en este momento. Porque el conocimiento llega despacio, y cuando llega, a menudo hay que pagar un alto precio personal. Blanco sale de la oficina y un momento más tarde Azul coge el teléfono y llama a la futura señora Azul. Voy a esconderme, le dice a su novia. No te preocupes si estoy una temporadita sin llamarte. Estaré pensando en ti todo el tiempo. Azul coge una pequeña bolsa gris de un estante y mete en ella su treinta y ocho, unos prismáticos, un cuaderno y otras herramientas del oficio. Luego arregla su mesa, pone en orden sus papeles y cierra la puerta con llave. Desde allí va directamente al apartamento que Blanco ha alquilado para él. La dirección no importa. Pero digamos que está en Brooklyn Heights, por bien de la trama. Una calle tranquila, poco transitada, no lejos del puente, la calle Naranja, quizá. Walt Whitman compuso a mano la primera edición de Hojas de hierba en esa calle en 1855 y fue ahí donde Henry Warb Beecher lanzó vituperios contra la esclavitud desde el pulpito de su iglesia de ladrillo rojo. Bueno, ya está bien de color local. Es un pequeño estudio en el tercer piso de una casa de cuatro plantas de piedra parda. Azul se alegra al ver que está completamente amueblado, y mientras se mueve por la habitación examinando los muebles, descubre que todo lo que hay allí es nuevo: la cama, la mesa, la silla, la alfombra, las sábanas, los utensilios de cocina, todo. Hay un juego completo de ropa colgado en el armario, y Azul, preguntándose si la ropa es para él, se la prueba y ve que le sienta bien. No es el sitio más grande en el que he estado, se dice, paseando de un extremo a otro de la habitación, pero es bastante acogedor, bastante acogedor. Vuelve a salir, cruza la calle y entra en el edificio de enfrente. En el portal busca el nombre de Negro en los buzones y lo encuentra: Negro - tercer piso. Hasta ahora todo va bien. Luego regresa a su habitación y se pone a trabajar. Separando las cortinas de la
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