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El país de las ultimas cosas, Paul Auster

Dana GenisioEnsayo12 de Diciembre de 2019

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Universidad del Cine

Facultad de Cinematografía y Facultad de Ciencias de la Comunicación

Cátedra: Panorama de la Literatura I

Titular: Prof. Silvana Franco

Adjuntos: Lic. Ezequiel Gusmeroti

J.T.P.: Prof. Natalia Fernandez

Cuatrimestre: 2°

Año: 2013

Trabajo Final: Ensayo

Alumna: Genisio, Dana

“El país de las últimas cosas”, de Paul Auster, NY, 1987

Tras el análisis de la novela “El país de las últimas cosas” de Paul Auster mi objetivo es mostrar cómo funciona el género, sus clasificaciones, el punto de vista y los tipos de personajes. A su vez, demostrar cómo los usos del lenguaje logran una representación del comportamiento de la ciudad y de los personajes. No sólo se describe la ciudad lingüísticamente, sino que todos los personajes son definidos en su relación con el lenguaje, el modo de decir es también el modo de ser. Hablar de una ciudad puede significar hablar del sentido del lenguaje.

En principio, el país de las últimas cosas es la pesadilla y el castigo de la sociedad de consumo. Es el límite postmoderno de la modernidad consumista. Los consumidores han terminado en hurgadores, buscando lo que ahora precisan donde antes tiraban lo que les resultaba inútil.  La existencia es la simple supervivencia de vidas miserables que no pueden ni recuperar la esperanza. La ciudad de las últimas cosas es una ciudad imaginaria y metafórica, a la que llega Anna Blume en busca de su desaparecido hermano. Esta novela es una ficción utopica y distopica y a su vez, una novela epistolar.

En relación a la idea utópica y distópica, Anna viaja al país donde la modernidad se ha consumido. Queda privada de todos los aspectos modernos como la temporalidad, la objetividad, la realidad, el conocimiento, la comunicación y más importante las utopías. Éste viaje es un desplazamiento espacial y un viaje en el tiempo hacia la anti-utopía de la modernidad. La ciudad que presenta Auster es la representación de la ciudad distópica. Distopía se define como una sociedad caracterizada por un enfoque negativo en las sociedades. En esta novela se presenta una literatura apocalíptica. Es una anti-utopía que deshace las utopías que habitaban la ciudad. La ciudad de las últimas cosas invierte la utopía económica. En ella todos son pobres y el único negocio más exitoso es ofrecer formas  de suicidio, robarle a los muertos sus ropas o matar personas para vender su carne.

“Casi todos los cadáveres estan desnudos”. “La lluvia no hace diferencias, en un momento o en otro, cae sobre todo el mundo y, cuando cae, todos somos iguales, ninguno mejor ni peor, todos iguales sin distinción.” No hay posibilidad para la ciudad de la alegría y la bondad, en su lugar la desconfianza dirige las relaciones de los hombres. Es una ciudad absolutamente carente de sentido, quien vive en ella no suele soñar con la trascendencia. “No es que la gente tenga la intención de mentir, sino que cuando se trata del pasado la verdad tiende a volverse turbia muy pronto.” No hay valores, ni ideales, ni afectos. Los habitantes del país de las últimas cosas son como sombras sin identidad ni perspectivas. Tampoco tienen futuro, porque han perdido el pasado. El presente es una pura inmediatez sin trascendencia. Es el lugar de las muertes estúpidas como por ejemplo los  grupos de hombres que corren hasta caer muertos, clubes de asesinato y clínicas de eutanasia temprana. “Una persona que quiere morir, pero tiene demasiado miedo para suicidarse, se une al club de asesinatos de su zona por unos honorarios relativamente modestos y allí se le asigna un asesino.” En la ciudad llaman al suicidio “el último salto” porque literalmente es así, morir saltando al vacío resulta la culminación lógica de una vida ya perdida en el vacío del sinsentido.” También se invierte la utopía urbanística; en la ciudad no hay orden, las calles parecen cambiar cada día y nadie conoce los caminos, todo está en proceso de decadencia. Quiebra la utopía racionalista; no hay en la ciudad orden, justicia, permanencia, ni sentido.  Las cosas más horribles pasan sin que haya razones de ningún tipo, hay lugar para la arbitrariedad.

En relación a la novela epistolar, es necesario definir algunas cosas. La novela se ha transformado a partir del siglo XIX en la forma de expresión literaria más importante de los tiempos modernos, ampliando el dominio de su temática. Se interesa por la psicología, por los conflictos sociales y políticos y ensaya sobre nuevas técnicas narrativas y estillísticas. La novela se ha convertido en el estudio del alma humana y de las relaciones sociales. No quiere ser simplemente una historia, sino que aspira a ser una observación, un análisis y una confesión. Hay una pretensión de pintar al hombre o una época de la historia, de descubrir el mecanismo de las sociedades y de plantear problemas.  Es un género sin modelos que imitar ni reglas que obedecer.

La novela sufre varias transformaciones, entre ellas; durante el renacimiento las narraciones solían ser fantásticas y realistas en que el autor se ocupaba de problemas sociales, pedagógicos y filosóficos con el propósito de crear una trama emocionante. Durante el barroco, la novela experimenta otra transformación que se caracteriza por la imaginación exuberante, muchas situaciones y aventuras. Entre éstas aventuras se encuentran las sentimentales, sembradas de disquisiciones sobre el amor. La novela picaresca encaminó el género novelesco hacia la descripción realista de la sociedad, y de las costumbres contemporáneas. Durante el siglo XVIII, la novela se transforma en un análisis penetrante de las pasiones y de los sentimientos humanos, en sátira social y política. Llega a ser uno de los vehículos de la sensiblidad melancólica. Con el romanticismo, la narrativa novelesca se afirmó como una de las grandes formas literarias apta para expresar los apectos del hombre y del mundo: ya como novela psicológica, confesión y análisis de las almas, ya como novela histórica, resurrección e interpetación de épocas pretéritas, ya como novela poética y simbólica, ya como novela de análisis y critica de la realidad social contemporánea. La novela asimiló diversos géneros literarios mostrándose apta tanto para la representación de la vida cotidiana como para la creación de una atmósfera poética o para el análisis de una ideología. Con la novela europea del siglo XIX, el mundo novelesco se ensancha y enriquece con experiencias humanas turbadoras por su carácter extraño. Con los realistas y naturalistas, la obra novelesca aspira a la exactitud de la monografía, del estudio científico de los temperamentos y los ambientes sociales. Finalmente en el siglo XX se gesta una metamorfosis donde se renuevan los temas, se exploran nuevos dominios del individuo y de la sociedad, se modifican las técnicas de narrar, de construir la trama y de presentar a los personajes. La novela no cesa de revestir formas nuevas y de expresar nuevos contenidos y seguirá sufriendo profundas metamorfosis hasta su posible declive y agotamiento.

Hay tres tipos de clasificación de la novela; la de acción o de acontecimiento, la de personaje y la de espacio. Sin embargo, es dificil encontrar una novela que realice de modo puro cada una de las modalidades tipológicas. “El país de las últimas cosas” se puede definir como una mezcla entre novela de personaje y novela de espacio. Está caracterizada por la existencia de un personaje central, al cuál se adapta todo el desarrollo de la novela, dónde hay un subjetivismo lírico y un tono confidencial. De espacio, porque se caracteriza por la descripción del ambiente histórico y de los sectores sociales en que discurre la trama. Hay un deseo de ofrecer un cuadro de la sociedad de su tiempo.

La ciudad parece estar consumiéndose poco a poco, pero sin descanso, a pesar de que sigue aquí”. “La ciudad está totalmente rodeada por los crematorios”. “Sus calles son recorridas por los “camiones de la muerte”. “Los fecalistas  recogen los desperdicios con que funcionan las usinas de energía”. “Aquí la mierda y la basura son bienes importantísimos y, con los recursos de carbón y petróleo descendiendo a niveles alarmantes, éstos son los que nos proveen de gran parte de la energía que aún somos capaces de producir”.

Los personajes constituyen uno de los elementos básicos de la novela. El novelista crea seres humanos, situados en un espacio determinado, que se mueven en una determinada acción. “La novela es la forma de virilidad madura, la historia de la aventura de un agonista problemático que busca, en un mundo degradado, valores auténticos. Su contenido es la historia de un alma que va por el mundo aprendiendo a conocerse, que busca aventuras para experimentarse en ellas y que, a través de esta prueba, da su medida y descubre su propia escencia”.[1] Los dos polos de la estructura de la novela son el individuo problemático y el mundo contingente. Existen dos tipos de personajes novelescos; los diseñados y los modelados. Los personajes diseñados se definen linealmente solo por un trazo, por un elemento característico básico que los acompaña durante toda la obra. Éste tipo de personaje no altera su comportamiento en el curso de la novela y ninguna reacción suyo sorprende al lector. No evoluciona ni experimenta trasformaciones íntimas. Es por ésto que el personaje central de la novela analizada, Anna Blume, pertence a la otra categoría de personajes modelados. Estos personajes ofrecen una complejidad acentuada, una multiplicidad de rasgos, el lector queda sorprendido de sus reacciones ante los acontecimientos. A través de sus facciones, de sus pasiones, cualidades y defectos, de sus ideales, tormentos y conflictos, el escritor ilumina lo humano y revela la vida. El interés de los personajes modelados nace de una fusión entre su unicidad y su significación genérica en el plano humano, ya desde el punto de vista de lo intemporal y de la historicidad. Paul Auster narra las aventuras, la formación, las experiencias amorosas, los conflictos y las desiluciones, la vida y la muerte de Anna, el personaje central de la novela. Ella es un personaje complejo, dinámico, inexperto pero valiente. “Lo más importante es sobrevivir.”

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