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GUIA TEORIA DE LA LEY PENAL Y EL DELITO


Enviado por   •  5 de Mayo de 2014  •  2.034 Palabras (9 Páginas)  •  307 Visitas

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Génesis, desarrollo y desafíos de la democracia en México

Empezaré por abordar este tema dando el origen de democracia “quiere decir gobierno del pueblo por el pueblo” “surge a partir de los griegos a partir de que inventaron la polis en la cual los hombres tenían la capacidad de razonar, de discutir, de elegir y revocar dirigentes de crear problemas y plantear soluciones” a partir de estas definiciones definire como se clasifica el sistema político mexicano, si cuenta con los requisitos para llamarlo democrático y, en su caso, cuál es el grado de su evolución, según la teoría política.

Nuestro país cuenta con un sistema de partidos considerado como multipartidismo moderado, es decir, existen tres partidos políticos con reales posibilidades de ejercer el poder para gobernar (PAN, PRD y PRI); entre éstos se da, regularmente, una contienda electoral muy competitiva, la cual ha arreciado desde hace poco más de una década; si dos de tres de estos partidos políticos pactan, pueden lograr que se rompa el impasse que el poder legislativo padece en ocasiones, principalmente en las decisiones más trascendentes para el país.

Si tomamos en cuenta la otra definición de democracia que hace Przeworski, quien señala que “es un particular sistema de procesamiento y resolución de conflictos de carácter intergrupal en cuyos resultados domina la incertidumbre”, México, al contar con esta característica, se inserta en la clasificación de un país, a lo menos, en vías de democracia.

También cuenta con el prerrequisito de tener una alta competencia electoral lo cual se tiene desde 1988. En el Congreso se rompe el dominio de un solo partido con las elecciones de 97, ningún partido por sí solo desde entonces ha contado con la mayoría absoluta, incluso, este hecho se considera como otro detonador de la alternancia del partido en el poder en el año 2000.

México se encuentra en su “segunda transición”, si consideramos que la primera se dio hace doce años, cuando el partido hegemónico que se había perpetuado en el poder durante casi 70 años pierde las elecciones presidenciales. Algunos transitó logos llaman “segunda transición” al país que consigue reformas estructurales, lo cual no sucede aún en nuestra nación.

Utilizaré de marco de referencia la teoría pluralista de la democracia del politólogo norteamericano Robert Dahl, para ubicar la etapa de transición en que se encuentra México.

Dahl señala que “cabría considerar las poliarquías como regímenes relativamente (pero no completamente) democráticos; o dicho de otra forma, las poliarquías son sistemas sustancialmente liberalizadas y popularizadas, es decir, muy representativas a la vez que francamente abiertos al debate publico” .

En ese sentido, nuestro país se encuentra en una franca transición de un sistema político hegemónico cerrado hacia un poliárquico o democrático.

México inició por ampliar la participación universal de todos sus ciudadanos en las elecciones, permitiendo el voto de la mujer en 1953 y cuando otorgó el voto a partir de los 18 años de edad; posteriormente, esto trajo consigo la diversificación de la representación popular.

A su vez se fue liberalizando el debate público, aunque sucedió mucho después, ya que hasta hace relativamente poco tiempo los medios de comunicación eran amordazados, la libre expresión contaba con muchos limitantes, otro claro ejemplo es que el primer debate entre candidatos a la Presidencia de la República fue apenas en 1994; en la actualidad, estos derechos se ejercen con mayor libertad y con menor represión por parte de la autoridad.

En este planteamiento podríamos considerar que la transición democrática mexicana se produjo de forma gradual, ya que se ha venido construyendo de forma evolutiva y no con base en un pacto entre los principales actores del país, como sucedió en España con el “Pacto de la Moncloa” o en Chile con la “Concertación”, sino más bien, en nuestro caso, el pacto lo ha hecho el pueblo mediante las urnas y no la clase política mediante acuerdos, es decir, los mexicanos decidimos pactar el cambio de régimen de forma pacífica mediante el voto. Lo que ha provocado, por tanto, que el estancamiento tenga su origen en los disensos entre los partidos políticos.

Lo más destacable es que la transición democrática mexicana ha sido de forma pacífica, el pueblo mexicano ha sido sabio, aún más heroico, al preferir sufrir la injusticia y padecer carencias, antes de sacrificar alguna vida humana, ya que por lo regular el cambio de un régimen hegemónico cerrado, como el que tuvimos por décadas, suele darse a cambio de derramamiento de sangre y de violencia.

Manuel J. Clouthier fue uno de esos personajes de nuestra historia política contemporánea que supieron ejercer su liderazgo para concientizar el cambio a un México “sin odio y sin violencia”. Los que aseveran que México no está inmerso en un proceso democrático, se fundamentan en la crisis poselectoral que se tuvo en 2006, o el caso de Oaxaca, o bien la misma incertidumbre producto de la “declaración de guerra” por parte del gobierno al narcotráfico, lo que no hace más que confirmar que lo estamos, ya que los regímenes en vía de consolidación están en una situación permanente “al borde de una crisis de gobernabilidad” .

Estamos bajo una democracia muy joven y nuestra transición culminará cuando hayan sido elaboradas y aceptadas por la mayoría, nuevas reglas y un sistema político acorde con la realidad democrática en la que vivimos.

México, como cualquier país en vías de consolidación democrática con un sistema fragmentado, necesita que su clase política tenga, al menos, dos cualidades: capacidad negociadora para conformar coaliciones que permitan la gobernabilidad del sistema político, y una fuerte “dosis” de tolerancia.

Existe diferentes tipos de coaliciones: electoral, legislativa, reforma y la de gobierno; esta última fue ofrecida por el presidente Felipe Calderón: él ha propuesto una coalición de gobierno a cambio de una coalición legislativa, lo cual responde a una acertada visión respecto al camino más idóneo para lograr la gobernabilidad del sistema, ya que “los presidencialismos multipartidistas con coaliciones de gobierno son estructuras político-institucionales aptas para el mantenimiento de la estabilidad democrática” .

Sin embargo, es importante mencionar que el riesgo actual es considerar como coalición de gobierno a uno que se integre con políticos (de distinto partido al del presidente, evidentemente) que asuman la titularidad de carteras a título personal y no a nombre de su partido, ya que es una las más comunes causas del

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