HOMBRE QUE DEJAN HUELLA
carlosrori30 de Agosto de 2012
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Cada quien tiene derecho de renunciar a todo lo que desee en la vida, siempre y cuando no se olvide que la deserción debe ser el último recurso.
La emoción más común y destructiva en los seres humanos, es el desaliento. Causa más estragos que la ira, el odio, el miedo, la preocupación o el rencor… Es la madre todos los suicidios; un monstruo letal que se esconde tras la sombra del anonimato y usted, usted o cualquiera de los aquí presentes puede estar siendo presa de esa emoción.
Algunos estadistas afirman que 7 de cada 10 personas están pensando en cambiar de empleo este año y que el 80% de los matrimonios están considerando seriamente la separación definitiva. Miles de adolescentes se van de su casa a diario. La deserción escolar ha llegado a niveles alarmantes. Muchos miembros o socios se van de su club o de su grupo de autoayuda, dejándose envolver por esa burbuja pegajosa y subyugante que se llama desaliento… pensando que no tienen la obligación de quedarse a soportar cualquier atropello con la cabeza agachada. ¡En parte tienen razón! No hay nada más denigrante para un ser humano que dejarse humillar tolerando abusos en silencio. Muchas mujeres soportan golpes, insultos o infidelidades “por el bien del hogar y de sus hijos” No hay actitud más absurda, pues la resignación, en estos casos, es sinónimo de cobardía. Una persona vencida, inspira lastima; nadie la respeta porque no se respeta a sí misma. Se requiere de valentía para decir “no estoy de acuerdo” se requiere cierto grado de valor para incitar a otros a protestar, pero en este nivel la gente suele vivir con la compulsión neurótica de criticar todo. Nunca están a gusto, generan quejas, intrigas, chismes e ideas negativas. Quienes son inconformes crónicos buscan aventuras amorosas cuando discuten con su cónyuge, cambian impulsivamente de empleo o de ciudad con tal de no seguir soportando las cosas que les desagrada. Son como niños caprichosos: cuando tienen la sonaja la dejan caer, se olvidan de ella y lloran por la pelota. Ese es el mecanismo de la perdición: creen que el patio del vecino es más bonito, que el coche a ajeno es mejor, que los hijos de otros son más disciplinados, que el prójimo tiene una esposa hermosa…
Entonces… ¿Cuál es la salida? La solución está en que se debe aspirar al horizonte característico de los próceres, de los grandes hombres de la humanidad, de la gente que trasciende y deja huella. Me refiero a los inconformes… pero inconformes que se quedan a trabajar. Los caudillos de la independencia de todos los países pudieron huir a otras tierras más tranquilas para no vivir inmersos entre corrupción y dolor, pero no lo hicieron, no fueron cobardes que toleraran la humillación, pero tampoco inconformes anónimos dispuestos a dañar y huir. Pensaban como grandes, personas que hacen historia, piedras angulares de la humanidad. Mahatma Gandhi estudio leyes y, aunque pudo quedarse en Inglaterra a disfrutar la placida vida aristocrática de los abogados, prefirió volver a la India a exponer abiertamente sus inconformidades y a trabajar para su País. Algo similar sucedió con Miguel Hidalgo, Morelos y Martí. Quien alcanza este nivel, entrega su existencia a aquello que considera suyo… Es muy claro: los grandes hombres no abandonan su ciudad porque haya carencias, trabajan con ahínco para resolver la crisis.
¿Sabe usted como se descubrió la mina de diamantes más grande del mundo?
Es una historia extraordinaria: cierto personaje tenía una enorme granja, cerca del rio Indo, ahí vivía cómodamente con su familia. Sin embargo, aunque era un hombre rico, su vida carecía de sentido y tenía el deseo de superarse aun mas… un día un viajero le mostro un diamante y le dijo cuanto valía. Obsesionado con la idea de tener más dinero, vendió la granja, dejo encomendados a su esposa y a sus hijos; se gasto todo su fortuna buscando diamantes,
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