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Historia De La Cuidadania

mayeh12345630 de Abril de 2015

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Sobre el concepto de ciudadanía:

historia y modelos

Juan Antonio Horrach Miralles

Universidad de las Islas Baleares (España)

E-mail: jahorrach@yahoo.es

Resumen: La historia del concepto de ciudadanía ha sido larga, aunque sólo recientemente se ha concretado en

una serie de modelos cuyo sentido y efectividad dependen del diálogo que se establezca con el itinerario

experimentado por este concepto. Pasado, presente y futuro de la ciudadanía están relacionados a través de un

principio que explica la virtud democrática y el fin último de la política y la moralidad.

Palabras clave: ciudadanía, democracia, individuo, comunidad, libertad.

Abstract: The history of the concept of citizenship has been long, but only recently has materialized in a series of

models whose sense and effectiveness depend on the dialogue to be established with the itinerary of that

concept. Past, present and future of citizenship are related across a beginning that explains the democratic virtue

and the last end of politics and morality.

Keywords: citizenship, democracy, individual, community, freedom.

Agradecimientos: Este artículo está basado en mi texto “Tema 46: La base ética de la ciudadanía”, Julio Ostalé

(dir.), Temario de Oposiciones para Secundaria. Rama de Filosofía, Centro de Estudios Académicos S.A. /

Universidad de Salamanca (aval científico), Madrid, 2009, isbn 978-84-936163-3-5.

1. Introducción

Aunque el concepto de ciudadanía se

relaciona habitualmente con el ámbito de la

modernidad, su nacimiento se produjo

realmente mucho antes, concretamente hace

unos 2.500 años, en la época de la Grecia

clásica. Poco a poco, tras muchos esfuerzos y

vaivenes, la idea de ciudadanía ha ido

ampliando su vigencia y afectando cada vez a

más esferas de la realidad. También ha ido

ampliando los derechos vinculados al concepto

en sí, de manera que, si en un principio sólo se

beneficiaba de ellos una pequeña élite, más

recientemente el marco se ha ampliado de

manera notable, hasta alcanzar una igualación

considerable. En este sentido podemos hablar,

incluso, de un progreso que se ha ido

encaminando, en etapas ya muy cercanas,

hacia una “ciudadanía universal” que trasciende

diferencias nacionales, religiosas o culturales.

De sociedades identitarias y excluyentes,

hemos pasado, principalmente en el ámbito de

las democracias occidentales (sólo una tercera

parte de los países son sistemas democráticos),

a sociedades plurales y multiculturales en las

que priman identidades sociales múltiples.

También, de un tipo de ciudadanía vertical

hemos pasado a uno horizontal, en el que las

identidades no se heredan automáticamente,

sino que se articulan individualmente de un

modo reflexivo.

¿Por qué es tan importante para nuestro

mundo la idea de ciudadanía? Para entenderlo,

primero sería necesario hacer un poco de

antropología. Como decía Aristóteles, el

hombre es un ser social, un individuo que

necesariamente debe vivir, de una o de otra

manera, en un ámbito comunitario. Por tanto,

el eje de la comunidad (democrática) no puede

quedar definido por un determinado individuo o

grupo, sino por el conjunto de relaciones y

vínculos interindividuales que se conforman a

un nivel lo más libre e igualitario posible.

CC: Creative Commons License, 2009

2 Juan Antonio Horrach Miralles

Dejando de lado, por el momento, si

priorizamos en esta cuestión el individuo o la

comunidad, lo que es innegable es que lo

decisivo de toda esta dinámica es la

interdependencia que se produce entre todos

los seres que forman parte del medio social;

la red de interrelaciones es lo que está en la

base de la necesidad de la ciudadanía, pues

el potencial de conflictividad que esas

relaciones suponen hace necesario que se

establezcan medios para que las tensiones

no lleguen demasiado lejos. Y, en este

sentido, la democracia es el modelo que de

manera más adecuada plasma estas

relaciones, dado que otros modelos más

autoritarios reducen el efecto de estos

vínculos interindividuales a una cadena

jerárquica que prioriza a determinados

individuos, separándolos del círculo de las

relaciones sociales. El ámbito de la

ciudadanía progresa inevitablemente en

dirección a una mayor igualación de los

individuos, ya sea en cuestiones que afectan

a los derechos como también a los deberes.

El ciudadano democrático ha dejado de

depender de algunos individuos

determinados para vincularse a todos los

demás en condiciones de igualdad; la ley nos

emancipa de poderes particulares para pasar

a participar de una universalidad en el

sentido de que se igualan la relación

derechos/deberes. Siguen existiendo, qué

duda cabe, las jerarquías, pero no son de

esencia tiránica y también existe una mayor

posibilidad para moverse por sus ámbitos,

pasando de unas a otras con más facilidad.

Antes de entrar en un recorrido histórico

del concepto de ciudadanía, y si

pretendemos entender la raíz de su sentido,

deberíamos tener en cuenta cosas muy

básicas referentes a ella y a la democracia. Y

es que cuando hablamos de ciudadanía

también lo estamos haciendo,

necesariamente, de democracia; una cosa y

la otra, aunque no sean exactamente lo

mismo, resultan inseparables. Ambos

términos tienen unas características activas,

dinámicas, potenciales, en el sentido de que

deben ponerse en juego constantemente;

mientras que la ciudadanía es algo que a

cada momento se está jugando, la

democracia tampoco es un estado inmóvil y

consumado, sino algo en continua

transformación. A este respecto, en muchas

ocasiones parecemos olvidar que vivir en

una democracia no es algo irreversible, es

decir, que el hecho de que exista un régimen

de libertades no implica necesariamente que

esa situación vaya a mantenerse de forma

automática y sin posibilidad de cambio. La

democracia, que precisamente se caracteriza

por una cierta inestabilidad interna, fruto del

pluralismo que la caracteriza, por unos

conflictos que, por ejemplo, en una

dictadura no se dan (dado que no hay

pluralidad alguna. Esta paradoja demasiadas

veces se deja fuera de análisis crítico),

puede desaparecer si la ciudadanía no

mantiene una posición fuerte y activa,

consciente de lo que se juega en cada caso.

Es el ciudadano, en el uso de las libertades y

obligaciones inherentes a su condición, el

que permite que la democracia se mantenga

y sea, en consecuencia, lo que la teoría dice

que es. Todo esto se entiende si recordamos

algo muy básico, como es que la democracia

es una construcción cultural, no algo

arraigado en nuestra base genética, y eso

comporta que la educación juega un papel

decisivo en todo ello. Una educación ética

del ciudadano, el ‘saber de la ciudadanía’,

como se titula un interesantísimo libro

editado recientemente por Aurelio Arteta

(Arteta 2008), sería, por tanto, un elemento

a tener en cuenta para el buen desarrollo de

un sistema democrático. La democracia

básicamente arraiga en dos ámbitos: una

estructura jurídico-constitucional, es decir, el

determinado régimen político, que

acondiciona el medio para el despliegue de

derechos y deberes cívicos; y, tan

importante o más (dependiendo del modelo

ciudadano que se adopte), un ámbito más

individualizado, el de la sociedad civil, en el

que la ciudadanía se abre al ejercicio directo

de sus principios, o sea, un ideal de acción

política. El entramado del primer caso es

básico para que pueda existir una

democracia, pero el segundo caso es la

plasmación de eso, la puesta en práctica de

lo que se presenta de modo potencial, la

realización de un proyecto emancipatorio. Y

es que en una democracia, que es una

sociedad eminentemente reflexiva, los

ciudadanos están obligados a decidir

constantemente y en cualquier situación;

cada individuo debe ir construyendo su

posición y su identidad de una manera

CC: Creative Commons License, 2009

Factótum 6, 2009, pp. 1-22 3

personalizada. En efecto, la democracia no

es un estado permanente e irreversible, sino

un objetivo, una finalidad que siempre está

pendiente de realización plena, una Ítaca

que, a diferencia del relato homérico,

siempre está en pos de ser alcanzada, nunca

aparece completamente.

2. Historia de la ciudadanía

2.1. Grecia

Grecia fue un inicio de muchas cosas

importantes, por ejemplo de la democracia y

también de la filosofía,

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