IMAGINA PRÓLOGO DE LA HISTORIA
Cesar ViloriaTutorial14 de Diciembre de 2017
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IMAGINA
PRÓLOGO DE LA HISTORIA
Fui condenado injustamente, estuve atrapado con mis propias cadenas, pesaban, pesaban tanto que dolía, no me pertenecían. Por eso, decidí culpar al mundo, a este universo tan cruel que me mata lentamente a través de su gente, personas crueles que solo saben ahogarse entre sus propios sentimientos, aquellos que por nombre llevan pecados. Perdónalos Señor, que sobre ellos llueva tu misericordia, libéralos del resentimiento y el rencor, que sea tu bondad la que guíe a esta tierra bendita.
Siempre pensé que miserable será aquel que hace daño para su beneficio, basura quien pisotea sin dolor, cruel quien hace sufrir, malvado el egoísta, escoria quien humilla sin piedad. Tú, él que roba, él que miente, ¿Qué se siente?
Nosotros nos hemos convertido en una sociedad vacía, ¿Dónde quedan los valores?, ¿Dónde ha quedado el amor y el respeto al prójimo? Somos unos sínicos y unos descarados. Siempre me he preguntado ¿Es tan importante el poder?, ¿Tan magnifico el dinero?, despertemos de ese sueño y de está estúpida realidad que nos condena.
Mi deseo era solamente ser capaces de vivir felices, por lo que me atreví a ayudar a esta humanidad como aquellos que lo influyen, aun siendo un anhelo totalmente imposible, lo intenté, pero me di cuenta que no todos pensamos igual, existen sujetos que están sumamente marcados por el vicio, como también, se encuentran aquellos seres que buscan expandir sus buenas obras, con el fin, de dejar una huella de generosidad.
¿Cuántos años han pasado ya?, pero mi vida no fue más que un cuento sin fin, pero, ¿Cómo podríamos conseguirlo? Si nosotros mismo construimos este mundo. Por eso ahora me encuentro aquí, castigado por actos, actos que no cometí. Que sea mi dolor y mi angustia la que llegue a quienes no han sentido lo que siento, ¿Cómo esto se convirtió en algo inevitable? Y hasta el simple hecho de que cada día me alimente de esa flaqueza que se apodera de la población. No quiero, no quiero, me rehúso eternamente a ver cómo me hundo junto con ellos. . .
Es cierto, en aquella celda pasaron los días uno tras otro y yo seguía igual. He llegado a sentir un odio profundo por la multitud. Madre y padre, mírenme, miren a su hijo caer en la tentación, incumplí aquella promesa y me volví ante ustedes un desconocido.
Realmente no sé si arrepentirme de esta decisión. Perdóname Rey de los cielos, pero he quedado marcado, no fui capaz, déjame probar la manzana prohibida y atiborrar el apetito del aborrecimiento.
Confieso que no fue fácil, el tener que combatir con malicia inculcada por un imperio. Cabe mencionar que yo no estuve solo, estuve acompañado de seis personas más, con la finalidad de traer la salvación, por lo que. . .
Ese fue el año más explosivo de toda mi vida, no había mejor forma de sentirse tan vivo que sentir la adrenalina cada día por todo tu cuerpo, se experimentó de todo, fui lo que todos ellos quisieron ser en ese instante, éramos un equipo de siete individuos, fuimos invencibles.
Ángeles que han de caer sobre la tierra, perdidos entre un mar profundo, abran, abran sus alas de colores, representen la salvación y la voluntad de un único hombre. Que tiemble el planeta, que lloren los ríos, liberen las almas y que muera la angustia.
Solamente queríamos eso, algo hermoso, algo inexplicable, pero, ¿Será que lo logramos?, ¿Fue nuestro parecer el correcto?, para mí sí, pero entonces porque sigo sintiendo la misma carga, ¿Por qué no veo nada?, quítenme, quítenme la venda de los ojos, muéstrenme la perfección lograda por nosotros.
¿Qué es está nostalgia? Y ¿Cómo se llama este sentimiento que tengo ahora? Que alguien me dé una respuesta, que alguno me ayude como yo lo hice, libérenme de esta prisión, se los imploro, socorro me hundo. ¿Este es mi final?, ¿Este es el precio a pagar por aquellas acciones injustificadas?
No quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no me dejen, no me abandonen, no me castiguen, ¿Qué hice mal? Porque nadie me contesta, quien sea, diga algo. Por favor, no renuncien a mí.
No entiendo, siempre creí en ti, ¿Dónde estás cuando te necesito? Por favor, no puedo más, no puedo respirar, aparece ante mí, aquí y ahora y dime todas mis fallas y en que te falle, te lo exijo. Tú eres el único quien todo lo sabe y todo lo ve, o ¿Es que acaso esta es tu voluntad para mí? Siento que ya no estoy en el universo, ¿Acaso morí?, ¿Me rendí?, si es así díctame tu sentencia. No puedo esperar más tiempo, júzgame como tu solo lo sabes hacer.
Admito que todo eso fue lo pensé mientras colgaba de aquella esclavitud, mi mente colapso y me di por vencido, ¿Cómo no? Si estoy arrodillado con las manos hacia arriba, tenía mi cuerpo entumecido y mucha hambre, llegue a pensar que Dios me había abandonado, que la humanidad se había desecho de mí, que mis colegas me habían dado la espalda y que mis padres no me perdonaban. Eso creí hasta que esa luz apareció ante mí, las cadenas se sintieron ligeras, sentía una presencia, oí unos pasos y escuché una voz, se me cayó la venda y vi una dicha, quedé sin habla, realmente pensaba que estaba solo, pero no, estuve acompaño todo el tiempo. Gracias, gracias por ser el único en quedarte a mi lado. . .
CAPITULO I
INJUSTICIA
Sumergidos en una gran ola de oscuridad y desgracia, traída por aquellas personas que pecaban sin consentimiento, la avaricia, la envidia, la soberbia, la gula, la lujuria y la ira. Era lo único que abundaba en este pueblo, con solo caminar por las inmensas calles podrías sentir esa mala vibra que cada vez iba creciendo más, no sólo eso, sino el desespero y la preocupación en carne viva, no había comida, ni luz, ni agua, no había absolutamente nada. Era lógico que la gente ya no creía en nada ni en nadie, por lo que surgían muchísimas preguntas. ¿Quién podría ayudarnos?, ¿por qué nosotros?, ¿existe realmente un Dios que todo lo ve y que todo lo sabe? Yo creía al igual que todos en esas preguntas, pero sabía que no podía perder la fe, hasta que. . .
Ella, esa mujer apareció enfrente de mi con una expresión que mostraba lastima, no solamente hacía mí, sino para todos aquellos individuos que nos encontrábamos en esa situación, recuerdo que era una mujer muy hermosa. Su cabello era de color champaña y esos ojos que resaltaban con la luz de la luna de un tono grisáceo, tan preciosos como una gema, tan brillantes como el oro, una muchacha de piel blanca pálida, recuerdo que no era muy alta, por lo tanto, era de estatura promedio al de las demás chicas, con una cálida voz tan suave que parecía susurrar cada palabra que salían de esos preciosos labios carnosos de tonalidad rosa. Yo quería saber su nombre, pero sentía como mi cuerpo se iba adormeciendo con el transcurso del tiempo, las oraciones que soltaba aquella joven se desvanecían cada vez que cerraba mis ojos con un simple parpadeo y caía en un profundo sueño.
- ¿Dónde estoy?, no me siento asustado, ni nervioso, al contrario, se siente una inmensa paz, una tranquilidad inexplicable, si yo he muerto dime que estoy en el paraíso, que morí creyendo en aquel hombre que me envió a la tierra, que fallecí sin haber sido maldecido, que ya no existe ni un rastro de mí en el planeta y que no hice sufrir a nadie. Todo fue totalmente repentino y simplemente me perdí entre mis sueños y ahora estoy en este lugar completamente desconocido.
- Te equivocas, te mostrare que sigues en tu pueblo y que no te has ido, que tú serás quien intentara traer la paz a este sitio en un futuro no muy lejano, reconocido como aquel caballero de cabello negro y de ojos color escarlata, así mismo aquel hombre de buen porte, con una piel blanca y con una altura bastante alta. – Respondió aquella persona con tono de amabilidad.
- ¿Quién eres?, ¿Por qué me has traído aquí?, ¿A que te refieres con caballero? – Protesto el joven perdido.
- Querido muchacho, tú serás culpado de cometer el pecado de la lujuria y tendrás que ser juzgado y encarcelado injustamente. No solamente eso, tu corazón estallara por el rencor y por la injusticia, condenándote a ti mismo a portar dicha maldad. Como también, tú serás el encargado de escoger que hacer con aquel resentimiento, ¿Podrás liberar aquella condena?, ¿cambiaras ese pueblo sumergido en el pecado?, ¿Qué decisión tomaras? – Alego aquel desconocido.
- No comprendo, ¿por qué seré castigado de esa forma?, ¿Y usted quién es? – Replico el muchacho confundido.
- Debes volver, antes de que eso ocurra, dime, ¿Quién eres?, ¿De dónde vienes?, es de muy mala educación preguntar el nombre sin presentarse. – Contesto el hombre misterioso.
- Es cierto, me disculpo, mi nombre es Julien Wispetcaf nací y crecí en ese humilde pueblo llamado Lecrisnê a las afueras de Francia, no sólo eso, vengo de una familia sumamente pobre de un barrio donde abunda la pobreza, donde hay calamidades, donde nadie cree en Dios, donde la gente siempre es incitada por el pecado. Por suerte mi familia siempre me inculco la palabra de Dios y lo que él quería decir a través de su escritura, siempre creí en la salvación y en el perdón de los pecados. Ahora dígame, ¿Quién es usted? – Argumento Julien sin pensarlo.
- Se me ha acabado el tiempo jovencito, debes volver, deseo saber que decisión tomaras y como te premiara el tiempo. Nos volveremos a encontrar, tal vez no mañana, ni pasado, pero más pronto de lo que imaginas. – Respondió aquella voz misteriosa que empezaba a sonar a lo lejos.
Fue así como volví nuevamente al Lecrisnê abandonado, sin ninguna explicación y prácticamente con una advertencia, aparentemente no había muerto, ni estaba en el paraíso. Simplemente fui arrastrado a un mundo paralelo, pero ¿Con quién estuve conversando?, ¿Qué paso con la chica que vi antes de ir allí? Esas eran las preguntas que me hacía camino a casa cuando de repente, vi a mi padre en la carretera dirigiéndose a nuestro hogar, se notaba muy cansado, mi viejo es un hombre trabajador que se dedica a la plomería desde muy joven, ya que mi difunto abuelo fue quien le enseño todo lo que ahora sabe, su nombre es Mateo Wispetcaf. Aparentemente ya ha culminado su trabajo por el día de hoy, a si que rápidamente me acerque a él.
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