Inclusión Social

INCLUSIÓN SOCIAL: ¿MITO O REALIDAD?

David Tacza Ramírez

Facultad de Ciencias de la Comunicación

Universidad Nacional Daniel Alcides Carrión

El gobierno de turno insiste que viene trabajando por la inclusión social, aun estando en campaña electoral ya había perfilado su intención de implementar una serie de programas, y al pasar los años tenemos: el Seguro Integral de Salud (SIS), Juntos, Pensión 65, Qali Warma (alimentos para educación inicial), entre otros que se mantienen gracias a la inventiva de anteriores administraciones; tal es el caso de FONCODES, Vaso de Leche, PRONAA, en fin, hay muchos. La intención de toda acción social, debiera ser la de asistir estratégicamente a los sectores más vulnerables del país, se trata de darles un soporte que los ayude a superar el mal momento.

Aunque las cifras y estadísticas hablen de una buena cobertura y de esto se jacta el actual gobierno, lo real es que los números por sí solos pueden resultar engañosos. Cuando visitamos pueblos alejados, se nota ya la presencia del Estado; sin embargo, prima el asistencialismo puro sobre el desarrollo de capacidades, algo que en el mediano y largo plazo podrían otorgarles autonomía en el tan ansiado progreso. Las personas se están acostumbrando a recibir cosas y hasta dinero, pero en esencia no hay nada que garantice un cambio o asegure una mejor calidad de vida. Lo ideal sería que los programas sociales vayan de la mano de un plan de desarrollo sostenible.

“Inclusión Social”, una frase muy bonita. Pensando en el tema, me viene a la mente que si hay personas que forman parte de, posiblemente también hay gente que no. Por ejemplo, una acción que ha fortalecido Humala es el programa de becas (antes INABEC hoy BECA 18); gracias a esta institución, muchos jóvenes tienen la oportunidad de hacerse de una profesión en universidades del país y el extranjero, uno de los requisitos para ser parte de..., es haber realizado estudios en colegios estatales, los de particulares no pueden acceder al beneficio. La pregunta es, acaso existe un estudio que haya evaluado la capacidad económica de los egresados de particulares.

Se supone, que el SISFOH o Sistema Focalizado de Hogares, debe dar garantía de un estudio socio-económico en cada lugar, las municipalidades tienen la responsabilidad de implementarlos y sistematizar la información recogida; pero, cómo una institución que no ha superado una condición partidaria o de grupo podría hacer un trabajo eficiente; qué seguridad hay en la data recogida; el Estado realiza por lo menos cruce de información para corroborar su validez. Aún hay mucho que mejorar, parecemos un país en bonanza que quiere gastar para que las cifras fluyan insinuando una peligrosa capacidad de gestión; lo cierto, es que no siempre gasto es sinónimo de inversión.

En la práctica, tenemos un Estado pensado sólo para las grandes ciudades, el progreso y las oportunidades están ahí; mientras que, los programas sociales y el asistencialismo arraiga la dependencia paternalista en zonas con pobreza extrema. Da la impresión, que es mejor, más conveniente y más fácil, mantener a las 'mayorías satisfechas', el rédito y popularidad es gratificante para el gobierno de turno. De ahí las especulaciones de candidaturas como la “re-elección conyugal” y la permanencia de políticos del 'nacionalismo'. A gritos se pide una real transformación del agro rural andino, sólo así, no ahuyentaremos a la gente local de sus pueblos hacia la ciudad.

Comprendo, que la política de inclusión social del ejecutivo se presenta muy atractiva, pero eficiente no lo es, creo más por el contrario, que está extendiendo compromisos para los que vendrán; la mayoría de programas sociales aparecen, se instalan y se quedan, y siempre la historia es la misma. Ayudar a los más pobres, no es suministrarles

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