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Institución Educativa Y Formas Educativas: Hacia Una Educación Permanente


Enviado por   •  16 de Junio de 2014  •  3.044 Palabras (13 Páginas)  •  250 Visitas

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Institución educativa y formas educativas: hacia una educación permanente

Emilio Roger Ciurana

Cecilia Regalado Lobo

La educación hoy es un problema y al mismo tiempo la respuesta al problema. La educación es un problema desde el momento en que constatamos la insatisfacción que, tanto muchos profesores como alumnos, sentimos respecto a los modelos educativos que usamos y sus resultados. Al mismo tiempo, la educación es una posibilidad de solución para la generación de otro tipo de modos de acción para un mundo en constante y vertiginoso cambio. Un mundo que cada vez se vuelve más complejo y esa complejidad hay que tratar de hacerla lo más visible posible. Es decir, se nos presenta el problema de cómo asumir los cambios reales sin que estos nos atrapen y nos dejen incapacitados para gobernarlos. Por lo tanto el problema es para con la institución educativa y para con el desarrollo del ciudadano, porque, sin duda alguna, la labor fundamental de la educación es hacer posible que el ser humano sea capaz de conducirse en la vida y sea capaz de interactuar con sus congéneres del modo más amable posible. Decimos “amabilidad” con toda la intención y su carga creadora de nuevas significaciones y perspectivas sociales. La educación es la mejor posibilidad que el ser humano se ha dado para cultivar su disposición a la sociabilidad y al diálogo; su disposición al mantenimiento de la individualidad con conciencia de lo colectivo. Por todo ello uno de los mejores espacios con los que hasta hoy contamos para el aprendizaje de lo que es la democracia es la institución educativa. Es por ello por lo que, sobre todo la Universidad, tiene hoy que desempeñar una misión de vanguardia en la sociedad. Pero para ello la Universidad tiene que modificar algunas de las prácticas que, si en la época de Humboldt eran necesarias, hoy son francamente inoperantes para el mismo desarrollo de la Universidad. La Universidad y la sociedad no pueden vivir separadas, por lo tanto tienen que abrirse, si es que la sociedad del conocimiento tiene pretensiones de ser tal. Ese permanente contacto entre el saber y las prácticas sociales es lo que tiene que ser el objetivo fundamental de una educación permanente. Porque si hacemos de la educación una “educación permanente” estaremos consiguiendo el objetivo fundamental: la democracia del conocimiento, que es la base de una genuina sociedad del conocimiento en la que el abismo entre los que saben organizar su pensamiento y tienen la información y los que no poseen información o, aún poseyendo información no saben transformarla en acciones pertinentes cada vez sea menor. Es entonces cuando podremos comenzar a pensar en una verdadera opinión pública, no reducida a la opinión publicada ni a la manipulación de los fuertes y poderosos medios de comunicación de masas.

Sería interesante distinguir entre una educación como “instrucción” y una educación como “construcción”.

Una educación como “instrucción” es aquella en la que el otro, el alumno, es un mero receptor de información . Un depósito de información. De la cantidad de información que se ha depositado en él. En ese sentido el aprendizaje se reduce a la capacidad de acumulación del alumno. A su capacidad de metabolización mental de la información recibida. Evaluar viene a ser la respuesta a ¿cuánta información “sabe” el alumno? ¿Qué ha acumulado?. Un buen estudiante, por lo tanto, es aquél capaz de retener, memorizar y funcionar. En síntesis dentro de este tipo de educación, la educación es un acto de recepción domesticadora en el que la autonomía del sujeto no existe ni es favorecida. El profesor, por lo tanto, es el informador que queda reducido a un banco de datos con la autoridad de controlar los datos que el alumno ha sido capaz de retener. El alumno, por otra parte solo se dedica a apilar y acumular conocimientos.

Otra forma de practicar la educación es la manera “constructora” . Poner en práctica la posibilidad de que en la relación maestro / alumno surja una experiencia de aprendizaje multidimensional (experiencia mutua). El profesor entonces tiene que facilitar y posibilitar un proceso de construcción de sujetos multidimensionales, generando así una relación reticular y recursiva. Se trata, por lo tanto, de un proceso de construcción de conocimiento en la participación, en la actitud crítica y en la generación de propuestas nuevas y de posibilidades para las nuevas realidades. Nuevas realidades que necesitan de nuevas formas de mirar. Aquí es donde se puede producir lo que podemos denominar una “poética del conocimiento” en la que la práctica de la racionalidad abierta sustituiría al puro racionalismo basado en la aplicación del “programa”. Un programa en sí ni es bueno ni es malo, simplemente es. Puede ser algo mecánico o, integrado en una dimensión constructora, puede ser base para una guía orientativa del alumno y del profesor. La mayoría de las veces el programa, engarzado con el factor tiempo (programa que hay que cumplir a lo largo del curso), es un bloque no relacionado y sin estructura que anestesia la capacidad de interés del alumno por la asignatura. El alumno acumula datos sin estructura y se desinteresa. El alumno no es capaz de interiorizar los datos ni al mismo tiempo es capaz de descentrarse, de ampliar su marco cognitivo, de relativizar. Por lo tanto todo queda reducido a una compartimentación de disciplinas sin sentido: un mero consumo de “saberes” en los que la capacidad de producción y de organización por parte del alumno y del maestro queda anulada. Se da un proceso de saturación informacional en el alumno, que no tiene tiempo de incorporar nada. Los profesores, exponemos o dictamos, dentro de esta dinámica.

Si nos acercamos a una currícula universitaria, por ejemplo, la de la licenciatura en Filosofía, nos encontramos con que desde el primer año ya comenzamos con asignaturas que asignan datos, información. Ya tenemos al alumno dispuesto a coger apuntes y a repetirlos en el examen. No existe desde el principio una práctica transdisciplinar (por parte del profesor) que dé cuenta de la manera en que se articulan las diferentes asignaturas de una carrera, de un curso. Una práctica que enseñe a construir sentido. No que produzca sentido, sino que ayude a construirlo. La palabra “Introducción a ...” no aparece en las curriculas. Ni siquiera el alumno es introducido al significado de su propia licenciatura. Quizás esta sea una de las causas de la escasez de interés por aprender y por la lectura que muestran los alumnos. Y los profesores nos escandalizamos de ello, pero no

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