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Inversiones Extranjeras

olenkanina27 de Noviembre de 2014

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Inversiones Extranjeras

Alguna gente llama a los programas de libertad económica un ‘programa negativo’. Dicen:

‘¿Qué es lo que Uds. los liberales desean realmente? Están en contra del socialismo, del

intervencionismo gubernamental, de la inflación, de la violencia sindical, de las tarifas de

protección... Uds. dicen ‘no’ a todo’.

Yo llamaría a esta declaración una poco profunda y prejuiciada formulación del problema.

Por que es posible formular un programa liberal en una forma positiva. Si una persona

dice: ‘Yo estoy en contra de la censura’, no es negativa; está a favor que los autores

tengan el derecho de determinar lo que desean publicar, sin interferencia del gobierno.

Esto no es negativismo, es precisamente libertad. (Desde ya, cuando uso el término

‘liberal’ con respecto a las condiciones del sistema económico, quiero significar liberal en el

antiguo sentido clásico de la palabra)

Actualmente, la mayor parte de la gente considera las notables diferencias en el nivel de

vida de diferentes países como insatisfactoria. Hace doscientos años atrás, las

condiciones en Gran Bretaña eran mucho peores que lo que hoy son en la India. Pero en

1750 los Británicos no se llamaban a sí mismos ‘subdesarrollados’ o ‘atrasados’ porque no

estaban en situación de comparar las condiciones de su país con las de países en los

cuales las condiciones económicas eran más satisfactorias. En la actualidad, todos los

pueblos que no han alcanzado el nivel de vida promedio de los EEUU creen que hay algo

que no está bien en su propia situación económica. Muchos de estos países se llaman a sí

mismos “países en desarrollo” y – como tales – piden ayuda de los así llamados países

desarrollados o súper-desarrollados.

Permítanme explicar la realidad de esta situación. El nivel de vida es más bajo en los

denominados ‘países en desarrollo’ porque la utilidad promedio proveniente del mismo tipo

de trabajo es más bajo en esos países que en algunos países de Europa Occidental,

Canadá, Japón y – especialmente – los EEUU. Si tratamos de averiguar las razones de

esta diferencia, debemos entender que no se debe a la inferioridad de los trabajadores u

otros empleados. Prevalece en algunos grupos de trabajadores Norte Americanos una

tendencia a creer que ellos son mejores que otra gente – que es a raíz de su propio mérito

que están obteniendo salarios más altos que otra gente.

Solamente sería necesario que un trabajador Norteamericano visitara otro país – digamos

Italia, de donde provienen muchos trabajadores Norteamericanos o sus antepasados – que

no son sus cualidades personales sino las condiciones prevalecientes en el país las que

hacen posible que el gane salarios más altos. Si un Siciliano emigra a los EEUU, muy

rápidamente estará ganado un salario de un nivel habitual en los EEUU. Y si el mismo

hombre vuelve a Sicilia, descubrirá que su visita a los EEUU no le ha dado cualidades que

le permitan ganar, en Sicilia, salarios más altos que sus paisanos.

Ni tampoco puede explicarse esta situación económica dando por sentado algún tipo de

inferioridad en los empresarios que actúan fuera de los EEUU. Es un hecho que fuera de

los EEUU, Canadá, Europa Occidental y ciertas partes de Asia, el equipamiento de las

fábricas y los métodos tecnológicos empleados son considerablemente inferiores a los que

se encuentran dentro de los EEUU. Pero esto no se debe a la ignorancia de los

empresarios en esos países subdesarrollados. Ellos saben muy bien que las fábricas en

los EEUU y Canadá están mejor equipadas. Ellos saben todo lo que es necesario saber

sobre tecnología, y si no lo saben, tiene la oportunidad de aprender lo que necesitan

conocer a través de libros de texto y de revistas técnicas que diseminan este

conocimiento.

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Nuevamente: la diferencia no es la inferioridad personal o la ignorancia. La diferencia es la

disponibilidad de capital, la cantidad de bienes de capital disponibles. En otras palabras, el

monto de capital invertido por unidad de población es mayor en los así llamados ‘países

desarrollados’ que en los llamados ‘países subdesarrollados’.

Un empresario no puede pagar a un trabajador por encima del valor agregado por el

trabajo de este empleado al valor del producto. No puede pagarle más que lo que los

clientes están dispuestos a pagar por el trabajo adicional de este trabajador individual. Si le

paga más, no lo recuperará de sus clientes. Incurrirá en pérdidas y, como he indicado una

y otra vez y todo el mundo sabe, un empresario que sufre pérdidas debe cambiar sus

métodos de hacer negocio o irá a la quiebra.

Los economistas describen este estado de cosas diciendo que ‘los salarios son

determinados por la productividad marginal del trabajo’ Esto es solamente otra forma de

expresar lo que ya he dicho antes. Es un hecho que la escala de salarios es determinada

por el monto por el cual el trabajo del asalariado incrementa el valor del producto. Si una

persona trabaja con herramientas mejores y más eficientes puede rendir en una hora

mucho más que una persona que trabaja una hora con instrumental menos eficiente. Es

obvio que 100 personas trabajando en una fábrica Norteamericana de zapatos, equipada

con las más modernas herramientas y máquinas, producen mucho más, en el mismo

período de tiempo, que 100 obreros del calzado en la India, que deben trabajar de una

forma menos sofisticada, con herramientas anticuadas.

Los empleadores de todos estos países ‘en desarrollo’ saben muy bien que mejores

herramientas permitirán que sus empresas sean más rentables. Les gustaría construir más

y mejores fábricas. La única cosa que les impide hacerlo es la escasez de capital. La

diferencia entre los países ‘en desarrollo’ y los países ‘desarrollados’ es una función de

tiempo. Los Británicos comenzaron a ahorrar antes que todas las otras naciones. También

comenzaron antes a acumular capital y a invertirlo en negocios. Dado que comenzaron

antes, existía un más alto nivel de vida en Gran Bretaña cuando, en todos los demás

países europeos, existía todavía un más bajo nivel de vida. Gradualmente, todas las otras

naciones, comenzaron a estudiar las condiciones Británicas y no les fue difícil descubrir la

razón de la riqueza de Gran Bretaña. Así comenzaron a imitar los métodos Británicos de

negocio. Dado que las otras naciones comenzaron más tarde y que los Británicos no se

detuvieron en su inversión de capitales, quedaba todavía una gran diferencia entre las

condiciones de Inglaterra y las condiciones de esos otros países. Pero algo ocurrió que

hizo desaparecer la ventaja de Gran Bretaña. Lo que sucedió fue el mayor evento en la

historia del S. XIX, no solamente en la historia individual de algún país. Este gran evento

fue el desarrollo, en el S. XIX de la inversión extranjera. En 1817, Ricardo, el gran

economista Británico, daba por sentado que el capital podía ser invertido solamente dentro

de las fronteras de un país. Daba por hecho que los capitalistas no tratarían de invertir en

el extranjero. Pero unas pocas décadas más tarde, las inversiones de capital en el exterior

comenzaron a jugar un importantísimo rol en los asuntos mundiales.

Sin inversión de capital, habría sido necesario para las naciones menos desarrolladas que

Gran Bretaña, comenzar con los métodos y la tecnología con que los Británicos habían

comenzado al principio y la mitad del S. XVIII, y lentamente, paso a paso – siempre muy

por debajo del nivel tecnológico de la economía Británica – tratar de imitar lo que los

Británicos habían hecho.

Les habría tomado – a estos países – muchas, muchas décadas para alcanzar el nivel de

desarrollo tecnológico que Gran Bretaña habría alcanzado cien o más años antes que

ellos. Pero el gran evento que ayudó a estos países fue la inversión extranjera.

Inversión extranjera significaba que los capitalistas Británicos invirtieron capital Británico

en otras partes del mundo. Primero invirtieron en aquellos países Europeos que, desde el

punto de vista de Gran Bretaña, tenían escasez de capital y estaban retrasados en su

desarrollo. Es un hecho bien conocido que los ferrocarriles de la mayoría de los países

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Europeos, y también los de EEUU, fueron construidos con la ayuda del capital Británico.

Como Uds. saben, lo mismo ocurrió en este país, Argentina.

Las compañías de gas en todas las ciudades de Europa también fueron británicas. A

mediados de la década de los 1870s, un Británico, autor y poeta, criticó a sus

conciudadanos. Dijo: ‘Los Británicos han perdido su antiguo vigor y no tienen más nuevas

ideas. No son más una nación importante, con liderazgo en el mundo’. A lo cual Herbert

Spencer, el gran sociólogo, contestó: ‘Mire el continente Europeo. Todas las capitales

Europeas tienen luz porque una compañía de gas Británica les provee el gas’.

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