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LA DULCE NIÑA ANGELICA

eltriunfador05Síntesis29 de Mayo de 2014

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LA DULCE NIÑA ANGELICA

POR YANMARCOS RODRIGUEZ

Angélica es una niña de 10 años de edad, actualmente cursa tercer grado de primaria en una escuela oficial. Ella es una niña que ha tenido que luchar mucho, pues en su vida ha enfrentado situaciones muy particulares. Angélica nació prematuramente, a los siete meses de gestación, sin ningún problema aparente. A los ocho días de nacida, sufrió un problema que los padres describen como “anginas”; fue tratada con penicilina, presentó reacción alérgica y requirió hospitalización por quince días, sufriendo deshidratación severa. Poco a poco se fue recuperando en su peso y en su desarrollo, aunque este último de manera lenta. Comenzó a caminar a los dos años de edad y sus primeras palabras las dijo a la edad de tres años. La niña ingresó al jardín de niños cuando contaba con cuatro años. Su desempeño no se consideraba bueno, tenía severas dificultades para atender y comunicarse con sus compañeros y la maestra la canalizó a un CAPEP. Posteriormente, fue enviada a una institución oficial dedicada a la atención de los problemas de comunicación, para que le realizaran una evaluación. Como resultado, se informó que la niña tenía discapacidad intelectual y que se debía canalizar a una escuela de educación especial. Los padres de la niña siguieron las instrucciones que les dieron y Angélica empezó a asistir a un grupo de estimulación temprana. Al siguiente ciclo escolar, laniña pasó a un grupo de preescolar de niños con discapacidad intelectual en la escuela especial. Pasado un tiempo, la preocupación volvió a los padres, quienes empezaron a observar en la niña diversas conductas que les parecían inadecuadas y regresivas, pues imitaba a los otros niños de la escuela, hacía berrinches fuera de la escuela, dejó de relacionarse con otras personas y perdió mucha de su iniciativa. Al concluir el año escolar (la niña no fue promovida de grado), los padres de Angélica decidieron sacarla de la escuela especial y solicitaron inscripción para su hija en una primaria regular. La niña fue aceptada en un grupo integrado e inició ahí su primaria. Inmediatamente, recibió atención del equipo de apoyo por medio de la psicóloga y terapeuta de lenguaje, quienes entrevistaron a los padres y posteriormente se comunicaron con el personal de la escuela especial, quienes opinaron que, evidentemente, los padres no querían aceptar el problema de la niña, y si la primaria ya la había aceptado, ellos no tenían nada más que hacer; de cualquier manera, le guardarían su lugar en la escuela especial pues seguramente la canalizarían de regreso.

Angélica empezó a trabajar junto con los demás niños del grupo integrado.

No se relacionaba con sus compañeros, pero ellos la ayudaban y protegían. No fue posible realizar una valoración de aprendizaje ni de lenguaje, era sumamente difícil establecer comunicación con ella. Se consideró indispensable contar con una nueva valoración auditiva pues la terapeuta de lenguaje no consideró confiable la que se le realizó a los cuatro años de edad y que reportaba audición normal. La maestra de grupo veía que la niña no tenía un rendimiento similar al de sus compañeros, pero no creía que tuviera discapacidad intelectual.

Por múltiples dificultades burocráticas, el estudio se prolongó durante muchos meses, de tal manera que se buscó una institución particular para que se le atendiera. Se hizo un gran esfuerzo, los padres de Angélica trabajaban como empleados en una casa y los patrones les ayudaron. Cuando por fin se conocieron los resultados del estudio, se encontró que Angélica presentaba hipoacusia severa a tonos altos, con un promedio de tonos audibles para el oído derecho de 80 dB y para el oído izquierdo de 75 dB. Es decir, sólo era capaz de oír una conversación con voz muy fuerte, a una distancia de 40 centímetros aproximadamente y, aún así, no distinguía muchos sonidos. Nuevamente, los patrones de los señores les ayudaron para comprar los auxiliares auditivos. La niña inició terapias de lenguaje por las tardes y se le siguió dando apoyo para que lograra el aprendizaje de la lengua escrita. Los avances de Angélica fueron sorprendentes, pero no alcanzó el nivel suficiente para ser promovida. Continuó en grupo integrado durante un año más y aunque su lenguaje aún no era muy bueno, avanzó mucho en el aprendizaje de español y matemáticas; persistía una importante dificultad para que la niña se comunicara con otras personas. Por motivos administrativos, desaparecieron los grupos integrados. Angélica pasó a segundo grado, y se le inscribió en el turno vespertino en otra escuela para que pudiera asistir por las mañanas a una escuela especial de audición.

En un principio, su nueva maestra se desesperaba porque la niña no quería hablar y consideró que debía obligarla aunque tuviera que regañarla y llorara.

Poco a poco, tanto la maestra como la niña se fueron adaptando. Ahora, Angélica cursa tercer grado, se comunica con sus compañeros, es capaz de llevar recados y solicitar lo que necesita. En sus últimas vacaciones, sus papás la mandaron con unos familiares que viven en Puebla; la niña estuvo ahí, con su hermano menor, durante más de diez días. Ella regresó muy contenta. Los padres de Angélica están más tranquilos porque Angélica cada día está mejor, aunque temen un poco por el futuro. Ellos saben que les falta mucho camino por recorrer y que se pueden encontrar con más dificultades

Autor

YANMARCOS RODRIGUEZ

Dinora

Dinora es una niña de cuatro años que presenta una discapacidad motora y

que por primera vez asiste a un jardín de niños regular. Es hija única. Su

madre tiene 27 años y es trabajadora social, aunque no ejerce por estar dedicada a las labores del hogar y al cuidado de la niña. Su padre tiene 28 años y

es licenciado en educación primaria y maestro de música en una escuela secundaria.

El embarazo de la madre se presentó con dificultades a partir del tercer

mes de gestación, debido a su presión alta. Por esta razón, se tuvo que realizar una cesárea al momento en que Dinora nació. La niña estuvo en la incubadora y a los cinco días fue operada para colocarle una válvula en la cabeza, ya

que presentaba hidrocefalia. A los siete meses volvió al hospital porque era

necesario arreglar la válvula y esto implicó que se le realizaran cuatro operaciones.

En la escuela, Dinora es considerada como una niña muy dulce. Es risueña

y platica constantemente con sus compañeros de grupo. Cuando se siente

abrumada se enoja y les pide que se vayan. Es lenta para realizar sus trabajos

y constantemente pide ayuda de sus compañeros. Sin embargo, en ocasiones

es manipuladora y a pesar de que su lenguaje es poco claro, casi siempre

consigue lo que quiere.

Al ingresar al jardín de niños se realizó una evaluación en la que se encontró lo siguiente:

Dimensión afectiva. Dinora mostraba poco interés por involucrarse en las

actividades grupales, manifestando que no podía realizarlas, lo que ocasionaba un retraso en la adquisición de nuevos conocimientos. Con sus compa-

ñeros se mostraba dependiente con la finalidad de que le realizaran todas las

actividades. Al mismo tiempo manifestaba conductas egocéntricas, ya que no

compartía materiales de trabajo, juegos, etcétera.

Dimensión social. La niña presentaba desconocimiento de las costumbres y

tradiciones propias de su comunidad. Sin embargo, mostraba gran interés en

las actividades que le eran novedosas y cuestionaba sobre ellas. En relación

con la pertenencia al grupo, inicialmente mostraba mucha rivalidad con sus

compañeros y al no poder competir con ellos en igualdad de circunstancias,

buscaba otras alternativas de solución para obtener lo que deseaba.34

Dimensión intelectual. En el aspecto cognoscitivo, Dinora se ubicaba en el

nivel preoperatorio, subestadio preconceptual, era capaz de representar objetos, acontecimientos o personas en ausencia de ellos, manifestándolo a través

del juego, centrado en la función simbólica. Realizaba clasificaciones atendiendo a uno y dos atributos, analizando las propiedades de los objetos y

estableciendo relaciones de semejanza y diferencia. Aún no manejaba conceptos de tamaño, forma, dimensión y ubicación especial, ni tampoco lograba seriar objetos.

En cuanto a su lenguaje oral, se observaba que los niveles receptivos y

expresivos eran acordes con su edad, aunque presentaba dificultades para

articular. A nivel sintáctico, se ubicaba en el tercer nivel de producciones

psicolingüísticas, produciendo en su discurso oraciones compuestas. En el

aspecto semántico se observaba pobre información del medio ambiente, manejando un discurso lineal. En lo pragmático era capaz de respetar turnos y

un manejo adecuado de habilidades de conversación en cuanto a claridad,

cantidad, cualidad y sinceridad. Se observaban dificultades para establecer

una comunicación directa con algunos adultos y optaba por preguntar a sus

compañeros cuando no entendía un cuestionamiento o instrucción.

Dimensión física. En la integración del esquema corporal se observó que

Dinora no tenía conocimiento de las partes de su cuerpo. En las relaciones

espaciales aún no manejaba conceptos de arriba-abajo, derecha-izquierda,

cerca-lejos, ni se ubicaba en el espacio en relación con objetos ni personas. En

la ubicación temporal

...

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