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LA HISTORIA DE MARTINA Y TALVEZ


Enviado por   •  6 de Junio de 2017  •  Apuntes  •  2.128 Palabras (9 Páginas)  •  111 Visitas

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LA HISTORIA DE MARTINA Y TALVEZ

Era una niña muy curiosa, Martina. Vivía con sus padres en una ciudad grande tumbada en un valle, justo en la mitad del mundo, cerca de  un volcán alto y medio dormido. Sus ojos tenían el color de las almendras, su pelo era una maraña de rizos y la peineta siempre esperaba que no le tocase penetrar en esa selva porqué le daba un miedo atroz.

Una tarde Martina estaba sentada en el piso de  su cuarto, grande, lleno de juguetes y con una televisión que le permitía ver los DVD que tanto la hacían reír. Se miraba alrededor, aburrida. La lluvia mojaba los vidrios de la ventana, las nubes cubrían toda la parte de cielo que podía ver. No tenía ganas de hacer nada: ni de colorear los cuadernos de dibujos  que le había regalado su abuelito, ni de componer los rompecabezas con las figuras de las heroínas de los cuentos de hadas cómo Blancanieve y  Cenicienta, demasiado buenas y afortunadas.

De repente, un brillo capturó su atención, justo debajo de su cama. Alargó la mano derecha y con sorpresa encontró un centavo.

  • ¡Ay, trátame con cuidado, soy una moneda! – se quejó de inmediato el pequeño centavo.

Martina se paró, asustada: ¿estaba soñando o había escuchado una voz? Abrió su mano con delicadeza:

-Disculpa, no quise hacerte mal. Cómo te llamas?

-Tal vez. Y tú?

-Yo Martina. Pero, que nombre raro te pusieron tus papás!

-Tienes razón, es que ellos siempre me decían que la vida nunca está segura y que siempre hay que dudar y ponerse preguntas, para poder crecer y aprender.

-Ahhh, entiendo. Pero, dime, desde cuanto estás aquí debajo de mi cama?

-Desde una semana, creo. Estaba cansado. Sabes, vivía con muchos hermanos en una hucha de un niño que ahorraba para poder comprarse un par de zapatos nuevos hasta que un día un ladrón entró a su casa y se llevó la hucha, pensando encontrar mucho dinero. Pero cuando la abrió  se enojó muchísimo porque encontró solo centavitos y nos lanzó de la ventana. Qué susto!  Me imaginaba también la decepción del pobre chico: zapatos adiós! Bueno, con todo me encontré solo, sin mis hermanos, en una vereda. Qué tristeza!  Podía ver  suelas y más suelas, vivía con el temor de que me aplastaran, me sentía inútil y quería volver a mi casa.

Martina se sentía conmovida. Qué historia, pobre Tal vez.

-Por suerte una viejita me vio: no me despreció por ser solo un centavo, al revés me recogió comentando que yo daba mucha suerte a quien me encontraba y me puso en lo que llaman una cartera. Allí me tocó presentarme a señores con valores mucho más altos que el mío: el cinco, el diez, el veinticinco, el cincuenta centavos, todos obedecían a un señor muy presumido que tenía puesto, cómo yo, el número uno y yo no entendía porque se creía tan importante.

No me quedé mucho tiempo en esa cartera. La viejita me utilizó con otras monedas para comprarse un pan, y desde aquel momento empezó mi vida de vagabundo, de una mano a otra, de un bolsillo a una mano hasta llegar en el bolso de tu mamá y caerme al piso, muerto de cansancio. Y tú me encontraste.

-Qué vida animada, no cómo la mía, tranquila y sin sorpresas, de mi casa al jardín, del jardín a la casa de mis abuelos, pocas veces al Condado a mirar los juguetes que me gustaría comprar o que me regalen! – comentó admirada Martina.

- Será, pero a ti te quieren, a mi sólo me utilizan y con un poco de desprecio por mi poco valor. Te gustaría ser mi amiga, Martinita?

-Claro que si, te voy a dar un beso para demostrarte que no miento!

Cogió el centavo en sus manos, lo acercó a sus labios y…Tal vez cayó en su boca, la lengua de Martina lo empujó atrás y desapareció en la garganta.

La niña se quedó de sal, inmóvil, sorprendida, asustada. Y ahora? Se tocó el estómago pero le pareció normal: donde estaría Tal vez? Mejor preguntar a la mamá, que siempre encontraba respuestas a todas sus preguntas, por raras que fuesen.

Gabriela, su mamá, estaba leyendo, tumbada en un sillón, un libro policíaco y estaba a punto de descubrir el asesino cuando Martina se le acerca:

-Mamá, tengo una pregunta.

-Martina, puedes esperar por favor cinco minutos? Déjame acabar con el libro, sólo me faltan pocas páginas.

-Pero mamá, es urgente.

-Por favor, no molestes, espera un ratito, mi amor.

-Mamá, es que me he tragado un centavo…

Gabriela se levantó dejando caer el libro:

  • Qué? Te tragaste un centavo? En serio, Martinita? Estas bromeando, verdad? Oh Dios mío, y ahora? Nos toca ir al hospital, cuéntame, qué loquita eres, y porqué lo hiciste, llamemos el abuelito para que nos acompañe, ojalá conteste, ponte tus zapatos y la chompita azul, por favor,  haló papi, ven rápido por favor, la Martina se ha tragado un centavo, si, es verdad, no se ni porque ni cómo, te espero en la calle en cinco minutos, gracias, donde estarán mis zapatos, y la cartera, vamos a necesitar plata, pero Martina, dime, cómo te sientes? Bien? No te falta el respiro, no, verdad…

Martina escuchaba con mucha maravilla su mamá, la miraba mientras corría para adelante y para atrás, no entendía su preocupación, se preguntaba que diablo había hecho tan grave para tener que irse al hospital, para que involucrar el abuelito que seguramente estaba trabajando con sus sierras en el taller recién armado en su casa. Tal vez estaba tranquilo en su estómago, era o no su amigo, y se quedaría allí hasta aburrirse…Con todo no se atrevía a contradecir su mamá: se puso los zapatos y la chompita azul  y sin hablar bajó la escalera con ella que casi no lograba poner el candado a la puerta principal tan grande  era su agitación.

No pasaron ni dos minutos cuando vieron acercarse  el carro del abuelito: iba muy rápido, normalmente viajaba despacio, muy prudente, pero ahora parecía manejar un carro de la Formula 1. Les abrió la puerta de atrás:

-Súbanse, rápido, vamos. Cuenta, Martina, mi reina,  que pasó?- preguntó intentando dar a su voz la impresión de una calma que realmente no sentía.

-Nada, estaba conversando con mi amigo Tal vez, un centavito sin familia, me contó la historia de su vida, me preguntó si quería ser su amiga, le di un besito y él decidió quedarse conmigo para siempre. Porque vamos al hospital?

...

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