LA NARANJA MECANICA
kriztelljhoanyyyTesis27 de Marzo de 2012
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Ensayo “LA NARANJA MECANICA”
Observamos un zoom desde el ojo de Alex, el protagonista, quien tiene en uno de sus ojos una enorme pestaña postiza. Este zoom nos indica precisamente que la mirada subjetiva del personaje, cuyo adorno puede interpretarse como su visión propia y única del universo que le rodea. Observamos también que se encuentra rodeado de un grupo de “compañeros”, todos vestidos de blanco. Los personajes extraen el líquido de unas estatuas femeninas, precisamente de sus pechos, lo que nos demuestra aún más en la dimensión que nos quiere mostrar el director.
La mirada de estos personajes, en especial la de Alex, tiene mucho que decir: es una mirada profunda, cuya evolución será parte importante dentro de la historia y, en especial, del personaje principal.
Posteriormente viene el ataque al ebrio anciano dentro de un túnel tenemos a un pobre viejo borracho que simplemente no calza en el mundo desarrollado, Cuando este anciano es atacado por el grupo, desde ya notamos que éstos cometen su fechorías de manera bastante especial, entonando viejas canciones que nos da a entender la locura de estos jóvenes. El ataque nada tiene que ver con dinero, sólo es atacar por atacar, sin tomar en cuenta la debilidad de la víctima, de la imposibilidad de defensa que posee este anciano. Pero a los jóvenes no les importa. Y estos se deleitan con la debilidad de la víctima. Posteriormente, se nos presenta otra contradicción. En un gigantesco teatro, ve como una pandilla rival ataca salvajemente, al igual que ellos al anciano, a una hermosa joven. La tienen desnuda y se disponen a atacarla. Pero esto les parece mal a los “drogadictos” quienes, más que ir en su defensa, buscan el enfrentamiento con la banda enemiga con el afán de “marcar territorio”.
Observamos la pelea nuevamente tenemos que los protagonistas se enfrentan en una batalla armónica, con un salvajismo bastante particular, casi un goce sexual al luchar con la banda enemiga.
Mientras van conduciendo a toda velocidad su pequeño auto por una carretera, atropellando a seres indefensos como un pobre ciclista, volvemos a detener la atención en la mirada de Alex: su sed de destrucción aumenta cada vez más y nada parecerá detenerlo. Mientras más fechorías comete, más crece el deseo de Alex por hacer daño.
Alex demuestra que es todo un caballero, psicópata. Esto nos hace reflexionar que, en un mundo donde supuestamente está todo, algo pasa que algunos deciden simplemente salirse de toda regla. Son los jóvenes que buscan algo más, y que lo encuentran en actos despiadados. Sin duda es un retrato bastante triste de la juventud.
Nuevamente el ataque de Alex y sus amigos estará acompañado por disfraces aquellas máscaras con narices largas nos vuelven a demostrar que esto no es más que una diversión para ellos. El escritor dueño de casa, un viejo concentrado en su literatura, se siente horrorizado al contemplar el salvaje ataque de los jóvenes a su señora, mientras es salvajemente golpeado y obligado a contemplar el ultraje de su esposa.
Esta escena, acompañada del canto de Alex, la mezcla que se produce entre el brutal ataque y el canto armónico de Alex nuevamente nos induce a un estado paradójico, en donde volvemos a adentrarnos en un mundo de doble estándar, y donde confirmamos la locura de los jóvenes, especialmente del protagonista.
En su habitación, confirmamos el carácter culto protagonista: vemos un gigantesco cuadro de Beethoven, con una mirada profunda que alumbra el cuarto. Los padres de Alex parecen absolutamente pasivos antes sus acciones, sabiendo que ha delinquido y sigue delinquiendo, pero auto negándoselo (típico caso). Por lo mismo, la complacencia de los padres será fundamental en la construcción de su personaje: tenemos el típico caso de un “niño mimado” por sus padres, quienes no le prestan la suficiente atención. Sus padres son el reflejo de una sociedad ciega ante las crecientes necesidades de la juventud en estos tiempos.
A la mañana siguiente, una especie de tutor llega a despertar a Alex. Este personaje, notablemente más represivo que los padres, no demuestra preocupación por el joven, sino más bien por las barbaridades que hace. Es el “alguacil” de su vida, quien en vez de intentar ayudarlo, sólo lo amenaza. Cuando agarra sus genitales con fuerza, demuestra la represión que puede ejercer sobre Alex -el uso de la fuerza por sobre la razón-, haciendo que Alex asienta pero, sin duda, no que tome realmente tome en serio las amenazas. Es la reacción natural hacia la fuerza: en el momento ceder, pero una vez que desaparece, se vuelve al mismo estado. En otras palabras, de nada sirve que la fuerza predomine sobre la razón. Sólo sirve para engendrar más odio y violencia, tal como sucede con Alex, quien a pesar de recibir castigos continúa con lu locura, cada vez más macabra.
Después vemos que Alex va a una tienda a satisfacer dos deseos: adquirir música nueva y buscar mujeres para saciar su apetito sexual. Ambas cosas las consigue y con una elegancia brillante. Con los vendedores nos damos cuenta que Alex es un experto en la música docta, mientras saluda galantemente a no una sino que a dos bellas jóvenes damas. Alex las seduce con su música, con su encanto innato. Ellas caen rendidas a sus pies. Tenemos aquí claros rasgos del machismo que afecta en gran medida a la humanidad. En este sentido, Kubrick no hizo una crítica, tal vez incluso era machista el hombre, pero ilustra de manera perfecta el actual estado de las relaciones hombre-mujer. Para qué estamos con cosas.
El asunto es que Alex consumó el acto sexual -y de qué manera- con ambas damas, sin absoluto rasgo de sentimientos de por medio. La escena de sexo que nos regala Kubrick es, quizás, una de las más pornográficas que se han hecho en Cine de carácter popular y no clandestino. Pero con su mano maestra, fue capaz de convertirla en una obra de arte por excelencia, acompañada de “Guillermo Tell” de Rossini. Rodándolo en cámara rápida, Kubrick nos enseña el sentido banal de nuestras relaciones. Además, durante el resto de la película se hace cero referencia a la vida sentimental del protagonista. De hecho, en ninguna parte de la película aparece un “amor” de Alex (más que su culebra y su música). Y quizás es eso lo que diferencia a “La Naranja Mecánica” de las otras películas: que no tiene una historia de amor. Simplemente presenta una historia humana, tomando a Alex como referencia: es él la naranja. En fin.
La cosa es que según datos, 28 minutos de sexo orgiástico fueron filmados en cámara rápida. Qué recurso más elegante y brillante.
Más tarde, en una típica tarde de vagos, y después de que los “drugos” y Alex ya tuvieron sus primeros problemas, el protagonista, con su arrogancia y brutalidad comunes, nuevamente les demuestra a los chicos su poderío.
Pero después, cuando Alex ha supuestamente accedido a “cambiar las reglas” de su relación con ellos, los lleva a la orilla de un Río, en un paisaje frío, algo nos dice que está mal. Así, Alex golpea y noquea a sus tres compinches, él solo, demostrando ahora su poderío con hechos, con una violencia extrema que Kubrick, a diferencia de la escena de sexo, nos muestra en cámara lenta y también con Rossini haciendo el contrapunto: es una escena de extrema violencia igualmente hermosa, donde observamos los movimientos de ballet con que Alex les demuestra a sus secuaces quien manda. Y nuevamente lo hace mediante la violencia, esa misma violencia sádica que, por ejemplo, usaba su tutor sobre él.
Así las cosas, sus supuestos camaradas -todos heridos por la golpiza que les propinó Alex- lo inducen a cometer un gran golpe en la casa de una mujer. Evidentemente, el impetuoso joven accede y es el primero en tomar la iniciativa, demostrando de esta forma su liderazgo. Para entrar, utiliza la misma fórmula que antes, mas no le resulta y entra por una ventana. La casa es una lujosa mansión, llena de gatos, decorada con extraños objetos tipo “pop art”, incluyendo un falo de porcelana gigante, en el cual Alex ve reflejado todo su poderío de macho, la fuerza animal que lo empuja a hacer las cosas que hace. De hecho, luego que la mujer lo descubre, es con el mismo falo que le dará muerte a la infortunada señora. Ella, histérica ante la locura de su victimario, muere reventada por la sexual escultura, implicando necesariamente una relación entre el poder fálico -no sólo expresado en sexualidad- sobre los más débiles. Y qué más débil que una mujer indefensa, cuya única compañía son los gatos. Mientras, la mujer se defiende con un busto de Beethoven, autor predilecto de Alex. Aquí vemos la lucha entre el poder irracional -el falo- y el racional. Vemos también enfrentadas a la parte animal y la humana de Alex.
Y son estos mismos gatos quienes rodearán a Alex luego de consumado su delito. Ellos, con pose acusadora y astuta, son los testigos de lo que acaba de hacer Alex: un homicidio. Pueden considerarse su conciencia, más aún sabiendo que, al igual que estos astutos animales, sus propios amigos lo han traicionado. Y con la misma blanca bebida alucinógena que compartían, Dim, el “drugo” más afectado por los arrebatos de violencia de Alex, le quiebra una botella en la cara, dejándolo indefenso ante la inminente llegada de la policía.
En la estación, los policías lo degradan hasta más no poder. La mirada de Alex sigue desafiante, pero su herido rostro, después adornado de un escupitajo de su tutor, demuestra que el protagonista ha perdido algo de esa vitalidad que lo caracterizaba.
Cuando llega a la cárcel, una moderna y grandilocuente construcción, comienza a ceder la persona de Alex ante el “sistema”. Todos los
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