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LOS VALORES SON PATRIMONIO CULTURAL Y ELEMENTO ESENCIAL EN EL DESARROLLO DE LAS POTENCIALIDADES HUMANAS


Enviado por   •  28 de Julio de 2013  •  3.002 Palabras (13 Páginas)  •  518 Visitas

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Ensayo:

LOS VALORES SON PATRIMONIO CULTURAL Y ELEMENTO ESENCIAL EN EL DESARROLLO DE LAS POTENCIALIDADES HUMANAS

“Para que el ser humano pueda captar una perfección, algún misterio del universo o de la vida, requiere dos condiciones: Una educación intelectual; y, alto nivel ético”

José Ingenieros

Introducción

Puede que parezca increíble que en la primera década del siglo XXI, muchos de los pueblos del mundo aún estemos sonando con la universalización de la educación básica o elemental, sin embargo es una realidad, los gobiernos de los países latinoamericanos especialmente se esfuerzan por que su política educacional de mayor cobertura a los sectores marginados, por que han tomado conciencia que la vía para el fortalecimiento de sus economías será únicamente si se eleva la calidad de su educación y se da mejor preparación de los hombres y mujeres de las diferentes sociedades.

Si bien “existe un consenso, de que todos los niños y niñas asistan a una escuela para empoderarse de manera efectiva de los conocimientos, habilidades y actitudes para participar exitosamente en el desarrollo de sus pueblos,” es necesaria la identificación de los factores escolares y sociales que tienen alguna relación con el aprendizaje y con el desarrollo humano de las personas, puesto que, bajo el supuesto de que la influencia de condiciones socioeconómicas y culturales externas al sistema educativo condicionaban el éxito o fracaso escolar y que muy poco podía hacerse al interior de las escuelas, para ajustarlas al contexto y a la realidad concretas.

Hoy está claro que el mejoramiento de la calidad de vida de las sociedades esta directamente relacionado con el mejoramiento de la calidad de la educación, y está a su vez se liga al desempeño profesional del docente, podrán perfeccionarse los planes de estudio, programas, textos escolares; construirse magníficas instalaciones; obtenerse excelentes y modernos medios de enseñanza, pero sin docentes eficientes no habrá mejoramiento de la educación y mucho menos de la calidad de vida de las personas.

Entre las diversas acciones que pueden realizarse para lograr un buen desempeño de los y las docentes, la práctica vivencial de los valores juega un papel de primer orden, los valores son patrimonio de la cultura y constituyen un elemento esencial de la formación integral, son el punto de partida para una realización armónica del individuo, de ahí que es necesaria la promoción, adquisición y el fortalecimiento de actitudes que permitan asumir y vivenciar el sentido de libertad, justicia, identidad nacional, solidaridad, honestidad, responsabilidad, democracia, amor a la verdad, etc., a través de los cuales el individuo puede incidir en el proceso de transformación social y humana de los pueblos.

No obstante, “la práctica vivencial de los valores no ha sido un tema prioritario en América latina” , lo que no significa que no hayan existido esfuerzos por que la escuela y la sociedad los practiquen de manera efectiva y real.

En tal sentido, los criterios sobre la enseñanza de valores difieren mucho unos de otros, pero en lo que sí parece darse una constante, es en la necesidad de su promoción y práctica desde los primeros años en la familia, la escuela y la sociedad.

Sin embargo, la práctica docente en el aula se ha centrado en los contenidos de las disciplinas particulares con un craso desconocimiento de los contextos socio-culturales y de los múltiples intereses que gravitan en torno al sistema educativo y a la capacidad de éste para reproducir o transformar los mundos de sentido cultural. Esto ha conducido al empobrecimiento y a la baja pertinencia de los contenidos respecto de los valores y de las necesidades espirituales y sociales.

Valores humanos: experiencia y acción.

Los valores han sido analizados desde las perspectivas sociológica, psicológica y transcultural, dejando todas entrever la complejidad de su naturaleza y su importancia en la construcción de saberes y conocimientos, que según sea la capacidad crítica y de autoconciencia del ser humano influirán en el desempeño social. Por tanto es obvio que la educación juega un papel importante en la reproducción y transformación de los valores.

Los valores, en la práctica educativa representan las “capacidades que tiene el individuo para actuar, para incidir en el otro y para ingresar a la realidad.” Es por esto que toda acción educativa pensada y reflexionada cobrará validez, en tanto, pueda ser confrontada con la realidad, y surja de ésta como experiencia dialéctica entre el sujeto y su realidad concreta.

“La categoría de actitud, del enfoque sociológico de los valores, permite la interpretación de la intencionalidad de los mismos, en cuanto median como conectores entre las actitudes intrasubjetivas y las estructuras culturales intersubjetivas, es decir está ligado a la acción social lo que permite el estudio posterior de las motivaciones que influyen en las formas, la selección, los medios y los fines de las acciones humanas.

De la tradición psicológica, vale la pena resaltar: las tipologías de las necesidades humanas establecidas bajo el principio de prepotencia relativa, motivos y valores de Maslow; y de Rokeach, la definición de los valores como creencias transituacionales, jerárquicamente organizadas y orientadoras de lo social y de lo individual, y la diferencia que hace entre valores terminales y valores instrumentales. Es oportuno subrayar que el método ideado por Rokeach de auto confrontación, para el cambio de valores, y su intento de clasificación, será aprovechado más adelante por los estudiosos de la transculturalidad.”4

Así entonces se debe aceptar que las estructuras culturales están inmersas dentro de la propia conciencia de las personas y se reproducen de manera completamente intencional en las relaciones sociales en cuanto experiencias sociales que requieren ser interpretadas en contextos más amplios de significatividad intersubjetiva de cara al influjo que las tendencias históricas, económicas, religiosas y culturales tienen en la educación.

Los valores y la acción humana.

Por la necesidad que las personas tienen de ser conscientes y de conocer por sí mismas el modo como se reproducen algunas reglas culturales, y por la ganancia que esto reporta en cuanto autonomía y libertad humana, se hace perentorio que el docente interprete en forma crítica su acción educativa y aprenda a negociar las reglas y las normas con que los otros interpretan y transforman, sus racionalidades y mundos de realidad.

Toda acción humana, más aún la educativa, supone un marco interpretativo que determina su importancia con relación al contexto social. La forma como se comprendan las acciones actuales determina la forma como se comprendan las futuras humanas las mismas que adquieren una significación que no supone “una relación lineal y automática entre experiencia nueva y marco de interpretación.”

Por tanto es axiomática la internalización de las estructuras culturales en la conciencia de las personas, y en el caso de las prácticas docentes, la mediación de éstas en su reproducción intencional, se agrega ahora, el de la necesidad de contextualizar históricamente el estudio de los valores a fin de diferenciar entre la “pretensión generalizadora de la ética burguesa, de aquella en la que de ninguna manera pueden reconocerse los excluidos de los beneficios socio-económicos y del conocimiento emancipador.” Pues la tendencia actual a fundir racionalidad tecnológica, libertad y democracia, con primer y segundo mundos, hacen que la exclusión se desplace cada vez más hacia el tercero y cuarto mundos, donde la urgencia es sobrevivir dignamente a pesar de que la utopía de la post-modernidad les retarde sus beneficios.

Visión transcultural de los valores

La visión transcultural de los valores individuales y sociales, considera que las sociedades tienen características culturales, ideológicas, históricas y económicas que las asemejan con otros grupos sociales con los que comparten tradiciones, lenguaje, religión o raza, las mismas que aportan indicadores de desarrollo cultural y social que ayudan a la planificación con miras a la transformación de las condiciones históricas, en situaciones de mayor calidad humana.

Para Schwartz “los valores son modos de adaptarse a la realidad en un contexto social en donde los grupos y los individuos transforman las necesidades inherentes a la existencia humana en lenguaje de valores y los comunica a través de sistemas de valores. Estos representan en forma de metas conscientes las respuestas que los individuos y las sociedades dan a los requisitos de: organismos biológicos, interacción social y demanda cultural de grupo” . Mientras que para Inglehart, “el impacto de los valores en el desarrollo económico de los países, han determinado nuevos ámbitos de aplicación de las metodologías interaccionistas y de los estudios positivistas de lo social,” destaca además la correspondencia y cercanía entre crecimiento económico, desarrollo industrial y sociedad del conocimiento.

Hasta aquí se puede afirmar que, los sistemas de valores a través de los cuales se expresan las metas deseables de los individuos y de las colectividades forman parte de un todo históricamente modificable, de modo que, al generarse transformación en uno de los ejes de mayor impacto cultural se puede provocar el cambio o modificación de los comportamientos, no de manera automática, pero si previsible.

En el campo educativo, que es lo que ahora nos ocupa, se podría inferir que al modificar los contenidos valorativos de la práctica docente, se modifican también, otros subsistemas del currículo. Por tanto, cuando a través de la educación se propone que los y las estudiantes además de adquirir conocimientos, formen o asimilen valores, es necesario recurrir a un tipo de relación maestro – estudiante en el que se imponga el diálogo, en el que el y la estudiante sea considerado como sujeto, dotado de independencia.

El maestro y maestra debe estar consciente que su mantener su autoridad en el aula es su responsabilidad, pero sin perderla reducirá su nivel de autoridad en la medida de lo posible hasta conseguir un grado de empatía, para que los y las estudiantes no se sientan supeditados a lo que él o ella dice, cuando intente aprender o conocer algún contenido escolar o vivenciar los valores personales y sociales, así no se fomentará en los y las estudiantes la dependencia moral e intelectual. En este sentido, el o la docente debe respetar los errores (los cuales siempre tienen algo de la respuesta correcta) y estrategias de conocimiento propias de los niños y no exigir la emisión simple de la "respuesta correcta". Debe evitar el uso de la recompensa y el castigo (sanciones expiatorias) y promover que los y las estudiantes construyan sus propios valores morales y sólo en aquellas ocasiones cuando sea necesario hacer uso más bien, de lo que Piaget llamó sanciones por reciprocidad, siempre en un contexto de respeto mutuo.

Recordemos que el acto educativo debe ser considerado como una acción eminentemente humanizadora, es decir, una acción capaz de favorecer y potenciar en los y las estudiantes la interiorización y desarrollo de valores humanos. Los valores no son directamente observables, pero sí lo son las actitudes y el respeto a las normas, así como el esfuerzo para comprenderlos y defenderlos. Su evaluación debe ser diversa pues cada actitud se puede estimar desde distintos puntos de vista y con diferentes procedimientos.

Los valores en Latinoamérica.

La mayor parte de los estudios acerca de los valores en Latinoamérica concluyen en que las motivaciones básicas de la gente, sus metas y estilos de vida, al deseo de supervivencia ante el creciente riesgo de vida en todos los aspectos, están modificando la práctica y vivencia de los valores esenciales de la sociedad.

Hay que resaltar que estas modificaciones -en algunos casos superan el 50 %-son violentas y se atribuyen a las migraciones internas y a la globalización de los medios de comunicación que introducen las prácticas sociales y culturales de los países de occidente sobre los latinoamericanos, situación que es primordial en el rol que cumplen los docentes y la educación en el esfuerzo por rescatar nuestras identidades y culturas ancestrales y la promoción y práctica de los valores como el sentido de libertad, justicia, identidad nacional, solidaridad, honestidad, responsabilidad, democracia, amor a la verdad, etc.

En este panorama global, la sociedad latinoamericana ve con preocupación la velocidad con que estos cambios son revertidos en su propio beneficio, si bien hay grupos sociales que han tomado conciencia de esta cruda realidad pero hay también quienes muestran indiferencia ante el incremento del “novelerismo y aculturarización” de nuestra sociedades, lo cual se agrava aún más con la difícil situación económica de la mayor parte de la población, con el crecimiento de los movimientos migratorios internos y externos, y con el influjo de las políticas neocolonialistas del FM , BM que impulsan los TLC y el ALCA.

Si bien nuestros países se han declarado estados laicos, las poblaciones han tenido una cultura ancestral predominantemente influenciada por la Iglesia Católica y aunque esta influencia ha decaído notablemente en algunos sectores de nuestros países, hay que tener presente algunos elementos que nos unen a más del idioma y la religión, como son los factores económicos, políticos, geográficos e históricos que marcan un legado cultural común a todos los pueblos y ciudadanos latinoamericanos. Sin embargo los cambios en el ejercicio de los valores se muestra más en la dimensión intergeneracional, por un lado, “debido a que las generaciones actuales tiene mayores posibilidades de acceso a los avances tecnológicos y por otro lado a causa de la degradación económica de los gobiernos y de la gente” , éste hecho último es determinante en el estancamiento del desarrollo de los procesos de calidad de la educación a través del acceso a niveles de conocimiento más avanzado, en la calidad de vida, y por consiguiente en la cosmovisión de mundo, hombre y sociedad, lo cual es indispensable a la hora de proyectar los programas educativos que garanticen una vida digna y el desarrollo humano pleno.

La situación de extrema dificultad que actualmente afrontan los países latinoamericanos se refleja en su sistema de valores, el énfasis en la tradición refleja la inseguridad que siente la gente y la incapacidad de ésta para prever el futuro, parecería que sienten la “necesidad de transitar entre la utopía y la nostalgia de la tradición, a pesar de los avances en la democracia los esfuerzos se quedan en la lucha interna por una democracia representativa que está lejos de ser participativa centrada en la autoexpresión y en la gestión solidaria de los recursos naturales, soberanía y derechos contemplados constitucionalmente.

Sigue siendo utópico que los sectores tradicionalmente marginados acorten la brecha existente entre la riqueza de los sectores privilegiados y su lacerante pobreza, es una especie de mito que a pesar de su tradición religiosa, encuentren precisamente en la “iglesia católica las mayores barreras en la construcción de la sociedad civil, y en el desarrollo de una autoridad racional legal, pues, la alta ingerencia de la autoridad religiosa tradicional ha sostenido, en buena medida, la relación mandato/obediencia, dominio/sumisión con la repercusión que esto tiene en la concepción del estado paternalista.”

En fin lo importante para el sistema educativo y para los y las docentes es poder equilibrar los derechos individuales con las responsabilidades sociales a fin de evitar que éstas sean dirigidas por motivos de simple satisfacción o de los intereses de los grupos de poder. Por eso “el capital social entra a balancear la relación individuo-comunidad,” sin embargo la dificultad radica en como lograr esta equidad sin perder la identidad e idiosincrasia, pues resulta paradójico que mientras más riqueza producen el sector de los trabajadores más pobres se vuelven, y mientras más valor adquieren las cosas, más desvalorizada se halla su vida. Bajo estas condiciones el ser humano no puede ejercer y vivenciar sus derechos individuales y los valores sociales y humanos.

Para los pueblos latinoamericanos en los que los individuos han llegado a creer que “el valor de la personalidad está en lo que uno tiene, acepta una imagen consumista de la felicidad, confunde libertad por libertinaje y el amor a la patria se trueca por el culto a lo extranjero,” el desafío actual es entonces: La necesidad de una educación para el cambio social, en oposición al capitalismo que produce y reproduce relaciones de desigualdad e injusticia social. Una educación que contemple y refleje los intereses de la mayoría de los ciudadanos. Una educación que promueva los derechos humanos como una herramienta que contribuya a erradicar la discriminación que afecta a la mayoría de la sociedad. En suma necesitamos de una “educación para la emancipación”.

Finalmente, el verdadero desafió de la educación y particularmente de los docentes comprometidos con la transformación social de los pueblos es la erradicación del “paradigma axiológico mandato/obediencia que durante siglos ha estructurado la vida y los valores de las sociedades agrarias, artesanales y pre-industriales y que como evidencia educativa ha generado el esquema de relación dominio/sumisión” , paradigma causante de la alienación cultural y axiológica que afecta las relaciones entre los seres humanos; por ejemplo, la drogadicción, el maltrato y el abuso infantil, el embarazo precoz, la violencia hacia la mujer, los altos índices de estrés, ansiedad y depresión, son consecuencia de la alienación de la vida.

Para superar esta lacerante alienación no se trata solamente de comprender que el neoliberalismo ha deformado nuestras sociedades, “hay que ensayar la posibilidad de superar la alienación, cuestión no solamente del pensamiento, sino un problema que debe solucionarse mediante la superación de las condiciones de vida en las que surgió” . Es aquí precisamente donde la educación juega un rol importante, que consiste precisamente en participar por el cambio social a favor de los ciudadanos a través de la formación de la conciencia y de la personalidad.

Sin embargo, formar en la niñez y juventud y en la ciudadanía la personalidad y la conciencia social consiste en la promoción de actividades de participación individual y colectiva que permitan la autorregulación de las mismas y que estén encaminadas a cuestionar la alienación, esto es a hacer valer sus derechos humanos, a respetar los recursos naturales, a fomentar la solidaridad, a promocionar la identidad cultural, a contrarrestar el consumismo, y especialmente a la defensa de la soberanía en su más amplio significado para solo así poder ejercer y vivenciar plenamente el sentido de libertad, justicia, identidad nacional, solidaridad, honestidad, responsabilidad, democracia, amor a la verdad, etc., para que indicen en la transformación social en pro de una vida digna para los ciudadanos/as.

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