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La Educación De Las Virtudes Humanas


Enviado por   •  10 de Agosto de 2014  •  1.909 Palabras (8 Páginas)  •  126 Visitas

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La Educación De Las Virtudes Humanas Y Su Concreción En La Escuela.

La Educación de las Virtudes Humanas

1. Este programa propone formar a los docentes para trabajar con los chicos la consecución de las distintas virtudes /valores humanos. Para ello se utiliza el material Para ser Feliz u otro similar como Vamos Creciendo[1]

2. Se propone primeramente un marco general antropológico y ético. Se brindan algunas herramientas prácticas como la implementación o adaptación del curso Para ser Feliz o Vamos Creciendo.

3. El programa consiste en ir capacitando a los maestros en el uso del material y efectivizarlo en las escuelas.

4. Para abastecer a las escuelas de este material está la posibilidad de imprimirlo en Salta con la ayuda de una ONG o bien traerlo directamente de origen (México o España).

5. En el Anexo I se puede ver un Libro del Alumno así como el Manual del Maestro.

La necesidad de educar en valores: Fundamentación

Es preciso tener en cuenta la complejidad y la riqueza de la persona humana, de modo que la educación en valores atienda a todas sus dimensiones, no solo a las intelectuales, sino también a las de acción, las de los sentimientos y afectos y la de la voluntad, en equilibrio y armonía, integradamente. Se ha denunciado en repetidas ocasiones que los modelos actuales de desarrollo de educación en valores no son lo suficientemente integrados como para captar la plena complejidad del carácter humano.

La educación en valores tiene componentes cognitivos, volitivos, afectivos y de comportamiento. Una vez adquirido un sistema de ideas éticas, la aplicación de las normas éticas a las circunstancias de cada situación exige el discurso racional y prudencial. Para pasar a la acción concreta, además de la decisión, hace falta la orientación de los afectos y, por otra parte, la fuerza de voluntad necesaria para que sea capaz de seguir la propia decisión. Centrarse en uno de estos aspectos supondría un reduccionismo: relativismo, adoctrinamiento, cinismo, conocimiento superficial, insensibilidad a las reivindicaciones éticas, falta de coraje ético y escepticismo sobre la perspectiva de un mundo mejor.

No cabe una actitud aparentemente neutral, ya que (con la palabra y con la conducta) siempre se parte de unos principios y se presentan unos contenidos éticos determinados, correctos o no. La diferencia entre adoctrinar y educar, en muchos casos, no está tanto en qué se enseña, sino en cómo se enseña.

El desarrollo del razonamiento ético precisa un clima en el que los alumnos expongan y defiendan su propia argumentación, y la maestra escuche con atención y respeto las reflexiones de los alumnos, procurando ofrecerles los puntos de apoyo indispensables para que encuentren por sí mismos una sólida fundamentación racional. Quien asume una actitud de diálogo sincero toma en serio su libertad y la de los demás, tiene en cuenta sus derechos y los de los demás, adopta una actitud de solidaridad propia de quien sabe que, con palabras de Terencio, nada de lo humano puede resultarle ajeno.

Enseñar a pensar, a desarrollar el propio criterio supone: capacidad de razonar sobre cuestiones éticas, de llegar a conclusiones éticas, de tomar decisiones éticas. Una persona éticamente madura ha de ser capaz de reflexionar sobre un problema ético y de emitir un juicio ético. Es más, lo que cuenta en la vida es el acto ético concreto. Si lo cognitivo-evolutivo no estuviera integrado en la vida de las personas nos encontraríamos con una suerte de esquizofrenia ética.

Pensar es requisito indispensable, pero no suficiente para una actuación ética correcta. Es necesario ayudar a los alumnos a fortalecer la voluntad con la adquisición de las virtudes a través de la actuación. Las virtudes fomentan la autoestima del escolar y su seguridad personal al proporcionarle facilidad y energía para conseguir las metas a que aspira. Para unan actuación coherente con los objetivos y valores que conforman el proyecto personal de vida, es necesaria la fuerza ética. La finalidad de la acción ética es sin duda la conducta, aspecto central de la persona ética. Y ésta se debe aprender, practicar e interiorizar como virtud.

Podríamos pensar que son muchas las virtudes que interesa educar. Es cierto, pero el principio de armonía de las virtudes nos enseña que cuando mejora alguna de estas cualidades, quien mejora es la persona completa del escolar y, por tanto, se perfeccionan indirectamente todas las demás virtudes. Un sólo acto no supone una virtud. Tampoco unos cuantos repetidos al azar o en unas determinadas circunstancias o sin voluntariedad. La virtud supone una repetición de actos con sentido: sabiendo qué se hace y por qué se hace, y queriendo actuar así en cualquier circunstancia y ambiente, estén otros presentes o no.

Al estudiar el elenco de virtudes/valores nucleares y anejas se caerá en la cuenta de que no es fácil agrupar las virtudes, ya que unas llevan a otras y todas ellas se implican mutuamente, y caben muchos modos de hacerlo, todos ellos válidos. En primer lugar, podemos pensar en la tendencia fundamental del hombre a la felicidad, a la complacencia en la participación del bien, es decir, a buscar la alegría en cualquier acto que realiza.

Esta tendencia universal, propia de toda actividad humana, puede ser considerada como el motor interior de la actuación en la que se manifiesta la persona. La alegría es la síntesis de las aspiraciones del hombre. Además de la alegría, que es fruto de la vida conforme a la virtud, consideramos cuatro núcleos de virtud, cada uno de los cuales representa un tipo de disposiciones humanas para enfrentarse con la vida y de obrar en el mundo:

1. AUTODOMINIO – ORDEN (El hombre está presente en el mundo con un porte personal /externo e interno/).

* Dominio de sí. Templanza.

* Conocimiento propio. Humildad. Sencillez.

* Equilibrio personal. Serenidad.

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