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La Etica En Los Negocios


Enviado por   •  24 de Enero de 2014  •  3.368 Palabras (14 Páginas)  •  253 Visitas

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Doce mitos en la ética de los negocios

Autor: Héctor Zagal

Edición:224

Sección: Alta Dirección

En una ocasión se le preguntó a un político latinoamericano: ¿Qué es para usted la moral?. Contestó: Moral es el árbol que da moras. Hasta aquí el alarde de republicanismo bananero.

Con todo, la ausencia de ética no es un privilegio ni de los políticos latinoamericanos, ni de los yuppies de Wall Street. La historia guarda memorables hechos. El príncipe Alberto, consorte de la reina Victoria, agonizaba en el Palacio de Bukingham. Un astuto comerciante londinés sobornó a un paje de palacio para que nada más morir el príncipe, lo supiera él. El paje le avisó antes de que la noticia se hiciera pública. El comerciante rápidamente compró todas las existencias de tafetán negro en Londres y sus alrededores. Cuando los funcionarios de palacio quisieron comprar tafetán para elaborar los adornos luctuosos, se encontraron con que el comerciante había monopolizado el tafetán y lo vendía tres veces más caro.

Los Rotschild tampoco escapan inmaculados. Se cuenta que el origen de la fabulosa fortuna de estos financieros tuvo un origen peculiar. El imperio de Bonaparte agonizaba y la economía inglesa dependía, en buena medida, de la derrota del Corso. Wellington luchaba contra Napoleón en Waterloo. El resultado de la batalla era decisivo para la Bolsa inglesa. Una derrota inglesa implicaría una caída en la Bolsa de Londres. Rotschild envió mensajeros privados al campo de suerte para que, nada más decidirse la batalla, él tuviera noticia. Para Rotschild, saber el resultado antes que los demás, incluida la corona, era crucial. El mensajero avisó inmediatamente a Rotschild que Napoleón había perdido. El astuto financiero acudió prontamente a la Bolsa y vendió documentos con frenesí. Los demás, al percatarse de que había recibido noticias frescas de la batalla y al verlo vender barato y rápidamente, supusieron -a ello los inducía Rotschild- que sabía que Wellington había perdido. Todos vendieron y la Bolsa se desplomó. Cuando los precios tocaban fondo y poco antes de que el mensajero oficial llegase con la nueva, Rotschild compró todo. Al hacerse oficial el triunfo inglés, la Bolsa se recuperó. Los Rotschild se convirtieron en una de las familias más opulentas del mundo hasta el día de hoy.

Hoy por hoy, las comunicaciones son mejores. No obstante, el mercado dista de ser transparente, limpio de trampas y especulaciones. Los hombres “de a pie” -la infantería de la sociedad- reclaman una actitud ética en los dos grandes espacios tecnoestructurales: el mercado y el Estado. Los empresarios también se están uniendo a este clamor. Los consultores, las escuelas de negocios y algunos intelectuales -más bien pocos- se han atrevido a hablar de ética en la empresa, de ética de los negocios, o para decirlo con terminología “técnica”, de Business Ethics. La literatura es abundante. Aunque, mirando atentamente, se percibe una falta de solidez en muchos planteamientos de la Business Ethics. El sincretismo y el irenismo (una especie de concertacesión) rondan la ética de los negocios. Se han publicado libros de ética de los negocios, donde las palabras mal, bien o vicio y virtud aparecen tímida y escasamente. En su lugar se habla de palabras como excelencia, cultura corporativa, realización. Tal fraseología no pocas veces esconde la ausencia de una estructura firme y compacta, cuando no un vergonzante escepticismo ético. En definitiva -quemo mis cartuchos- o la ética de los negocios se construye a partir de un concepto filosófico del hombre, o queda reducida a un “rollo” más o menos cursi y filantrópico, si no es que se convierte en un instrumento de manipulación utilitarista.

Siendo como soy un admirador de Aristóteles, me tomo la libertad de señalar 12 mitos que giran alrededor de la ética de los negocios. No niego mi enfoque aristotélico; en mi opinión, el viejo Aristóteles algo puede aportar a esta sociedad donde “el dinero no duerme”. Es más, creo que si Aristóteles hubiera nacido en nuestra época, Peter Drucker se hubiera quedado sin trabajo.

1. EL MITO DE LA DOBLE MORAL

Existe una tajante división entre lo privado y lo público. Falso. Ciertamente existen asuntos que son privados y asuntos que son públicos. Mi afición por el América o el Guadalajara carece de relevancia pública. No es de incumbencia pública. También es irrelevante desde el punto de vista público mi preferencia por el martini seco y por los caracoles a la bordalesa. Sin embargo, si mi preferencia por el martini me lleva a conducir en estado de ebriedad, y mi afición al Guadalajara me lleva a romper el rostro de cuanto “americanista” me encuentro al paso, mis gustos privados tienen una dimensión pública.

El actor de la vida social es un hombre real, con creencias, convicciones, cualidades y hábitos de comportamiento. Es absurdo suponer que las convicciones y cualidades éticas son algo que pueda ponerse y quitarse como quien se anuda la corbata para entrar a una junta y se la quita para asolearse en la playa. Las convicciones y cualidades éticas tienen necesariamente un influjo en la vida pública. Las cualidades éticas inhieren directamente en la persona: la transforman auténticamente. No puede despojarse de ellas. En consecuencia, la ética empresarial está cimentada en la ética de cada uno de los individuos que la integran. La vida privada de los obreros, empleados, directivos y accionistas incide directamente en la ética de la corporación. Esta incidencia es mayor en la medida que se posee mayor poder de decisión.

En consecuencia, el liberalismo (de quien ahora reniegan tantos), no es un marco adecuado para hablar de la ética de los negocios. La doble moral es una esquizofrenia antropológica: Dr. Jekyll y Mr. Hyde. El dogma liberal de la autonomía de lo privado (privacy) no es verdadero. En el mundo real, lo privado y lo público se entremezclan, pues el actor de la vida social es uno. El sujeto porta a donde va -ya sea al despacho, ya sea a la casa- sus cualidades personales. Nadie se puede despojar de sus hábitos, positivos o negativos, al momento de administrar fondos, y retomarlos en la reunión con los amigos. El liberalismo es miope. No ve las continuas intersecciones entre la esfera pública y la esfera privada. Intersecciones, insistimos, que tienen su raíz en la unidad de la persona. La naturaleza humana es la misma en la mesa de negociaciones y en la intimidad del hogar.

2. EL MITO DEL “BÁJALE A TU ROLLO”

La

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