La Historia Mas Dulce
Karencita_201311 de Diciembre de 2013
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LA HISTORIA MÁS DULCE JAMÁS CONTADA
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CAPITULO I
EL DESPERTAR
Base: Lucas I: 1-23
O
rando en profunda meditación, se encontraba sentada en su casa una pareja de edad avanzada,
No era pena o dolor lo que había marcado en las arrugas de sus rostros; sino las líneas de un deseo insatisfecho en el rostro de la mujer, y una mezcla inequívoca de lamentación y remordimiento en el rostro del hombre.
Noche tras noche, durante muchos años, esta pareja de ancianos, se sentaba y oraba, ¿y para qué?
Para que Dios pudiera escuchar sus oraciones y bendijera su unión con un hijo. Mientras los años pasaban y la vejez era inminente, la fe de la mujer se tambaleaba, pues no podía ignorar la ley humana de que su edad avanzada los excluía de tener hijos.
Más la fe del hombre permanecía inamovible, y sus oraciones se volvían más fervientes mientras los años pasaban, señalándole a menudo a su buena esposa que en las Escrituras estaba escrito que Sara había sido bendecida con un hijo a la edad de cien años.
Zacarías e Isabel eran los nombres de esta pareja de edad avanzada, que durante toda su vida de casados habían anhelado un hijo.
Zacarías era el sacerdote de la iglesia judía, y tanto su esposa como él, eran muy justos. .
Finalmente, Zacarías exclamó, “Mujer, a veces me pregunto si no habrá algo errado en nuestra idea acerca de Dios”
“¡¿Por qué Zacarías?! - replicó ella - ¿qué puede haber de errado con nuestro pensamiento de Dios? ¿No somos pues, de la tribu escogida de Israel, y no tenemos el Dios de Abraham, de Isaac y de Moisés? Seguramente ellos veneraron al único Dios”.
“Sí - dijo Zacarías - ciertamente estos profetas veneraron y conocieron el verdadero Dios. No cabe duda de esto; pues el hecho de que sus plegarias fueron contestadas, es una prueba concluyente, y nuestro fracaso al no recibir respuesta a nuestras oraciones, es lo que me causa preguntarme si estamos o no venerando al verdadero Dios, pues tú sabes que nuestras oraciones no han sido respondidas”.
“!Oh! - dijo Isabel seriamente, - por lo de la respuesta a la única plegaria de mi corazón , de que me quite el reproche de mi esterilidad. ¡No sé qué habré hecho yo, para que esto haya caído sobre mí! Y tú, Zacarías, a pesar de que tu corazón permanece fijo en la esperanza de un hijo, nunca me lo has reprochado ”.
“No, mi querida esposa - replicó él - mi razón me dice que la culpa no es tuya. ¿No se nos enseñó que Dios gobierna y rige el universo y da su incremento? Si hubiese alguna culpa, sería Suya. ¿Por qué motivo habría de culparte a ti?’
“Sí, ya sé que me has consolado con este pensamiento durante todos estos años, pero ¿por qué decretaría Dios que yo fuese estéril?”- preguntó Isabel.
“Yo mismo me lo he preguntado miles de veces - respondió el - y no he hallado la solución. Estoy por concluir que el verdadero Dios no decretó nada de esta índole, sino que de alguna manera o en algún punto, nosotros, los hijos de Israel, nos apartamos del camino verdadero y que esta es la razón de tu esterilidad, y de muchos otros sufrimientos que vemos”.
“¡Oh! ¡no digas eso! Porque entonces estaríamos completamente perdidos”- exclamó Isabel
“No, mujer, yo no lo pienso así. El hecho es que este fracaso de no recibir respuesta a las oraciones todos estos años, me ha causado pensar más profunda y continuamente sobre Dios, y lentamente pero con certeza, me ha venido a la mente el pensamiento de que todos somos simples creyentes en Dios, y que nadie lo conoce a Él. Aunque las Escrituras enseñan que debemos conocer al Señor”..
“Zacarías, esposo amado - dijo Isabel tímidamente- has estado fuera de ti con tanto pensamiento. Nadie ha sido más sincero hacia Dios. Nadie ha sido tan fiel a Sus designios como tú; y cómo es que el fiel sirviente de Dios, puede en su vejez dudar de la sabiduría y bondad de Dios, es más de lo que puedo comprender”.
“Esposa amada – respondió él- no es que dude de la sabiduría ni de la bondad de Dios, sino que estoy empezando a dudar si nosotros estamos venerando al verdadero Dios. Si así lo estuviésemos haciendo, Él ya habría respondido a nuestras oraciones, de la misma manera como respondió a las oraciones de los profetas de la antigüedad. Casi estoy llegando a la conclusión de que con creer en Dios no es suficiente. Debemos conocerlo a Él.
“¡Qué extrañas palabras estás diciendo! - protestó Isabel, - y que raro que vengan de ti. Dime, ¿dónde en las Escrituras, encuentras algo en qué fundamentar las palabras extrañas que dices?”.
“Mujer, en muchas partes de las Escrituras está escrito, ‘Conoce al Señor’. La referencia que me ha causado pensar que creer no es suficiente, está en el primer capitulo de Isaías. Lo he leído hasta el final por lo menos cien veces. Aquí lo tengo y voy a leértelo. Isaías, capitulo I, versículos 2 y 3 dice: ‘Oíd, cielos y escucha tú, tierra, porque habla el Señor. Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se revelaron contra mí. El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor, Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento’ . ¿No sacas de esto, que Isaías está diciendo que el pueblo de Israel no conoce a Dios, ni a la fuente de su abastecimiento? No debemos pensar equivocadamente que Isaías le estaba hablando a los pecadores solos; por el contrario, estaba dirigiéndose a toda la tribu de Israel, como una nación llena de pecado, gente llena de iniquidad”.
“¿Es posible que Isaías se haya referido a toda la gente?”- preguntó Isabel.
“Sí - dijo Zacarías - está censurando a Israel por no tener conocimiento de Dios, y también dice que Israel no razona, ya que dice ‘Mi pueblo no tiene conocimiento <not consider>’. De aquí yo deduzco que nosotros estamos para conocer a Dios, y no meramente para creer en Él”.
“Pero, Zacarías - dijo Isabel - yo siempre pensé que conocíamos a Dios, así que no puedo entender lo que quieres decir, cuando dices que deberíamos conocer a Dios”.
Zacarías respondió, “Creer que hay un Dios es una cosa, y conocer quién o qué es ese Dios, por lo que estoy empezando a ver, es otra cosa. Parece que cada vez soy más y más consciente, de que yo debo saber quién o qué es Dios, antes de poder decir que conozco a Dios, y así estar seguro de que estoy venerando al Dios verdadero. Puesto que así es, estoy venerando y orándole a algo que me complazco en llamar Dios, pero que en realidad no sé lo que es”.
“Zacarías - interrumpió Isabel - Dios nos libre de que tú en tu vejez te vuelvas un incrédulo”
“No tengas miedo - respondió Zacarías calmadamente - yo nunca dejaré de creer en el verdadero Dios. De hecho, lo que hago es esforzarme por hacer que mi creer se vuelva entendimiento, y así conocer mejor a Dios, y venerarlo a Él, tal como Él desea ser venerado”
“Pero - argumentó Isabel - ya lo estás venerando a Él de la manera correcta. ¿No eres un sacerdote de Dios, y le ofreces incienso como es la costumbre?”
“Ese es justamente el punto - contestó su esposo muy pensativo. Escucha, te leeré el versículo 13 de este mismo primer capitulo de Isaías: ´’No me traigáis más vana ofrenda, el incienso me es abominación; luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes’. Aquí Isaías claramente declara que las oblaciones no le gustan al Señor, y que el incienso es una abominación para Él, inclusive el Sabbat y los llamados a la iglesia para asambleas y encuentros, no están de acuerdo con la voluntad de Dios”
“’Incienso una abominación para el Señor”, gimió Isabel, “seguramente, Zacarías, es que no leíste correctamente”.
“¡Oh! ¡sí. Lo leí bien!- dijo Zacarías, moviendo la cabeza. De hecho, he leído este verso muchas veces, porque siempre se me presenta como un reclamo contra mi oficio sacerdotal de ofrecer incienso”.
La mano de Isabel temblaba ligeramente mientras suave y dulcemente la ponía sobre el hombro de su esposo. “Zacarías, si el incienso es una abominación para Dios, entonces lo has ofendido mucho y con frecuencia, y esta puede ser la razón de que Él no haya respondido a nuestras oraciones”
Lenta, muy lentamente, dejó de lado las Escrituras que había
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