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La Maestría Del Amor

Rocina13 de Junio de 2013

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LA MAESTRÍA DEL AMOR

El maestro vive en el interior de cada persona, cuando das a cada persona, ofreces tu amor al maestro.

Somos maestros porque tenemos el poder para crear y dirigir nuestra propia vida

Nos convertimos en maestros de cualquier cosa que creemos ser y a otras personas las clasificamos según nosotros creemos lo que son.

Tu poder es tan fuerte que cualquier cosa que decidas se convierte en realidad.

Eres un maestro de tu propia personalidad y de tus propias creencias. Cuando por fin comprendes que todos nosotros somos maestros, llegamos a ver qué tipo de maestría tenemos.

Toda nuestra desdicha y sufrimiento tienen su origen en la práctica. El modo en que pensamos, el modo en que sentimos y el modo en que actuamos se convierte en algo tan rutinario que dejamos de prestar atención a lo que hacemos.

Para convertirnos en maestros del amor tenemos que practicar el amor. Es una cuestión de acción. Para actuar es preciso una mayor conciencia de la manera en que funcionamos los seres humanos.

Nuestro cuerpo emocional está lleno de heridas, infectadas por el veneno emocional, la enfermedad que la provoca es el miedo que se manifiesta a través del enfado, del odio, de la tristeza, de la envidia y de la hipocresía, lo que resulta en sufrimiento.

Cuando el miedo se hace demasiado intenso, la mente racional empieza a fallar y ya no es capaz de soportar todas esas heridas llenas de veneno.

Para proteger nuestras heridas emocionales, creamos un gran sistema de negación y nos convertimos en unos perfectos mentirosos. Mentimos tan bien, que nos mentimos a nosotros mismos e incluso nos creemos nuestras propias mentiras.

Y aunque colocamos estas barreras para protegernos y mantener alejada a la gente, también nos mantienen encerrados y restringen nuestra libertad. Hemos aprendido a soñar el infierno en nuestra propia vida. Actuamos y competimos de un modo absurdo.

Al principio fue el miedo a ser castigado, más tarde a no recibir la recompensa que se convierte en el miedo a ser rechazado, lo que hace que intentemos cambiar, lo que nos hace crear una imagen. Y con este fin practicamos incansablemente hasta que nos convertimos en maestros de ser lo que no somos. En la edad adulta, la imagen interior y la exterior son tan distintas que ya casi no se corresponden. el mundo exterior empieza a demostrarnos, no sólo particular, sino también públicamente, que no somos lo que fingimos ser. Existe una gran discrepancia entre la imagen interior y la imagen que se intenta proyectar hacia el mundo exterior. Quizá otra persona lo advierta, pero nosotros estamos ciegos. El sistema de negación intenta proteger las heridas, pero éstas son reales y se siente dolor porque se intenta defender esa imagen por todos los medios.

Las opiniones tienen un gran poder sobre el comportamiento absurdo de las personas que viven en el infierno, por ello es necesario oír que somos buenos, que lo estamos haciendo bien, que somos bellos. Lo necesitamos porque estamos domesticados y esas opiniones tienen el poder de manipularnos.

Todas esas falsas imágenes que intentamos proyectar provocan un gran sufrimiento en muchos seres humanos, hacemos un gran esfuerzo para ser importantes, triunfar, ser poderosos, ricos, famosos, para expresar nuestro sueño personal e imponer nuestro sueño a las personas que nos rodean porque creemos que el sueño es real y nos lo tomamos muy en serio.

Lo que somos en realidad es vida, puro amor. Imagínate que te despiertas y descubres que ya no tienes heridas en tu cuerpo emocional. Ya no tienes miedo de ser quien eres. Ya no te importa lo que la gente diga de ti, porque no te lo tomas como algo personal y ha dejado de producirte dolor. Ya no necesitas protegerte más. No tienes miedo de amar, de compartir, de abrir tu corazón.

La pérdida de la inocencia

Somos por naturaleza muy sensibles ya que percibimos a través del cuerpo emocional. Aprendemos a tener un determinado estado emocional según la energía emocional que impregne nuestro hogar y de cómo reaccionamos personalmente a esa energía y jugamos al juego de los adultos, perdemos nuestra inocencia, libertad, felicidad y tendencia a amar; empezando a percibir un mundo y otra realidad: la injusticia, el dolor emocional y el veneno emocional.

Después según cómo reaccionemos ante la injusticia, la herida puede infectarse con veneno emocional porque la agresión se recibe emocionalmente. Tu cuerpo emocional está herido y en ese momento, pierdes una pequeña parte de tu inocencia. Quizá reacciones con miedo, con enfado o con timidez o sólo te pongas a llorar; pero esa reacción ya es producto del veneno emocional porque la reacción normas es que cuando te dan una bofetada, tú quieras devolverla. Vas teniendo miedo y aprendes a reaccionar de un modo determinado, de una manera particular, guardas la emoción en ti y eso cambia tu forma de vivir. Y a partir de entonces, la experiencia se repite con mayor frecuencia.

Dentro de la herida hay veneno emocional que se acumula y poco a poco perdemos nuestra inocencia, empezamos a sentir resentimiento y luego ya no perdonamos más.

La domesticación puede ser tan fuerte y causar heridas tan profundas que te causen miedo de hablar y pienses que eres tímido, quizá creas que no sabes bailar o cantar, más esto es sólo la represión de un instinto humano natural: expresar el amor.

Cuando estamos llenos de veneno emocional, sentimos la necesidad de liberarlo, y para deshacernos de él, se lo enviamos a otra persona, llamando su atención cuando lo logramos, ésta personas quiere regresar el veneno emocional y llama también nuestra atención pero nos lanza su veneno y el nuestro e iniciamos un juego de ping-pong, aumentando sin parar hasta que uno de los dos estalle. Esa es la manera en que los seres humanos nos relacionamos a menudo.

Es importante cobrar conciencia de esta dinámica, ya que así tenemos la oportunidad de sanar nuestro cuerpo y nuestra mente emocional y dejar de sufrir.

En nuestra mente hay una parte que siempre está juzgando lo que hacemos y no, lo que sentimos y no, incluyendo a nosotros mismos y a los demás basándonos en nuestras creencias y en nuestro sentido de la justicia y creemos que los demás están equivocados. Sentimos la necesidad de tener “razón” porque queremos proteger la imagen que queremos proyectar al exterior y queremos imponer nuestro modo de pensar a nosotros mismos y a los demás.

Queremos crear una imagen de perfección para complacer a los demás, y esta forma cambia nuestra forma de soñar, aprendemos a negarnos y a rechazarnos y nunca somos lo bastante buenos o adecuados pues siempre existe algo que el juez no acepta o perdona, rechazando nuestra propia humanidad y es la razón por la cual no nos merecemos ser felices, por eso buscamos quién nos maltrate o nos castigue.

Ya no eres un niño y se estás manteniendo una relación abusiva es porque aceptas ese maltrato, porque crees que te lo mereces. Debes saber que no hay nadie en el mundo que te maltrate más que tú mismo. El límite de maltrato que tolerarás de otras personas es exactamente el mismo al que te sometes tú. Se trata de pagar por una injusticia, de desquitarse. Te maltrato a ti de la manera que necesitas que te maltraten y tú me maltratas a mí de la manera que yo necesito que me maltraten. La energía atrae un mismo tipo de energía, un mismo tipo de vibración.

La vida te trae exactamente lo que necesitas. Basta con que abras los ojos y mires lo que te rodea para limpiar el veneno, sanar tus heridas, aceptarte y salir del infierno.

El hombre que no creía en el amor.

Lo veía sólo como una droga que se utiliza como una medida de control entre adicto y suministrador. Hasta que un día encontró a alguien que comulgaba con su idea y se hicieron grandes amigos y convivían mucho juntos. Durante un viaje le surgió una idea extraña: “Tal vez lo que siento por ella es amor” y pensó: “No es lo que los poetas dicen, ni la religión, no tomo nada de ella, no siento la necesidad de que cuide de mí, no necesito echarla la culpa de mis problemas ni echarle encima mis desdichas. Juntos es cuando mejor lo pasamos, disfrutamos el uno del otro, respeto su forma de pensar, sus sentimientos. Ella no hace que me sienta avergonzado, no me molesta en absoluto, no me siento celoso cuando está con otras personas, no siento envidia de sus éxitos, Tal vez el amor si existe”.

Al regresar se lo explico a ella, que le contesto que sabía exactamente lo que quería decir pero que no se atrevió a decírselo porque sabía que no creía en el amor. Decidieron convertirse en amantes y vivir juntos e increíblemente las cosas no cambiaron entre ellos. Continuaron respetándose el uno al otro, apoyándose, y el amor siguió creciendo cada vez más.

Una noche le ocurrió a él un milagro, mirando las estrellas descubrió entre ellas la más bella de todas, su amor era tan grande que la estrella descendió del cielo y la tuvo en sus manos, su alma se fundió con aquella estrella y se sintió inmensamente feliz y corrió hacia la mujer para depositarle la estrella en sus manos, como una prueba del amor que sentía por ella. En el instante que él puso la estrella en sus manos, ella sintió una duda: pensó que ese amor resultaba arrollador y la estrella se le cayó de las manos y se rompió en u millón de pequeños fragmentos.

Ahora un hombre viejo anda por el mundo jurando que no existe el amor y una hermosa mujer mayor espera a un hombre en su hogar, derramando lágrimas por un paraíso que una vez tuvo en sus manos pero que, por un momento de duda, perdió. Esta es la historia del hombre que no creía en el amor.

¿Quién

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