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La Posmodernidad


Enviado por   •  21 de Noviembre de 2013  •  2.448 Palabras (10 Páginas)  •  209 Visitas

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LA POSMODERNIDAD

Sin embargo, para connotados investigadores actuales hay serios indicios de que la modernidad ha terminado, de que no ha sido una época privilegiada, sino tan transitoria como cualquier otra; algunos tienen incluso la audacia de poner fecha a dicho término; habría ocurrido en 1970, después de finalizado el movimiento estudiantil de París en 1968, que sería la última de las utopías modernas, de la imaginación al poder, empezando desde ahí una nueva época, la llamada posmodernidad. Pero desde luego es necesario decir que no hay acuerdo tanto con respecto a eso como a los caracteres definitorios de la posmodernidad; incluso algunos dicen que por ser dicha posmodernidad algo nuevo, también debiera incluirse en la modernidad, dado que la esencia de la modernidad es no estar vuelta hacia la tradición, sino hacia toda novedad. Importantes investigadores no aceptan esto último sin embargo, y aseguran que por el contrario que lo posmoderno tiene individualidad propia hasta el extremo de que habría sido el contrapunto de la modernidad a lo largo de toda su historia. Contrapuntos de dicho tipo serían, por ejemplo, el romanticismo, el nihilismo nietzscheano, el estalinisismo, el nazismo; estos últimos en cuanto no fueron expresión de la libre voluntad de los pueblos o no respetaron la autonomía de las personas, sino que fueron coacciones heterónomas comandadas por ideologizados grupos de poder, lo que no cabe en la mentalidad de un moderno.

No obstante, para la mayoría de los teóricos de la posmodernidad, ésta, como señalamos, habría empezado en décadas recientes y no se caracteriza por ser algo nuevo, en cuyo caso seria otra vez modernidad; sería algo completamente distinto, palabra esta última en cual se pone el acento. Se supone que la posmodernidad habría aparecido tal vez por fatiga luego de tres siglos de incesantes transformaciones cada vez mas aceleradas sobre todo en una ciencia y en un arte que, a pesar de lo positivamente asombroso de sus resultados, en el fondo no han hecho mas feliz a nadie ni han mejorado la conducta humana como lo muestra la serie de horrores sucesivos a partir de la Primera Guerra Mundial, la violencia reinante en las ciudades, el terrorismo, la corrupción política, el caótico relativismo ético. Se habría perdido entonces el deseo de ahondar en la realidad del hombre como ser individual y social, se miraría con escepticismo la fe de la razón, propia de los siglos XVIII, XIX Y XX, y no habría, por lo mismo, voluntad alguna para darse explicaciones sobre la totalidad de la realidad y su sentido, para favorecer la aparición de otros metarrelatos o de nuevas vanguardias en el arte o en las concepciones filosóficas; el lugar de ello, solo se percibiría ahora la posibilidad de ver apenas parcialidades de cuanto ocurre. La mirada dual a la realidad, a fin de cogerla entera, a que aludíamos hace un instante, tan típica de la modernidad, hoy tampoco despierta interés.

En homenaje a la brevedad, apuntaremos en seguida sólo algunos caracteres más o menos definitorios de la posmodernidad; los enumeraremos al azar.

Ellos son:

a) Pérdida de vigencia de las ideologías, de los metarrelatos y de todo interés por lo teórico, por lo ajeno a la utilidad inmediata.

b) La realidad para la posmodernidad ha dejado de ser un valor de uso, cuyo descubrimiento, contemplación y manejo enriquece la vida de los hombres, para convertirse en mero valor de cambio, similar al dinero, en algo que vale en la medida que pueda ser cambiado por otra cosa. Los términos valor de uso y valor de cambio son empleados por los posmodernos casi en el mismo sentido de Marx. Al respecto, Lyotard, uno de los estudiosos de la posmoderniad, dice: “El antiguo principio de que la adquisición del saber es indisociable de la formación (Bildung) del espíritu, e incluso de la persona, cae y caería todavía mas en desuso… Deja de ser en si mismo su propio fin, pierde su valor de uso”.

c) En la ética preocupa solo la casuística, resolver en acuerdo al buen sentido o a la opinión mayoritaria cualquier situación concreta, dejando de lado el análisis de principios o teorías. Se aceptan todas las opiniones sin necesidad de justificarlas con rigor racional, y no por respeto al pluralismo, sino por que en cierto modo pareciera que todo da igual y es cuestión de mero agrado o de liberalidad decidirse por esto o por el otro. En otras palabras no se trata de un pluralismo en que cada conducta ética busca justificarse en principios, sino de un relativismo cambiante y sin coherencia en la conducta adoptada para las diferentes situaciones; solo importa lo que es más cómodo en cada una de ellas. Se podría hablar de “ética de bolsillo” destinadas a resolver solo el caso individual.

d) Búsqueda primaria de lo hedónica, sin sacrificarse en ahondar las situaciones a la vista y sin considerar las consecuencias remotas de lo que se hace. Entrega abierta por lo mismo al consumismo en cuanto entretenida fuente de placer sin problemas. En este aspecto, el vivir al crédito sustituye la anterior mentalidad moderna de privilegiar el ahorro.

e) Percepción de la realidad en superficie, donde el limite de todo aparece difuminado, sin que preocupe demasiado la precisión de áreas de conocimiento, de profundización o de acción. No interesa ya concepciones globales sobre que es el hombre o el mundo, del tipo de las de Leibniz, Kant, Hegel o freud.

f) Poco respeto por la vida en si, la cual ya no se mira como sagrada, sino más bien bajo el aspecto de proporcionar agrados y placeres. La vida humana vale solo si tiene la calidad de ser gozada, pero de ningún modo vale incondicionalmente; de aquí el postulado ético de la calidad de vida defendido por la posmodernidad, que sustituye a la sacralizad de la vida, propio de la modernidad y de épocas anteriores. Un investigador de este momento como Singer, ha dicho, por ejemplo, que la vida de un cerdo sano es mucho más respetable que la de un niño con Enfermedad de Down.

Una actitud que asombra y que sin embargo aparece natural, es una especie de paso desde la ética de los deberes a la ética de los derechos en los últimos veinte años. La ética siempre fue una disciplina ocupada del debe ser, o sea, la que discernía entre lo que se quiere y se puede hacer, y a su vez, lo que cabe hacer sin evadirse de lo correcto. La ética del deber fue, por ejemplo, la ética clásica de Kant, la del imperativo categórico, y esto de que el hombre rinda culto al deber por sobre el culto al querer lo llevó a decir que la belleza del orden moral solo podía compararse con la del cielo estrellado en una noche serena. Sin embargo, la ética kantiana,

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