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La Princesa Que Creía En Los Cuentos De Hadas


Enviado por   •  17 de Septiembre de 2014  •  Informes  •  1.476 Palabras (6 Páginas)  •  160 Visitas

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“La Princesa Que Creía En Los Cuentos De Hadas”

Verónica es una princesa que se encontraba custodiada por sus padres y que no podía hacer mucho de las acciones que ella quería ya que dependía totalmente de la tutela de los reyes y no podía andar haciendo cualquier cosas que representa una vergüenza para la realeza. El simple hecho de ponerse a bailar representaba una ofensa ya que solo los plebeyos podían hacer eso y no las personas de la realeza. La princesa siempre soñaba con encontrarse a su príncipe el cual la podía cuidar, respetar, escuchar y que siempre estuviera ahí para ella. Verónica se daba cuenta de que realmente las decisiones desde chica nunca las tomaba ella siempre venían de terceras personas y sobre todo de sus padres y nunca podía tomar una decisión ella por si misma ya que siempre se sentía con la incertidumbre o el miedo de que es lo que va a pasar o si ira a salir mal la acción o lo que estaba haciendo. Verónica fue creciendo con este mundo rodeado de lujos que poseía todo lo humanamente material posible y lo que realmente quisiera, sin embargo, ella se sentía como en una “jaula de oro” en donde no podía opinar ni hablar solo hacia lo que se decía en palacio sin tener voz ni voto ante cualquier decisión. La princesa en sueños se encontraba noche tras noche añorando el poder tener una compañía, un príncipe el cual le pudiera confiar y platicar sus cosas. El día en que un príncipe llego al palacio y llego a pedir la mano de la princesa en donde después de conocerse se casaron y se fueron a vivir cerca de un palacio cercano a las tierras del reino, la princesa se dijo así misma que por fin iba hacer feliz que no tendría más preocupaciones, mas lagrimas y mas descontentos pues al fin estaba su príncipe al lado. Sin embargo el príncipe con el tiempo fue cambiando y fue indiferente con ella, sin pensarlo ella lo único que hacía simplemente nada porque ella pensaba que todo lo que hacía o le decía el príncipe era lo mejor o era lo correcto.

Para la princesa su gloria tenía un sabor agridulce pues su preocupación era el príncipe y su principal objetivo encontrar la forma de ayudarle. Sin embargo, no hacer nada era algo que todavía no había intentado. No hacer nada y no decir nada, no dar explicaciones, no defenderse, no poner las cosas en orden, no amenazar, no preocuparse, no pasarse noches en vela pensando, planeando y calculando. Al no hacer nada… en realidad estaba haciendo algo al alejarse del lado del príncipe. La única persona que podía hacer magia en el príncipe… era el príncipe mismo… y la felicidad de la princesa no debía depender de si podía o no cambiar el príncipe… sino de su propia elección de ser feliz.

La princesa aprendió que las palabras pueden hacer tanto daño como los puños y que debía mantenerse alejada de las discusiones acaloradas y de los silencios cortantes. Se imaginaba que tenía la boca tapada con un esparadrapo cada vez que debía recordar no intervenir. Y se repetía continuamente "para que cambien las cosas, debo cambiar yo primero". Y practicaba al máximo su habilidad para sonreír ante los demás aunque no tuviera ganas, repitiéndose a sí misma "La felicidad es una elección. Una vez que se ha hecho la elección, debo practicar la felicidad lo mejor que sepa, aunque tenga que fingir hasta que lo consiga". Las acciones originan pensamientos, y éstos a su vez, condicionan nuestros sentimientos.

Dado que si uno sigue haciendo lo que siempre ha hecho no consigue más de lo que ha conseguido hasta entonces, la princesa, siguiendo el consejo de un sabio búho, decidió emprender un emocionante viaje por el Camino de la Verdad.

Allí aprendió que es mejor ceder que rendirse. Uno se rinde ante la desesperación y cede a la aceptación de las cosas que no se pueden cambiar. Uno siempre elige, pero cambiar a los demás no es una elección. Se puede elegir no reaccionar ante lo que otro dice o hace, aceptando que, con toda seguridad, va a seguir diciendo y haciendo lo mismo.

La princesa entendió que seguiría sintiéndose agotada, nerviosa y enfadada hasta que decidiera si

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