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La Teologia Pedagogica

ged9942 de Febrero de 2015

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Pocas mujeres del siglo XX presentan

una biografía tan atrayente como Edith

Stein (1891-1942), que después de ser

beatificada el año 1987 fue canonizada

posteriormente (el 11 de octubre de 1998),

celebrándose su festividad el día 9 de octubre.

Ahora, los carmelitas porfían a favor

de que se declare doctora de la Iglesia

a quien ya es desde 1999 patrona de Europa

junto a Santa Brígida de Suecia y

Santa Catalina de Siena. Si hasta entonces

Europa contaba con tres santos

copatronos (San Benito, San Cirilo y San

Metodio) —todos ellos pertenecientes al

primer milenio—, ahora este patronazgo

se comparte con tres santas correspondientes

al segundo milenio [1]. En realidad,

Teresa Benedicta de la Cruz

—nombre con el que profesó en 1934 en

muestra de aprecio por Santa Teresa de

Jesús y San Juan de la Cruz— tuvo su

búsqueda de la verdad por una especie

de plegaria: «Quien busca la verdad, busca

a Dios, sea de ello consciente o no».

La pequeña Edith nació en la ciudad

de Breslau en la Silesia —entonces tierra

alemana y actualmente polaca— en

una familia judía con una madre practicante

[2]. Ella misma —al referirse a su

propia historia— describió su ambiente

familiar como el típico judaísmo prusianoalemán.

Su padre murió joven quedando

al cuidado de su madre, una mujer de

carácter que influyó sobre Edith que nunca

vio en la imagen materna a la mujer

ociosa de los círculos elegantes. En efecto,

Auguste Stein se dedicó con ahínco a

las tareas domésticas sacando adelante

el negocio de maderas que había montado

su esposo. Se trataba, por tanto, de

un matriarcado marcado por la fuerte

personalidad de una madre que tuvo a

su cargo once hijos, lo cual confirió a la

educación de Edith Stein un sentido de

rigurosidad y exigencia. Este medio familiar

hizo que Edith se sintiese mejor

en la escuela que en su propia casa, aunque

nunca intentó disgustar —incluso

cuando se convirtió al catolicismo— a su

progenitora. De hecho, Edith fue una buena

alumna en un momento en el que las

revista española de pedagogía

año LX, n.º 223, septiembre-diciembre 2002, 481-500

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Conrado VILANOU TORRANO

mujeres tenían muy difícil el acceso al

bachillerato y era impensable el ingreso

a la Universidad con lo que los estudios

en la Escuela Normal —pensando en la

enseñanza primaria— se convertía en el

único objetivo posible para una mujer en

la Alemania de fines del siglo XIX. Sin

embargo, la situación se agravaba cuando

se trataba de una niña judía porque,

por aquellos tiempos, era casi imposible

que en Prusia una mujer hebraica obtuviera

un puesto en la enseñanza al margen

de las clases particulares. En

cualquier caso, a los catorce años Edith

abandona los estudios porque «está harta

ya de aprender». Son los difíciles años

de la adolescencia en los que su fe se

debilita, a la vez que colabora en las tareas

domésticas y familiares. Poco después,

prosigue sus estudios hasta el punto

de convertirse en una figura destacada

del pensamiento contemporáneo. Por consiguiente,

su biografía ofrece una perspectiva

poliédrica —hebrea, atea, filósofa,

cristiana, pedagoga, defensora del papel

de la mujer, monja carmelita, mística—,

finalizando su trayectoria vital en

Auschwitz donde encontró la muerte, juntamente

con su hermana Rosa, el 9 de

agosto de 1942.

1. Años de formación y evolución

de su pensamiento

Después de estudiar psicología en su

ciudad natal al lado de Wilhelm Stern

—director del Seminario de Psicología de

Breslau, donde desarrolló cursos de Psicología

experimental y Pedagogía partiendo

del estudio empírico de sus propios

hijos— se sintió insatisfecha con la psicología

naturalista, que, de conformidad

con el trabajo experimental iniciado por

Wundt en su laboratorio de Leipzig el

año 1878, se caracterizaba por una lógica

fenoménica de corte mecanicista y causal.

Stein se refirió diversas veces a las

limitaciones de aquella psicología sin

alma hasta el punto de optar, bajo la influencia

de las ciencias del espíritu

(Dilthey, Brentano, Husserl) a favor de

una psicología que destaca el potencial

espiritual de la persona [3]. La antropología

de Edith Stein apunta hacia un

planteamiento triádico (cuerpo, alma y

espíritu) que recuerda el esquema teológico

trinitario que influyó en la filosofía

de Hegel y, a través suyo, en el historicismo

de Dilthey y en el culturalismo de

Spranger. Con todo, se ha de añadir que

Stein respeta la tradición dualista de la

filosofía perenne que afirma que el cuerpo

y el alma se encuentran en la unidad

de la persona que ofrece tres niveles: corporal,

anímico y espiritual. En cualquier

caso, para Edith Stein el espíritu no tiene

un fundamento histórico-cultural —y

en consecuencia relativista al depender

de las circunstancias de cada momento—

sino que implica una antropología

personalista ya que el hombre es un ser

espiritual abierto a la esfera de lo divino.

En este punto, Edith Stein sigue los pasos

de la tradición carmelita de Santa

Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz

que exhorta a la transcendencia, es decir,

a la contemplación mística de Dios.

Toda la biografía de Edith Stein se

puede ver como un itinerario hacia Dios.

Se trata de un camino que ofrece tres

etapas bien diferenciadas: la fenomenológica,

la tomista-cristiana y, finalmente,

la mística. Propiamente, Edith Stein par4

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revista española de pedagogía

año LX, n.º 223, septiembre-diciembre 2002, 481-500

La pedagogía teológica en Edith Stein (1891-1942)

ticipa de la reacción espiritualista que se

dio en el campo de la psicología durante

la década de los años veinte y en la que

destaca la figura de Spranger. Un importante

grupo de intelectuales se percató

que la investigación científico-natural reduce

la conciencia humana a una psicología

mecanicista que atomiza la vida

anímica que así se despoja de cualquier

consideración metafísica. Ahora bien,

Stein también se desmarcará de la psicología

científico-espiritual de Spranger —

y por extensión de los seguidores de las

ciencias del espíritu que confiaban en un

mundo histórico-cultural (Dilthey)— por

su carga idealista. En realidad, el idealismo

especulativo —origen de la Universidad

alemana (Humboldt, Fichte,

Hegel)— había sido marginado por la

irrupción del positivismo científico

(Virchow, Wundt, etc.) que se entronizó

en la Universidad germana a partir de

1880 al socaire del Kulturkampf de

Bismarck. Se trataba de una ciencia

mecanicista que no se preocupaba de los

valores, ni de los ideales: no se veía en el

alma y en lo espiritual otra cosa que una

manifestación concomitante (epifenómenos)

del cuerpo.

No estando conforme con esta orientación

naturalista y positivista de la psicología

de su época, Stein se acercó a la

fenomenología de Husserl, de quien fue

asistenta entre 1916 y 1918. Fue justamente

en el círculo de la fenomenología

—donde se dieron diversas conversiones

religiosas entre las que destaca la de su

amigo Adolf Reinach muerto en el frente

de guerra el año 1917— cuando comenzó

a preocuparse por las cuestiones religiosas.

Edith Stein que desde temprana edad

había mostrado una vocación hacia los

demás se inscribe en un cursillo de enfermería

para jóvenes estudiantes, siendo

destinada a un hospital de soldados

enfermos de tifus. No hay duda que esta

experiencia comportará un cambio en su

vida, sobre todo a partir del momento que

encuentra entre los papeles de un soldado

difunto la oración de su esposa pidiendo

a Dios que conserve la vida de su

marido.

Edith Stein se convirtió al catolicismo

después de leer —en una sola noche— la

autobiografía de Teresa de Jesús, que

Stein reconoce como la auténtica verdad;

de manera que fue bautizada el 1 de enero

de 1922 con el consiguiente enfado de

su familia, en especial de su madre. Después

de su conversión, Edith que ya se

había dedicado a la enseñanza doméstica

se responsabiliza de la enseñanza de

la literatura y de la lengua alemana en

el colegio Santa Magdalena de las dominicas

en Espira. Anteriormente había intentado

sin éxito su incorporación a

...

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