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La Violencia


Enviado por   •  18 de Septiembre de 2012  •  1.805 Palabras (8 Páginas)  •  292 Visitas

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Este flagelo carcome desde el génesis a las civilizaciones latinoamericanas. En el momento que arribó a las costas el conquistador Cristóbal Colón en búsqueda de fortuna y vida nueva para salir de la miseria en la que estaba inmerso cuando le propuso a Isabel La Católica que financiara la aventura de ir más allá de los demonios del fin del mundo para llenar las arcas de la anacrónica corona española, sin embargo, esas leyendas sin sentido se esfumaron cuando vio tierra después de meses inmerso en la penumbra y desesperación al lado de unos reos hambrientos y sedientos que estaban dispuestos a desgarrar las entrañas de cualquiera para sobrevivir.

Con tierra a la vista, se mermaron los ánimos y los chapetones sacaron artilugios baratos para descrestar a nuestros indígenas. Desde ahí los extranjeros comenzaron a usurpar los recursos naturales y territorio de manera indiscriminada.

Hipotéticamente, el primer hecho violento que sacó a nuestros ancestros de la tranquilidad fue la violación a las indígenas, engendrando el albor de una nueva raza: los mestizos. La abrupta y forzosa mezcla entre europeos y americanos marcó para siempre el destino de la Nación y el continente. El criollo, resultado de la fusión de colonizadores y colonizados, nunca fue un ciudadano de primera hasta que se produjeron los movimientos emancipadores de Independencia.

El eterno y violento yugo ibérico en nuestros dominios quebrantó forzosamente la creencia religiosa politeísta indígena, condenando a la hoguera o tortura a quien no se sometiera a la evangelización católica; proceso dramático que medró la voluntad colectiva de los nativos creando tal grado de sumisión que se puede palpar en la Colombia contemporánea en todo sentido.

La colonización teológica llegó de la mano con un maridaje perverso entre la corona española y la santa inquisición, reviviendo las cruzadas cristianas en Oriente de las que salieron derrotadas las fuerzas encabezadas por el Papa Urbano II, para revivirlas en América. Esta vez con un parte de victoria arrasador: en la actualidad, 92% de los colombianos son católicos según el portal de internetcolombia.com.

En este punto se debe profundizar, ya que esta ‘filantrópica’ labor venía acompañada del robo sistemático de tierras por medio de la encomienda, que consistía en levantar con celeridad planos de algún sitio, dándole un nombre para después repartírsela como una torta entre los invasores. Mancomunadamente, la explotación de tierras venía con un sangriento desalojo de sus propietarios traspasándola automáticamente a manos foráneas.

Toda la Colonia se rigió por ese patrón de características violentas. A consecuencia de ello, la independencia de la Nueva Granada no se produjo necesariamente por el legado dejado por la Revolución Francesa o la independencia de Estados Unidos, sino por el odio, la ira y el desprecio insertos en las mentes y corazones de todos los criollos motivó un repentino alzamiento en armas para cobrar venganza por el holocausto que padecieron durante 318 años.

Después del Grito de Independencia inició un ciclo de autodestrucción que aún no concluye: la guerra civil. Desde ese remoto tiempo a la cabeza de dos grandes pensadores y padres de la Patria como Antonio Nariño y Camilo Torres, que se enfrascaron en una guerra sin cuartel por pequeños diferendos ideológicos en los cuales se derramó sangre de compatriotas sin saber por qué estaban peleando. No hubo unión desde que Colombia fue ‘libre’ de los españoles, en consecuencia presa por el ego e interés individual. Desde ese instante la incesante búsqueda de la paz y la armonía enfrascó a la sociedad en una orgia de sangre que hoy no termina.

Ante el arribo del sanguinario y macabro general Pablo Morillo, se sembró una dosis más de violencia en nuestros ancestros con la macabra reconquista que sacrificó la vida de miles de neogranadinos fueron decapitados o fusilados por rebelión ante la corona ibérica, cercenando el tambaleante ideal de libertad que se diluyó con la sangre derramada en el suelo de miles de plazas y pueblos.

De manera épica, el 7 de agosto de 1819 Simón Bolívar asestó una herida en la yugular al ejército realista durante la Batalla de Boyacá, liberando de las cadenas a un pueblo oprimido y sumido –aún lo es- que sació su sed de venganza con la sangre europea derramada en estos dominios.

Desde ese instante, hubo enormes diferendos políticos con el general Francisco de Paula Santander, generando una obscura sombra de violencia conspiradora en contra del Libertador, dejando un número de difuntos indeterminado. La violencia hizo presencia en la Conspiración Septembrina, ya que un grupo de hombres armados entró al Palacio de Gobierno para asesinar a Bolívar. Se llevaron muchos por delante en la toma intempestiva pero no lograron ver al Padre de la Patria muerto, gracias a que su compañera Manuelita Sáenz lo lanzó por una ventana.

Al momento que el Libertador Simón Bolívar vio el sueño de La Gran Colombia (unión de Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá) hecho moronas, murió de tuberculosis en Santa Marta. Se reconfiguró el ámbito violento en Colombia con las luchas partidistas, reencauchando pero en una colosal magnitud la pugna protagonizada entre Antonio Nariño (centralismo) y Camilo Torres (federalismo).

Posteriormente, en 1849 se fundó el rancio y puritano conservatismo, liderado por Mariano Ospina Rodríguez, versus el joven e inexperto liberalismo establecido en 1848 por Ezequiel Rojas. Al enfrascarse en la contienda ninguna de las dos colectividades políticas sabía claramente por qué se alzaron en armas unos contra otros. Lamentablemente, la Nación maduró ‘biche’ sin quemar procesos históricos clave como vivir autónomamente y generar leyes propias

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