La aparición de monista del poder estatal
danitabla1Informe18 de Abril de 2013
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Casi todas las funciones del Estado moderno se hallaban en diversos depositarios: la iglesia, los nobles, propietarios de tierras, caballeros, ciudades y otros privilegiados. Mediante el enfeudamiento, la hipoteca o la concesión de inmunidades el poder central se vio privado de casi todos los derechos de superioridad, trasladándose a otros depositarios, que tenían carácter privado. Al soberano monárquico del Estado feudal le vienen a quedar muy pocos derechos inmediatos de dominación.
Los reinos y territorios de la Edad Media eran unidades de poder político. El estado de entonces no podía mantener su ordenación de modo ininterrumpido, sino solo de forma temporal, interviniendo de vez en cuando para eliminar la perturbación del orden estatal que se deseaba mantener. Su poder se encontraba muy limitado tanto a nivel interno, por los poderes feudales, corporativos y municipales como a nivel externo, por la Iglesia y el Emperador.
En la antigüedad, Estado e Iglesia, grupo político y grupo cultural habían constituido una unidad inseparable; cada “polis” tenía sus propios dioses. Luego con el monoteísmo judeo-cristiano se formó una Iglesia universal, sin fronteras políticas, que sustrajo gran parte de la vida personal y pública a la dominación del grupo político. Pero en la Edad Media, la Iglesia reclamó una obediencia, política de todos los hombres, incluso de los que ejercían poder político, obligándolos a ella por medios coactivos espirituales y físicos. De esta forma la Iglesia logra limitar el poder político medieval no solo de forma exterior sino en lo interno, indirectamente, valiéndose del clero. Esto tuvo como consecuencia que la Iglesia representara durante siglos la única organización monista de autoridad, en un mundo donde el poder estaba disgregado.
El punto de inflexión y quiebre de la supremacía papal lo constituyen la bula “Unam Sanctam” de Bonifacio VIII (1302) y la negación de obediencia por parte de Felipe de Francia, que tuvo lugar al año siguiente. La reforma trajo como consecuencia la emancipación definitiva y total del poder del Estado respecto de la Iglesia, incluso en los estados católicos.
En los tiempos medievales los señoríos feudales de nobles, caballeros y eclesiásticos, y más tarde también las ciudades, supieron oponerse en forma más eficaz al nacimiento de una organización política firme y de un poder estatal independiente. El estado feudal no conoció una relación de súbdito de carácter unitario, ni un orden jurídico unitario, ni un poder estatal unitario, en el sentido en que nosotros lo entendemos.
Es cierto que el Estado estamental supera esa disgregación del poder, reuniendo a los depositarios estamentales de este en corporaciones, los estamentos, pero lo hace solo con el fin de oponerlos al príncipe como enemigo más temible. Se produce entonces una revolución social en el siglo XIII. En lugar del antiguo noble hereditario aparecen los nuevos estamentos profesionales: el estamento de los caballeros que surge de los feudatarios no libres y que recoge partes de la antigua nobleza, y la burguesía de las ciudades que gana poder a causa de la aparición de la economía monetaria y crediticia. En lo sucesivo las funciones políticas y los derechos de mando se transmiten por herencia con la tierra o se enajenan aparte. Así los caballeros y las ciudades tienen la posibilidad de adquirir ventajas de carácter público, cargos y derechos, de la mayoría de los príncipes cargados de deudas. Pero lo más importante es que los nuevos estamentos privan al príncipe de la base económica de su poder, arrebatándole la facultad impositiva.
En el siglo XIV las uniones estamentales se convierten en los grupos internacionales de interés del clero, de los caballeros y de los burgueses, que rompen en todas partes el carácter político cerrado de los territorios.
Es así que ambas partes, príncipes
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