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La aparición


Enviado por   •  24 de Febrero de 2013  •  Informes  •  1.699 Palabras (7 Páginas)  •  260 Visitas

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La aparición de la escritura, significó la transformación de los contextos comunicativos en los que se desenvolvía el hombre en ese momento. El acto comunicativo oral estaba acompañado por elementos proxémicos que lo enriquecían haciendo posible transmitir mensajes para los que las palabras no eran suficientes. ¿Qué pasa con estos mensajes cuando la comunicación adquiere la posibilidad de ser plasmada en un sustrato mediante un código preestablecido? ¿Ocurren transformaciones en el emisor o en el receptor del mensaje a la hora de llevar el mensaje a la hoja?

Las respuestas a estas preguntas han sido objeto de discusión en más de un discurso de más de un experto de las ciencias del lenguaje en los últimos años, y pareciera que en síntesis se pudiera decir que si, que hay profundas transformaciones en la forma como se plasma el mensaje mediante palabras habladas y gestos y cuando este se convierte en signos. Las maneras como emisor y receptor hacen la apropiación e interpretación del mensaje, son significativamente distintas y suponen procesos mentales y comunicativos diferentes.

Pérez Tornero habla del proceso de mediación que hace la escritura, del valor fundamental de trascendencia que el texto escrito le concede al mensaje, por sobre el carácter efímero del lenguaje oral como uno de los hechos fundamentales

que introduce la escritura en la comunicación y el cual pareciera no ser claramente comprendido ni suficientemente valorado, cuando se asume que existe plena identidad entre el lenguaje verbal y el escrito.

Entonces aparece una tendencia en la comprensión del fenómeno comunicativo, cuando se entra a suponer que existe plena equivalencia entre los términos de la ecuación Lenguaje = Palabra = Escritura, con lo que se puede entonces entrar a hablar del escriturocentrismo el cual implica que todo hecho lingüístico está centrado únicamente en el lenguaje escrito. Esto implica, entre otras cosas que se pretenda comprender el proceso comunicativo escrito como una absoluta equivalencia del verbal, dejando de lado la comprensión de todos aquellos elementos comunicativos no verbales que posee el lenguaje oral y que parecieran perderse en lo escrito.

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Al respecto Pérez Tornero afirma:

“se piensa que lenguaje verbal es sólo oral y se abandona toda la consideración por aquello que lo rodea y lo completa (o lo recrea): lo gestual, el entorno objetual, el vestido e infinidad de semióticas que se sincretizan con lo oral Segundo, más allá, se tiende a confundir lo oral con la escritura; ¡ como si la escritura transcribiese de un modo cristalino y transparente todos los elementos de la oralidad ! En tercer lugar, finalmente, se desplaza la atención desde la situación de comunicación original

- la que más arriba hemos dicho que tenía una físicidad determinada y una materialidad concreta - a la nueva situación creada por escritura que es, siempre, sin embargo, una comunicación mediada, distante.(Pérez Tornero, 1997, p. 1) Pero aparece otro elemento que entra a complejizar la comprensión del fenómeno comunicativo mediado por la escritura: la incorporación de la imagen. Esta supone nuevas mediaciones, implicaría al parecer, un intento de recuperación del componente proxémico perdido en el paso de lo verbal a lo escrito y el desarrollo por parte de autores y lectores, de unas nuevas competencias en las que el lenguaje icónico pareciera superar al texto en su relevancia y poder comunicativo.

La presencia de la imagen transforma también las formas de abstracción propias del lenguaje textual, la equivalencia entre palabra y concepto propia de esta, se convierte ahora en equivalencia entre esquema y concepto, se produce entonces una esquematización del mensaje, que supone otro tipo de codificación y que concede al lenguaje icónico amplias posibilidades de asimilación, uso y manipulación. La trillada frase “una imagen vale más que mil palabras” pareciera aquí tomar pleno vigor y vigencia.

Pero existe otra condición que nuevamente transforma las posibilidades comunicativas de la imagen. La huella del pincel impregnado de óleo sobre el lienzo o la del carboncillo sobre el

papel, son prácticamente indeleble, inmodificables, pero cuando estas se transforman en “píxeles” por efecto la digitalización mediada por la cámara o el escáner, la imagen pierde su condición de perennidad. El píxel es transformable, editable, no se requiere ser un gran artista, solo contar con la herramienta de software indicado para trasformar el color de la piel, de los ojos o incluso la sonrisa de la Monalisa y esto lo puede

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hacer desde el niño hábil en el manejo de Paint, la herramienta de dibujo de Microsoft Windows, hasta el diseñador experto usando Adobe Photoshop.

Lo que esto implica es que la digitalización de la imagen le concede otras posibilidades comunicativas, que el sentido y significado que esta pueda poseer y que inicialmente se consideraba único e invariable, de nuevo se hace subjetivo, dependiente de los gustos, intereses, necesidades o intenciones comunicativas de quien la utiliza como signo para expresar ideas. Es un nuevo iconismo, una nueva opción textual que posibilita múltiples opciones de escritura y de lectura. El mensaje escrito se torna entonces multimedial, enriquecido con nuevos signos y significados y se hace universal y ampliamente difundido cuando se pone a circular

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