La convivencia escolar, una tarea pendiente en los padres.
isaiascarTesina21 de Noviembre de 2014
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La convivencia escolar, una tarea pendiente en los padres
Escrito por: Mª Ángeles Hernández Prados, Elisa Sánchez Romero. Universidad de Murcia; España
“En el artículo las autoras abordan la convivencia escolar desde la perspectiva de la escuela, pero relevando la importancia del rol que desempeña la familia en la construcción de una convivencia escolar sana y armónica, asumiendo este desafío como una tarea de todos, compleja y fundamental en la formación de personas, sujetos de derecho”
1. El valor de la convivencia en la escuela
Vivimos en una sociedad altamente caracterizada por lo tecnológico en la que se abren nuevas vías de comunicación antes insospechadas, en el que disponemos de un volumen vertiginoso de información, en el que los servicios prosperan en busca del bienestar del ciudadano, en el que las cauces de solidaridad son múltiples y variados para atender las necesidades de diversos colectivos… sin embargo, la otra cara de la sociedad, sin duda paradójica, nos presenta día tras día situaciones de violencia, racismo, intolerancia, discriminación, injusticias, estafas, vandalismo… Así pues, conforme evolucionamos los seres humanos nos encontramos en la encrucijada de tener que adaptarnos a los cambios experimentados sin atentar los derechos humanos, es decir, aprendiendo a convivir con los otros en ese nuevo contexto, o al menos diferente.
Al hablar de convivencia, en este caso, convivencia escolar, somos conscientes de la complejidad del concepto, así como de la dificultad construir en los centros una cultura de paz, fundamentada en el aprendizaje de valores como el diálogo, la tolerancia, la solidaridad, el respeto de los derechos humanos y la búsqueda permanente de la justicia, entre otros. Convivir significa vivir unos con otros sobre la base de unas determinadas relaciones sociales y unos códigos valorativos, forzosamente subjetivos, en el marco de un contexto social determinado (Jares, 2001). Para Ortega, Mínguez y Saura (2003) las propuestas pedagógicas para superar el conflicto en las aulas y promover una sana convivencia pasan necesariamente por la intervención escolar y familiar en el aprendizaje democrático de normas, en el conocimiento personal favoreciendo la adquisición de una sana autoestima, en el desarrollo de la responsabilidad, así como el aprendizaje de habilidades de diálogo y comunicación.
La convivencia escolar no es sólo un requisito, o condiciones mínimas sin las cuales no sería posible llevar a cabo el acto educativo, sino que además constituye un fin educativo. En este sentido, coincidimos con lo expuesto en el plan de convivencia de la Junta de Andalucía (R.D. 19/2007) “es necesario introducir en los centros educativos una cultura que facilite el tratamiento eficaz de los conflictos escolares, con el objeto de que éstos no se traduzcan en un deterioro del clima escolar. Establecer la convivencia, y restablecerla cuando se ha roto, es una meta y una necesidad para la institución escolar. Para ello se precisan, al menos, tres elementos esenciales: un conjunto de reglas que la regulen y que sean conocidas por todos, un sistema de vigilancia que detecte los posibles incumplimientos y un procedimiento de corrección que actúe cuando se produzcan transgresiones”.
Para instaurar o promover una cultura de la convivencia democrática, considerando ésta como la única alternativa a las situaciones de violencia, se hace necesario caminar en dirección a la consecución de los siguientes objetivos (Díaz-Aguado, 2002):
Adaptar los procedimientos de enseñanza aprendizaje a cambios sociales acontecidos en la actualidad.
Superar el currículo oculto, explicitando las normas escolares desde papeles democráticos.
Luchar contra la exclusión, fomentando la participación del alumno
Prevenir la violencia reactiva e instrumental
Distribuir al máximo el poder, haciendo democrático el proceso de establecimiento de normas.
Ayudar a no reproducir la violencia
Romper la conspiración del silencia sobre la violencia
Superar el sexismo, el racismo, la xenofobia, etc. a través del respeto a los derechos humanos.
Aprender a utilizar adecuadamente los medios de comunicación
Promover nuevos esquemas de colaboración entre familia, escuela y el resto de la sociedad.
Poner a disposición del profesorado los medios para desarrollar una convivencia democrática.
Conocer el estado en el que se encuentra la convivencia en los centros escolares no es una labor sencilla, cuanto menos exige el acercamiento a la realidad práctica, a la vida del centro, y evaluar a todos los agentes educativos que la integran. Estamos ante un concepto interpersonal, dinámico, que depende, en gran medida, del clima de valores que se vive en el centro, ya que éstos orientan el hacer de las personas, su comportamiento. “La convivencia escolar es una construcción colectiva y dinámica, ya que, es fruto de las interrelaciones de todos los miembros de la comunidad escolar y se modifica de acuerdo a los cambios que experimenten esas relaciones en el tiempo. Así concebida, la calidad de la convivencia es responsabilidad de todos los miembros de la comunidad educativa, sin excepción.” (Donoso, 2005).
Por otro lado, con excesiva frecuencia se vincula convivencia escolar con la detección de conductas violentas, discriminatorias y abusivas. La mejora de la convivencia como fin educativo persigue entre otras cosas, favorecer el conjunto de relaciones interpersonales que se establecen en el centro, especialmente entre los alumnos, entre alumnos y
profesores, y entre profesores y padres. Sin embargo, su contribución va más allá de estos propósitos, pues la convivencia es un valor en si mismo, y favorece la formación ciudadana de los alumnos. “Se trata de formar una personalidad con la interiorización personal de valores básicos para la vida y para la convivencia, una convivencia en el ámbito democrático donde sean posibles el encuentro y el entendimiento, desarrollando entre todos un mundo más humano, esto es, la construcción de una cultura democrática, lo cual remite a la formación del ciudadano participativo, un ser capaz de cooperar, dialogar y ejercer sus responsabilidades; un ciudadano que además de poseer unos derechos, también ejerza unos deberes, ya que democracia significa demos, y pueblo significa gente unida en torno a unos valores comunes” (Maldonado, 2004, 470). Apoyándose en esto, se afirma frecuentemente que la convivencia es la antitesis de la violencia.
2. Violencia: antitesis de convivencia
Antes de adentrarnos en exponer algunos de los resultados que sobre violencia escolar se han recogido en diversas investigaciones, consideramos esencial determinar qué entendemos por violencia. La violencia no es innata, por el contrario se aprende, y si es aprendida, debemos suponer también que es evitable. No hay constancia de que al nacer los niños sepan dar puñetazos, lanzar una piedra, disparar un tirachinas, insultar, etc., de modo que no hay duda de que los niños aprenden un extenso repertorio de comportamientos y tácticas agresivas (Tobeña, 2003). La violencia es algo más que una respuesta mecánica a un estimulo, se trata de un acto con sentido e intencionalidad, ya que implica necesariamente la intención de querer hacer daño (Hernández, 2004). Se trata de un fenómeno complejo, multicuasal, y negativo, de modo que no cabe posibilidad de negociación, ni justificación alguna que legitime el acto violento. Todo suceso de violencia es siempre denunciable y atenta contra la dignidad del ser humano. Por otra parte, el concepto de violencia se encuentra relacionado con la aplicación de la fuerza para conseguir imponer los intereses propios sobre los intereses de los demás, y/o con el uso inadecuado del poder. En esta misma línea, la violencia puede entenderse como el resultado final de una mala resolución de los inevitables y necesarios conflictos humanos (Palomero y Fernández, 2002).
Mucho se ha investigado, hablado y publicado sobre la violencia escolar en tan poco tiempo, que parece ser la única forma de violencia existente, cuando la realidad evidencia que la violencia no es exclusiva del ámbito escolar, más bien se trata de un fenómeno social que afecta a distintas parcelas de la sociedad. La violencia es una realidad social, que tiene cabida en nuestra sociedad y en torno a la cual se han establecido una serie de mitos1. En primer lugar, se considera que la violencia escolar es fenómeno nuevo, característico de la juventud de nuestros días. En palabras de Moreno (2003) estos sucesos se han producido desde siempre, pero ahora son más visibles, no tanto porque afecten a más personas, sino porque los medios de comunicación, los padres y madres de los alumnos y la sociedad en general, se han hecho mucho más sensibles a las problemáticas educativas.
En lo que respecta a la gravedad de las situaciones de violencia existe un doble planteamiento, o bien son muy graves, utilizando el alarmismo social de algunos casos concretos que nos escandalizan por ser sangrientos y de una violencia extrema; o por el contrario, se tiende a minimizar la gravedad de la violencia, defendiendo que se trata de juegos violentos que han existido siempre y que no tienen mayor trascendencia. Por otro lado, se puede pensar que la violencia escolar afecta tan sólo a una minoría de los alumnos matriculados, tendiendo a infravalorar el problema. Es cierto, que este fenómeno en nuestro país, no es tan frecuente, ni es tan grave, aparentemente, como en otros países, pero los efectos
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