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La juventud entre la modernidad y la postmodernidad

mopibaeaTrabajo24 de Septiembre de 2012

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III. La juventud entre la modernidad y la postmodernidad

Hablar de la juventud no resulta sencillo, es un tema que se presta al debate5. Principalmente los desacuerdos se presentan al delimitar su contorno: algunos autores basan la demarcación en cuestiones biológicas y de edad, el recorte suele ser arbitrario y se asocia con la adolescencia; otros autores, optan por un recorte social que entraña cuestiones del contexto histórico y cultural. En nuestro caso consideramos que ambas posturas no son excluyentes, el concepto de juventud integra la idea de momento de vida que se construye socialmente con base en referentes biológicos, sociales, psicológicos y culturales.

La juventud como construcción social ha transitado de la modernidad a la posmodernidad bajo distintas distinciones: en los siglos XVIII y XIX, como la capa social que gozaba de privilegios en un período de permisividad entre la madurez biológica y la madurez social (Margulis, 1998); en el siglo XX, se convierte en un concepto negativo, la juventud es vista como sinónimo de problemas y malestares sociales, es marcada la criminalización de su figura social (Martín-Barbero: 1998); y en el siglo XXI, tiende a florecer la tribalización de la juvenilización (Margulis, 1998; Maffesoli, 1990).6

La ambivalencia que mencionamos de la modernidad y el desencanto en la posmodernidad están presentes en la comprensión de la juventud. Los jóvenes en diferentes momentos de la historia, han sido concebidos entre lo positivo y lo negativo. En lo positivo, se les ha conferido la posibilidad del cambio como cumplimiento de la esperanza para la realización de la felicidad humana (herencia moderna) o como contestatarios al desencanto (actuación posmoderna); como negativos, porque reciben el rechazo de la sociedad en general, en la modernidad como desadaptados sociales y en la posmodernidad como altermundistas; en ambos casos, se les pretende desterritorializar, no existe cabida en el mundo sino responden al estereotipo de la ley y el orden.

En la historia aparecen los adultos en primer plano, son los que gobiernan y toman decisiones, solo por mencionar un ejemplo, en el siglo XVI y XVII, en la pintura se aprecia que se pintan retratos de adultos, después empiezan a pintar grupos o familias pero los jóvenes nunca ocupan el lugar central, aparecen en las orillas y con colores opacos; posteriormente, cambia la concepción y empiezan a pintar de otra manera a la juventud, ahora la expresan como la fuerza y la belleza a través de los adonis o de ángeles y arcángeles, entonces la juventud ahora es símbolo de belleza y fuerza y surgen las expresiones como ¡juventud divino tesoro! (edad dorada de la modernidad).

En algunos países europeos se les empieza a conferir confianza a los jóvenes y ellos son quienes organizan las fiestas religiosas, empiezan a tener injerencia en los asuntos políticos a través de su participación en las diferentes instancias de poder, también hay jóvenes guerreros, que desempeñan esta actividad con éxito debido a su fortaleza, existen también los jóvenes revolucionarios, cuya participación en los movimientos emancipadores de diferentes pueblos juegan un papel preponderante y surgen líderes que guiarán y representaran a otros jóvenes.

En la modernidad la juventud, en general, fue identificada bajo una visión de progreso en la que al joven habría que conducirlo bajo los canales de la superación y el logro individual, en búsqueda de prestigio y realización social. Si salía de ese canon entonces era considerado como algo negativo causante de violencia ante la ausencia de valores que le brindaran una identidad acorde a las reglas establecidas.

¿Y qué pasa con la juventud en la postmodernidad?

Observamos ante esa doble manifestación positiva-negativa, una posible positividad en el desarrollo de la pluralidad de microidentidades; pero como signo negativo, la uniformidad de esas identidades bajo el principio económico de la venta de imaginarios que dan sentido a la diversidad de imágenes y rituales bajo los cuales se asume la juventud. El logo no es sólo una cuestión de marca de producto sino también de rostros, se es diferente en la universalización –o globalización– de la diferencia. En este sentido se tej e una red fina que seduce en la búsqueda del espacio propio dentro de la geografía tribal de las juventudes; sin embargo, existe una red burda que vende la imagen real de la juventud, en la sociedad de consumo: la juventud emprendedora:

El heredero imaginario es el formato modélico postulado para los jóvenes por la retórica dominante: obediencia, adaptabilidad, capacidad de progreso, pulcritud, respeto, operatividad, ideas innovadoras, ambiciones, responsabilidad, confianza, visión de futuro, simpatía; es decir, el conjunto de virtudes contenidas en la imagen publicitaria de un gerente junior (sea después político, administrador, conductor mediático, profesional liberal, hombre o mujer de empresa) (Margulis, 1998, p. 19)

En ese tenor, compartimos lo expresado por Giroux (1996), quien define a la juventud como algo fronteriza, influenciada por los medios electrónicos, son jóvenes diferentes porque experimentan la cultura de manera distinta, porque estos medios se han convertido en sustitutos de la experiencia, que los aterrorizan y fascinan a la vez; se ha apropiado de ellos, la mercantilización. La condición de juventud se mueve entre los signos comerciales. La juventud se define a partir de sus adjetivos, esta idea la retomamos de Pérez (1998), que cita al respecto una frase de Jorge Luis Borges El sustantivo se forma por acumulación de adjetivos, así la juventud es movible, múltiple, movediza y tranfronteriza. Sin olvidar que esos adjetivos mantienen un fuerte contacto con el mercado de producciones simbólicas:

El concepto de joven en la actualidad tiene relación básica con el ámbito de la producción, circulación y consumo de significaciones, pero a la fecha la reflexión al respecto se ha visto muy limitada; como decíamos más arriba, la medición de la edad es en ocasiones el único criterio de definición. La reflexión en este sentido, amerita detenerse más para intentar buscar más explicaciones y no solo descripciones de los sectores juveniles (Pérez, 1998, p. 52)

Tomando en cuenta lo anterior, el conservadurismo señala que hablamos de jóvenes ajenos, extraños, aburridos, desmotivados, y desconectados del mundo real, con un gran sentimiento de vacío e indeterminación, para los cuales la violencia es una práctica cotidiana. No responden al ideal de joven emprendedor.

Consideramos que esa es una forma simple de ver a la juventud, se olvida que gran parte de esas actitudes o maneras de ser, se derivan de la falta de oportunidades en que este sector de la población se encuentra –y del bombardeo de venta de imaginarios–, es considerado como un grupo vulnerable, ocupa el primer lugar dentro de la pirámide de edades, un buen porcentaje de jóvenes en edad de trabajar no cuentan con un empleo que les garantice el mínimo de bienestar; si consideramos que por su edad, tendrían que dedicarse a estudiar para prepararse y posteriormente poder competir en un mercado laboral, tampoco es favorable el panorama, pues solo una tercera parte de los jóvenes aspirantes a estudiar el bachillerato, logra obtener un lugar en alguna escuela.

Si nos detenemos a mirar las estadísticas relativas a las causas de mortalidad, nos indican que el 90% de las muertes en jóvenes son por causa de accidentes automovilísticos, en la mayoría de los casos estaban bajo el influjo de alguna droga o del alcohol, otra causa de mortalidad que va en aumento es el SIDA.

Un buen número de jóvenes del sexo femenino ya no pueden continuar con sus estudios debido a que se convirtieron en madres a temprana edad, lo cual implica un riesgo en su salud y en la del recién nacido, que con frecuencia presenta bajo peso al nacer, entre otros problemas, pues la joven madre no está preparada ni física ni psicológicamente para enfrentar este suceso, que en la mayoría de las ocasiones lo hace sola, pues la pareja no asume la responsabilidad, pasando a formar filas de las madres solteras que tendrán que trabajar en lo que sea para mantener a su hijo.

Ante esta situación tan agobiante, los jóvenes tienen pocas alternativas, por lo que buscan una solución a sus problemas a través del uso, según Atalí (1992), de uno de los objetos nómadas: la droga; un menor número opta por el suicidio y algunos menos se evaden, y deambulan por las calles.

Quitándonos de la mentalidad de adulto, coincidimos con Nateras (2004), que una cosa es la idea de juventud que mantiene la sociedad y otra la juventud en sí misma. Con riesgo de reducir el abanico de expresiones consideramos que visiblemente encontramos cuatro grandes agrupamientos con base en la posición que los jóvenes mantienen en torno del ideal social que se tiene de ellos: globalizados, globalifóbicos, globaidealizados y globaltribalizados. Los primeros, adaptados fácilmente al mundo circundante; los segundos, la resistencia activa en el marco de la política a la globalización neoliberal; los terceros, la generación emprendedora, asumen como único el pensamiento neoliberal; y los cuartos, todo el mosaico de manifestaciones artísticas, culturales y políticas derivadas de una resistencia a través de la saturación de la ética y estética de las buenas costumbres.

Las hordas juveniles se agrupan, mezclan, cruzan y se reagrupan constantemente. En lo político encontramos posiciones a favor del EZLN, de la ecología, de los Derechos Humanos,

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