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La propuesta pedagógica de García Lorca


Enviado por   •  14 de Abril de 2013  •  Ensayos  •  1.015 Palabras (5 Páginas)  •  276 Visitas

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Federico García Lorca: pedagogo

Valentina Cantón Arjona

A Manuel de la Cera, que sabe de la importancia de Shakespeare en una lejana escuela normal de Guanajuato

La propuesta pedagógica de García Lorca

Una vez definidas la idea de mundo y la idea de hombre, así como los saberes, los contenidos fundamentales, las finalidades axiológicas y los medios y técnicas utilizados por García Lorca, podemos caracterizar su propuesta pedagógica. Para esto, es preciso un breve recorrido por las pedagogías. Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que las pedagogías, todas las pedagogías, se dividen en dos grandes tipos.

Unas son las pedagogías para la otra vida, es decir ésas que entienden la educación como metafísica, y que consideran que la vida es un proceso de perfección continua en la que el hombre no ha de tener mayor aspiración que llegar a Dios.

Estas pedagogías —en su forma más radical, más de raíz— conciben y recomiendan en formas más o menos matizadas un abandono del cuerpo, una postura ascética que eluda la sensualidad, y la renunciación como forma esencial de la vida. Renunciar es posponer las ganancias, demorar el bien para la otra vida, la del Más Allá. Estas pedagogías están presentes en muy diversas culturas, y en la cultura occidental se expresa, total y absolutamente en la pedagogía católica fundamentalista. La Iglesia tradicional que hace del magisterio su labor inmanente, irrenunciable e inalienable, muestra en todos los documentos y encíclicas esta definición. Una tarea magisterial que le hace dueña de todas las almas. Esta pedagogía se basa en la autoridad del maestro y la cátedra doctoral. El alumno ha de ser pasivo para recibir la enseñanza que, en estricto sentido, es puesta en boca del docente por la voluntad de Dios. La España misionera y evangelizadora se sostiene en esta concepción.

La otra pedagogía, contraria a la anterior y de orígenes más modernos —específicamente la Reforma— (¿o quizás más antiguos, si nos vamos a los cultos dionisiacos?), tiene como preocupación fundamental preparar al hombre también para la vida, pero para ésta, para la vida en este mundo. Hombres de la tierra, de la agricultura y el trabajo, del deseo, el disfrute y el goce, del vínculo con la naturaleza, con los otros. Hombres que esperan que la justicia y la libertad se den en este mundo y gozar de ellas aquí y ahora en cuerpo y alma. Se trata pues de una pedagogía para la vida que, sin rechazar necesariamente el sentimiento religioso, encuentra que vivir aquí puede ser o transformarse en suficientemente bueno como para no tener que esperar la muerte como única vía para la liberación.

Federico Gracía Lorca, Rafael Aguado, Antonio Luna, José Segura y Manuel de Falla, en Sierra Nevada, Granada.

Esta pedagogía (espero que se vaya reconociendo) cree en las excursiones al campo, en las asambleas escolares, en la discusión, en la disensión —si es necesaria— con la autoridad, en la crítica, en la creación, en la coeducación, en el disfrute de los juegos y las adivinanzas. Es pedagogía que pretende poner al hombre en armonía con su medio natural y social, que le enseña a entender las especies, a disfrutarlas y cuidarlas, a gozar de la sexualidad y a relacionarse con los otros por necesidad y no por ejercicio de la virtud, por necesidad o caridad.

Esta pedagogía no es doctoral, quienes la ejercen han de poseer una docta ignorancia, una ingenuidad ¿diríamos infantil?, una disposición natural a la sorpresa, al cambio, a la transformación de los valores, al reconocimiento de la alteridad, al respeto al otro y sus creencias. Es pues una pedagogía más practicada por la heterodoxia que por la ortodoxia, es la que dio origen a la Institución Libre de Enseñanza, y la Casa de Estudiantes de Madrid donde vivió García Lorca. Fue una pedagogía presentida o vivida por la generación del 27, su generación, más dispuesta al cambio y a la vida que la trágica del 98.

La muerte. Dibujo hecho por Federico García Lorca.

Esta forma educativa pudo formalizarse durante la Segunda República. Forma educativa y forma política se correspondían íntimamente en principios, fines, formas y fondos. La educación se definiría como eje de la vida republicana. Pudo realizarse, o iniciar su realización hasta el año de 1936. El estallamiento de la guerra española, la sublevación de los franquistas puso fin al ideal republicano, y puso fin también a la vida de muchos de sus impulsores y simpatizantes, García Lorca entre ellos. Así, y como cerrando un círculo mágico y trágico (1898-1936), nuestro poeta pedagogo muere asesinado en ese mismo año. Su nacimiento y su muerte son acompañadas de dos guerras, pero de una misma tensión: la tensión que ha recorrido la historia de España los últimos 500 años, la tensión entre el Cielo y la Tierra, entre la vida y la muerte, entre lo divino y lo humano, entre la explotación y la creación, la persecución y la tolerancia.

Fue esta tensión la que García Lorca captó y reprodujo en su obra, la que recopiló y tradujo, la que transmitió en sus aulas escenarios, sus guiñoles escenarios, y en sus didácticos cuentos y lecturas de poesía. Dígase ahora que García Lorca no fue, por encima de todo, un pedagogo. Dígase ahora que, más allá de la exquisita sustancia poética de su obra, no fueron la transmisión y el cultivo de la cultura popular, de su cultura popular hecha poesía y denuncia, que no fueron estas preocupaciones el núcleo duro de su definición. Núcleo, médula que le ha dado universalidad y que nos permite, como educadores, identificarnos con él. Y fue quizás por esto, porque ser un verdadero pedagogo, un sujeto comprometido con su cuerpo, con su labor de "traducción", con su pueblo, su tiempo y sus ideales de bienestar y justicia, fue quizás por esto que los asesinos de la esperanza hicieron que la muerte lo alcanzara por la espalda.

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*Texto presentado el 22 de junio pasado en la mesa redonda que con motivo del centenario del nacimiento del poeta organizaran la UPN y el Ateneo Español de México, con la participación de Federico Patán, Federico Álvarez y la autora, bajo la moderación de Teresinha Bertussi

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