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Leer Y Escribir En Un Mundo Cambiante

vicnte8712 de Julio de 2013

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Leer y escribir en un mundo cambiante1

Dra. Emilia Ferreiro2

Hubo una época, hace varios siglos, en que escribir y leer eran actividades

profesionales. Quienes se destinaban a ellas aprendían un oficio, y a este oficio se

dedicaban el resto de sus días.

En todas las sociedades donde se inventaron algunos de los 4 ó 5 sistemas

primigenios (China, Sumeria, Egipto, Mesoamérica y, muy probablemente, también el

valle del Hindus) hubo escribas, quienes formaban un grupo de profesionales

especializados en un arte particular: grabar en arcilla o en piedra, pintar en seda, tablillas

de bambú, papiro o en muros, esos signos misteriosos, tan ligados al ejercicio mismo del

poder. De hecho, las funciones estaban tan separadas que los que controlaban el

discurso que podía ser escrito no eran quienes escribían, y muchas veces tampoco

practicaban la lectura. Quienes escribían no eran lectores autorizados, y los lectores

autorizados no eran escribas.

En esa época no había fracaso escolar. Quienes debían dedicarse a ese oficio se

sometían a un riguroso entrenamiento. Seguramente algunos fracasaban, pero la noción

misma de fracaso escolar no existía (aunque hubiera escuelas de escribas).

No basta con que haya escuelas para que la noción de "fracaso escolar" se

constituya. Veamos un símil con una situación contemporánea: tenemos escuelas de

música, y buenos y malos alumnos en ellas. Si alguien no resulta competente para la

música, la sociedad no se conmueve, ni los psicopedagogos se preocupan por encontrar

algún tipo peculiar de "dislexia musical" que podría quizás ser superada con tal o cual

entrenamiento específico. Ser músico es una profesión; y quienes quieren dedicarse a la

música se someten a un riguroso entrenamiento. Y, aparentemente, las escuelas de

música, en todas partes, tienen un saludable comportamiento.

Todos los problemas de la alfabetización comenzaron cuando se decidió que

escribir no era una profesión sino una obligación y que leer no era marca de sabiduría

sino marca de ciudadanía.

Por supuesto, muchas cosas pasaron entre una época y otra, muchas revoluciones

sangrientas fueron necesarias en Europa para constituir las nociones de pueblo soberano

y democracia representativa. Múltiples transmutaciones sufrieron los primeros textos de

arcilla o de papiro hasta convertirse en libros reproducibles, transportables, fácilmente

consultables, escritos en las nuevas lenguas desprendidas del latín imperial y

hegemónico.

Los lectores se multiplicaron, los textos escritos se diversificaron, aparecieron

nuevos modos de leer y nuevos modos de escribir. Los verbos "leer" y "escribir" habían

dejado de tener una definición inmutable: no designaban (y tampoco designan hoy día)

actividades homogéneas. Leer y escribir son construcciones sociales. Cada época y cada

circunstancia histórica da nuevos sentidos a esos verbos.

1 Conferencia expuesta en las Sesiones Plenarias del 26 Congreso de la Unión Internacional de Editores.

CINVESTAV-México

2 Emilia Ferreiro es doctora por la Universidad de Ginebra, donde tuvo el privilegio de ser alumna y

colaboradora de Jean Piaget. Sus investigaciones sobre alfabetización fueron realizadas principalmente en en

Argentina, donde nació, y en México, país donde actualmente reside y es profesora titular del Centro de

Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional.

2

Sin embargo, la democratización de la lectura y la lectura se vio acompañada de

una incapacidad radical para hacerla efectiva: creamos una escuela pública obligatoria,

precisamente para dar acceso a los innegables bienes del saber contenido en las

bibliotecas, para formar al ciudadano consciente de sus derechos y sus obligaciones, pero

la escuela no ha acabado de apartarse de la antigua tradición: sigue tratando de enseñar

una técnica.

Desde sus orígenes, la enseñanza de estos saberes se planteó como la adquisición

de una técnica: técnica del trazado de las letras, por un lado, y técnica de la correcta

oralización del texto, por otra parte. Sólo después de haber dominado la técnica surgirían,

como por arte de magia, la lectura expresiva (resultado de la comprensión) y la escritura

eficaz (resultado de una técnica puesta al servicio de las intenciones del productor). Sólo

que ese paso mágico entre la técnica y el arte fue franqueado por pocos, muy pocos de

los escolarizados en aquellos lugares donde más falta hace la escuela, precisamente por

ausencia de una tradición histórica de "cultura letrada".

Surge entonces la noción de "fracaso escolar", que es concebida, en sus inicios, no

como fracaso de la enseñanza sino del aprendizaje, o sea, responsabilidad del alumno.

Esos alumnos que fracasan son designados, según las épocas y las costumbres, como

"débiles de espíritu", "inmaduros" o "disléxicos". (En los años 1960 la dislexia fue

considerada "la enfermedad del siglo"). Algo patológico traen consigo esos niños, algo

que les impide aprovechar una enseñanza que, como tal, y por la bondad de sus

intenciones, queda más allá de toda sospecha.

Pero el fracaso escolar es, en todas partes y masivamente, un fracaso de la

alfabetización inicial que mal puede explicarse por una patología individual.

Una década después, hacia 1970, los estudios en sociología de la educación

desplazaron la responsabilidad de la incapacidad para aprender hacia el entorno familiar:

en lugar de algo intrínseco al alumno habría un "déficit cultural". De hecho, una cierta

"patología social" (suma de pobreza + analfabetismo) sería responsable del déficit o

handicap inicial. Efectivamente, pobreza y analfabetismo van juntos. El analfabetismo no

se distribuye equitativamente entre los países, sino que se concentra en entidades

geográfico-jurídico-sociales que ya no sabemos cómo nombrar.

Hoy día no se sabe muy bien cómo clasificar a los países. Antes había

"desarrollados" y "subdesarrollados", pero esta última calificación pareció peyorativa y fue

reemplazada por un eufemismo: "países en vías de desarrollo". Pero ¿cuántas décadas

puede un país estar "en vías de desarrollo sin acabar de desarrollarse?". De hecho,

muchos de los países que antes parecían estar "en vías de desarrollo" parecen hoy día

condenados a estar "en vías de subdesarrollo". Hubo una época en que los países se

catalogaron en dos regiones: "Primer mundo" y "Tercer mundo", con un supuesto

"Segundo mundo" que nadie asumió como designación adecuada para sí mismo. Y ahora

hemos regresado a las coordenadas pseudo-geográficas: los ejes "Este" y "Oeste"

desaparecieron, mientras que "Norte" y "Sur" tienen renovada vigencia (lo que obliga a

innegables dificultades propiamente geográficas, tales como ubicar a Australia en el Norte

y a México en el Sur). Yo hablaré de "periferia" para referirme a este Sur, que también

existe...

Total, que no sabemos cómo clasificar a los países, pero sí sabemos qué es la

pobreza. Sabemos -y es inútil que lo ocultemos, porque el World Bank lo sabe y lo diceque

el 80% de la población mundial vive en zonas de pobreza. Sabemos que ese 80%

conjuga todos los indicadores de dificultad para la alfabetización: pobreza endógena y

hereditaria; baja esperanza de vida y altas tasas de mortalidad infantil; malnutrición;

multilingüismo. (Sabemos, por supuesto, que ese 80% también es heterogéneo, ya que

las desigualdades entre los países se expresan igualmente en desigualdades internas

tanto o más pronunciadas).

3

A pesar de cientos de prometedoras declaraciones de compromiso nacional e

internacional, la humanidad ingresa al siglo XXI con unos mil millones de analfabetos en

el mundo (mientras que en 1980 eran 800 millones).

Los países pobres (ese 80%) no han superado el analfabetismo; los ricos (ese 20%)

han descubierto el iletrismo. ¿En qué consiste ese fenómeno que en los años 80 puso en

estado de alerta a Francia, a tal punto de movilizar al ejército en la "lucha contra el

iletrismo"? El iletrismo es el nuevo nombre de una realidad muy simple: la escolaridad

básica universal no asegura la práctica cotidiana de la lectura, ni el gusto por leer, ni

mucho menos el placer por la lectura. O sea: hay países que tienen analfabetos (porque

no aseguran un mínimo de escolaridad básica a todos sus habitantes) y países que tienen

iletrados (porque a pesar de haber asegurado ese mínimo de escolaridad básica, no han

producido lectores en sentido pleno).

El tiempo de escolaridad obligatoria se alarga cada vez más, pero los resultados en

el "leer y escribir" siguen produciendo discursos polémicos. Cada nivel educativo reprocha

al precedente que los alumnos que reciben

...

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