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Literatura Peruana


Enviado por   •  1 de Septiembre de 2012  •  2.195 Palabras (9 Páginas)  •  621 Visitas

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Es común observar a los jóvenes escuchando en sus reuniones canciones de grupos extranjeros, rock and roll, hip hop, bachatas, reguetón, electrónica, pop coreano y un sinfín de géneros de los cuales nuestra juventud goza en sus fiestas, reuniones y vida diaria. Pero es común ver a un chico de 17 años escuchando ¿un huayco? O ¿un yaraví? O tan siquiera ¿una marinera?...

Es común escuchar en la calle, en la casa, en nuestras conversaciones, el uso de palabras como: OK, yeso, Hank Oyu, Ey cuate!, entre otros, jergas y vocablos de países como EE.UU., México y España. Pero es común escuchar alguna palabra en ¿quechua? ¿No es acaso visto por jóvenes y adultos como algo de lo que se avergüenzan? ¿No es acaso palabras como: urpi, runa, ari, uchu, un vil pretexto para que otros se burlen de nuestro compatriotas quechuahablantes?...

Hay un momento en la vida en que las personas crecen y se preguntan, ¿quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Por qué estoy aquí? ¿Cuál es mi objetivo? Se le llama crisis existencial y sirve para definirnos como personas cuya vida tiene una razón de ser, una razón de existir. El pueblo peruano, sigue en esta crisis existencial, y nos estamos equivocando, elegimos el camino incorrecto, en vez de identificarnos con nuestro país, con la tierra que nos vio nacer, aquella a la que pertenecemos y de la cual deberíamos sentir inmenso orgullo, nos inclinamos por lo extranjero, por lo externo a nuestra patria, por alienarnos con las costumbres de otros países y lo peor de todo nos avergonzamos de lo que realmente somos, de nuestra hermosa sierra, nuestra exuberante selva, del idioma de nuestros incas, de nuestra sangre, de nuestros apellidos, incluso de nuestros rasgos. Nosotros mismo nos discriminaos, nos decimos “anda cholo” “serrano pulguiento”, como si entre costeños, serranos y selváticos existiera diferencia alguna. Todos somos peruanos, somos hermanos, somos un solo país, una sola nación y lejos de aceptarnos y elevar el rostro por lo que somos, agachamos la cabeza y servimos a todo aquel que venga de un país que no sea el Perú, por el error de tan siquiera pensar que ellos son mejores que nosotros.

Y lamentablemente a lo largo de los años, nuestra situación ha sido la misma. El dejarnos pisotear por grandes empresas extranjeras, que ven al Perú como su minita de oro, la cual explotan y dejan en la miseria. Dejamos que entren a nuestro país a explotar nuestros recursos naturales, a destruir nuestras tierras, y a conformarnos con una migaja de lo que ellos se llevan. Si nuestros antepasados incas, hicieron de estas tierras el comienzo de un gran imperio, nosotros estamos destruyendo todo orgullo que ellos consiguieron.

Nuestra realidad deja mucho que desear de nosotros mismos, pero entre tantos alienados e indignos de decirse peruanos (que solo lo expresan cuando Perú gana un partido de futbol o cuando les conviene, que es lo más deprimente y sé que no me dejaran mentir), nació un hombre que con sus escritos hizo eco en cada rincón del país, levantó la voz y expresó sus ideas, sus disconformidades con el comportamiento del pueblo, e hizo de su persona un verdadero ejemplo a seguir. Amó al Perú como ningún otro, no fue militar y no murió defendiendo la bandera peruana, hizo mucho más, nos transmitió una perspectiva diferente de lo que es ser peruano. Identificarte con los indios, con las costumbres de los pueblos que habitan con nosotros, de sentirse orgulloso y de luchar por el mejoramiento del país entero.

Hoy en día cumpliría 101 años de vida y seria homenajeado en todas las regiones de nuestro país, su nombre, José María Arguedas, mestizo de nacimiento, indio de corazón.

Fue un escritor prolífero y excelente antropólogo siempre identificado con el folclor peruano. Escribió muchas obras y para ellos se inspiró en sus vivencias, una de ellas es El Sexto. Esta obra fue publicada en el años 1961 y narra la historia de Gabriel Osborne que en realidad es el mismo José María Arguedas ya que él estuvo en dicha cárcel, el Sexto, por causa de una manifestación en los años 40.

La obra El Sexto es el recuento de la serie de injusticias que gobiernan al Perú, de la opresión, de la constante lucha por el poder, y la tortura. Dentro del Sexto se encuentra en resumidas cuentas, un reflejo completo de lo que es Perú.

Por ejemplo, vemos la constante lucha entre los apristas y los comunistas, diferentes posiciones políticas, cada uno creyendo que realmente son los que mas representan al país y condenando al otro de ser la miseria y la causa de los problemas nacionales. Los apristas decían que los comunistas eran unos alborotados y que solo fomentaban crisis y hablaban disparates, por otro lado los comunistas acusaban a los apristas de besarle los pies a los inversionistas extranjeros que en ese entonces empezaron a penetrar en la economía del país.

Esto nos da una idea una vez más que la historia de nuestra patria es una película que se repite constantemente. Recordemos el imperio inca, los españoles llegaron, un grupo reducido que lograron desmoronar todo un imperio de hombres fuertes, reacios y nobles. ¿Cómo? Porque existía un conflicto interno, existían una división y aquellos españoles aprovecharon eso para hacer de nosotros su colonia. Y esto es lo que denuncia José María Arguedas, el terco deseo de los peruanos de dividirnos, de ser nuestros propios enemigos y de ponernos a luchar entre nosotros mismos. Denuncia nuestra incapacidad para ponernos de acuerdo y condena nuestra necedad al enemistarnos siempre.

Arguedas nos muestras que en el sexto se encontraba lo peor de la sociedad, homosexualismo, tráfico de alcohol y drogas, colusión de criminales y policías (prostituyeron a un recluso, “Clavel” que tuvo que suicidarse ya que el tormento de ser violado una y otra vez fue demasiado y esto con los policías como cómplices), bestialidad de los guardines, existencia de pandillas sometidas a jefezuelos que reinan el terror (el Puñalada y Maravi), un prefecto que abusando de su poder hizo que los presos políticos comieran excremento sin poder lavarse la cara y una comida hedionda, escasa que a los débiles obliga a estar arrastrándose por los suelos en busca de cáscaras de naranja o cualquier otro desperdicio o migaja que puedan comer. Esto si bien es abuso, y podemos decir que es algo que ocurre en todas las cárceles del mundo, Arguedas nos los presenta como nuestra realidad nacional, donde unos

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