Los Imperios Modernos
Katycontreras5 de Mayo de 2013
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Inglaterra hacia la Posmodernidad 1815-1914
En los años inmediatos a Waterloo, Inglaterra pasó por una intensa crisis económica de la postguerra. Los productos que no se vendían se acumulaban y las clases trabajadoras se enfrentaban a un creciente desempleo y miseria. El sufrimiento de las poblaciones aumentó como resultado de la Corn Law (Ley de los cereales) de 1815, que prohibió la importación del grano barato del extranjero hasta que el precio del producto cultivado en Inglaterra no hubiese alcanzado cierto nivel. A pesar de que los sindicatos estaban prohibidos, los trabajadores se manifestaron en huelgas y agitaciones populares que abrieron el camino al Proyecto de la ley de la reforma parlamentaria de 1832. En la década de 1820 las condiciones económicas mejoraban y Gran Bretaña se lanzó a un proceso de reforma que convertiría a un estado democrático moderno.
De la Lenta Democratización, a 1885
Inglaterra surgió de las guerras napoleónicas con un poder ejecutivo formado por un primer ministro y su gabinete, todos bajo el control absoluto del parlamento. La corona se había vuelto, en gran medida, un elemento decorativo. Y en ese cargo decorativo que durante gran parte del siglo (1837-1901) ejerció la reina Victoria, se centraron los sentimientos patrióticos de los leales súbditos ingleses. El verdadero poder radicaba en el parlamento que a principios del siglo XIX estaba muy lejos de ser un cuerpo ampliamente representativo. La cámara de los lores estaba compuesta por una pequeña clase privilegiada de pares que habían heredado sus asientos. La cámara de los comunes estaba conformada por la nobleza del camp, las clases profesionistas y los hombres de negocios muy prósperos, además de algunos descendientes de los pares. Las propuestas para modernizar la estructura de representación prácticamente se había adoptado a finales del siglo XVIII, pero las guerras con la Francia revolucionaria primero, y las napoleónicas después, pospusieron las reformas. La representación de la posguerra alcanzó su punto más alto cuando del parlamento aprobó las seis “leyes mordaza” que limitaron la libertad de expresión, prohibieron el aprendizaje del uso de las armas de fuego y establecieron un impuesto del sello sobre los textos literarios políticos. Gran parte de los preparativos para la reforma en realidad fue obra de los conservadores. Bajo la guía de George Ganning y Sir Robert Peel (1788-1850), los gobiernos en manos de los tories de la década de 1820 levantaron las restricciones impuestas sobre los derechos civiles durante la larga guerra contra Francia y la crisis de la posguerra. Permitieron que los trabajadores se organizaran en sindicatos, aunque no tuvieron derecho a huelgas; reformaron el anticuado código de delitos.
El proyecto de la ley de la reforma mismo fue aprobado bajo el liderazgo de un whig, el segundo conde del Grey (1764-1845). Los tories opositores a la reforma parlamentaria fueron convencidos, inclusive el duque de Wellington fue convencido en el último momento, hasta que solo la fracción tory de la cámara de los Lores bloqueó la medida. Los temores de una fuga en el banco de Inglaterra y de un estallido de violencia popular en Bristol, dieron como resultado la aprobación de la ley el 4 de Junio de 1832. Sin embargo la ley de la reforma no trajo la democracia política a Inglaterra. Si disminuyó las grandes irregularidades que había en distritos electorales y otorgó asientos en la cámara de los comunes a más de 40 ciudades industriales que antes no estaban representados. El número de votantes se incrementó en cerca del 50% y virtualmente toda la clase media obtuvo el derecho a votar; sin embargo los requisitos para votar excluían a la gran masa de trabajadores.
En el parlamento parcialmente reformado continuó la agitación a favor del sufragio más amplio. En 1866 por fin se redactó un juramento que eliminaba toda referencia sectaria. La ley de reforma de 1867 no dio el sufragio a todos los hombres, esta ley prácticamente duplico la cifra de votantes en Inglaterra al otorgar el derecho a votar a los caseros, esto es, a los hombres establecidos que poseían o bien pagaban una renta por su casa en los pueblos. Esta segunda ley de reforma no permitió el voto a los hombres de las zonas rurales que no tenían una participación en la sociedad, de la propiedad esto es, a quienes carecían de un ben raíz, o de una cuenta bancaria y que por tanto las clases altas victorianas los consideraban irresponsables y dispuestos a votar en contera de la propiedad ajena. Las siguientes reformas las puso en vigor el partido liberal encabezado por William Ewart Gladstone (1809-1898). Las leyes de 1884 y de 1885 de nueva cuenta duplicaron el tamaño del electorado sobretodo al extender el derecho de voto a las zonas rurales. El mapa político de Inglaterra comenzaba a redibujarse, de tal manera que todos los distritos tendrían aproximadamente la misma cantidad de población. Los votantes que tenían propiedades de negocios en un distrito, y una casa en otro distrito podían votar dos veces y los egresados de Oxford y Cambridge podían votar una segunda vez para los miembros especiales de la universidad.
Las mujeres, por su parte, que en general no podían adquirir la teórica “participación en sociedad” que daba derecho a votar. Solo mediante dos leyes, una de 1882 y otra de 1893, las mujeres pudieron obtener la posición de la propiedad; la primera ley se aplicaba a las mujeres casadas y las segunda a las solteras. Para 1885 Inglaterra era, con respecto a otras sociedades occidentales, una democracia política en la cual la mayoría de los varones era casi, sino es que los suficiente, soberana desde el punto de vista política gracias a sus representantes en la cámara de los comunes. Y una ley mayoritaria de 1918 que otorgo el derecho a votar a todos los hombres partir de los 21 años de edad, y en las mujeres más de 30 años de edad y limito el voto plural dos votos, uno por la propiedad y otro por la universidad.
El Triunfo del sistema Bipartidista
El sistema bipartidista estaba prácticamente confinado a las tierras de habla inglesa: Inglaterra, Estados Unidos de América y los dominios británicos. Una democracia bipartidista ofrecía ventajas muy claras al fomentar la continuidad en el debate y en la elección, así como un sentimiento de seguridad. En el siglo XX finalmente ni los sistemas bipartidistas ni los gobiernos parlamentarios se resultaron ser la norma para los estados recientemente independizado y en vías de modernización, e inclusive en las democracias más antiguas los votantes se consideraron cada vez mas como independientes, orientando sus votos de acuerdo con ciertos aspectos y no tanto con respecto a la lealtad partidaria. En términos de psicología política un sistema bipartidista implica que millones de votantes que conforman a uno u otro objetivos del partido, o por lo menos cuando voto tienen que sentir que su candidato esta mas a favor de lo que ellos desean y no de lo que no desean. El profundo abismo que había cavado la revolución Francesa en el continente, entre realistas y repúblicos y entre clericales y anticlericales, no existían en Inglaterra, aun cuando la diferencia de clases era sumamente real en ese país. Más importante que la disposición individual de los liberales y los conservadores para apoyar las políticas de sus partidos, era el hecho de que ambos partidos tenían una vasta área de mutuo convenio por encima y más allá del partido.
El programa de los utilitaristas
La iniciativa privada por la que abogaban los utilitaristas dio como resultad la creación de institutos de mecánica así como de otras instituciones de educación vocacional y para adultos. Su reforma comenzó con Thomás Arnold (1795-1842), director de Rugby entre 1828 y 1842, quien declaro que partir de entonces las escuelas con financiamiento privado debía enseñar principios religiosos y morales, así como la conducta caballerosa, además de fomentar la capacidad intelectual. La reforma que conmocionó a la opinión pública de manera más profunda fue la Nueva Ley de Socorro a los desposeídos en 1834. Mediante esta ley se volvió más congruente el sistema de asistencia pública que se había creado con la ley isabelina de socorro a los desposeídos de 1601, así como en la legislación anterior de la época de los tudor. De las reformas utilitaristas, la que tuvo más éxitos de su consecuencias a lo largo plazo fue la anulación de las Corn Laws en 1846, como resultado de una prolongada campaña que encabezó la liga en contra de la ley de los granos. Este grupo estaba interesado en que Inglaterra adoptara el libre comercio de tal manera que recurriera a la exportación de los bienes manufacturados para pagar la importación de materias primas y alimentos. En 1846 convencieron a Peel para que dejara a un lado el tradicional proteccionismo de los tories, ante la trágica hambruna debida a la fallida cosecha de papas en Irlanda y la urgente necesidad de importar granos baratos. Las leyes fabriles constituyeron otra serie de reformas que comenzaron de manera muy modesta en 1802 y 1819. La ley de 1819 tenía que ver exclusivamente con la industria del algodón y prohibían el trabajo nocturno infantil. Además de que establecía una jornada laboral de 12 horas, no estipulaba la inspección efectiva y muchos patrones violaban impunemente esta ley.
La intervención del libre mercado en el trabajo ameritaba un sindicato con posiciones casi solitaritas, además de conservadoras paternalistas. Oastler fue la cabeza del movimiento en contra de la ley de socorro a los desposeídos y junto con Shaftesbury promulgo la ley de las 10 horas que limitaba la semana normal de trabajo a jornadas de 10 horas por día, seis días de la semana en
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