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Los Modelos Modernos De Logistica


Enviado por   •  5 de Julio de 2014  •  3.744 Palabras (15 Páginas)  •  187 Visitas

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Este libro llegó por casualidad a mis manos. Una amiga mexicana a la que solo conozco por intermedio del correo y que goza del sexo como yo, me comentó que tenía un disco compacto con 6000 libros digitales. Me busqué la forma de conseguirlo y he tenido el gusto de encontrar éste que me ha encantado y disfrutado al máximo.

Tan pronto comencé a leerlo y a darme cuenta de su contenido pensé que sería el libro ideal para clases de sexualidad en las escuelas y colegios. Aun para aquellos que disfrutamos de nuestra sexualidad sin muchos complejos creo que hay muchas enseñanzas que valdría la pena tener en cuenta ya que todos nosotros; en una u otra forma, no dejamos de tener prevenciones en cuestiones relacionadas con la sexualidad y mucho de ello debe provenir de la forma como fuimos educados o no educados en este aspecto.

Leyendo este libro me pude dar cuenta de que muchas de mis amigas con las que he disfrutado del sexo y yo mismo nos reflejábamos en algunas de las notas de la autora. Habla mucho sobre la falta de conocimiento de nuestro cuerpo y de quererlo tal como es. En la sección de preguntas y respuestas de Yahoo he encontrado casos de mujeres que se sienten a disgusto con algunas partes de su anatomía y en especial de su cuquita (prefiero usar este término que es más cariñoso y no tan crudo como coño), de las que le preocupa su color, su tamaño, el tamaño de sus labios y muchas otras cosas más. Como la autora, estoy de acuerdo que uno tiene que aprender a vivir con lo que Dios le dio y sacarle todo el gusto posible. Yo mismo sufrí en mi juventud de ese tipo de inquietudes. Me preocupaba mi estatura (no me quedé enano de puro milagro – mis 1.63 actuales no me hacen alto pero me defiendo con ello), y me sentía feo. Lo que no pude apreciar durante mucho tiempo era que aun así tenía bastante ascendiente con las mujeres y que varias me desearon sin yo darme cuenta. Cuando aprendí a no preocuparme de mi aspecto físico (bueno tampoco soy tan feo), y de compararme con los hombres bien parecidos y de una contextura física muy superior a la mía me di cuenta que si uno sabe aprovechar lo que tiene puede llegar bastante lejos.

Esto me llevó a una reflexión. ¿Porqué no, hacer algunos comentarios al margen de sus notas para mis amigas y para las chicas de la sección de Y:R?

Cuando estaba en ello pensé también que valdría la pena contar algo sobre mis experiencias especialmente de las primeras que es cuando tenemos más incógnitas y hacerlas llegar a ustedes para que las conocieran. Pienso que muchas de ustedes también habrán tenido las mismas inquietudes que yo y valdría la pena conocerlas.

Varias amigas que se han sincerado conmigo me han contado sus cosas y en definitiva encuentro que los tabúes que nos metieron en nuestras cabezas han manejado muchas de sus experiencias y las han mantenido frustradas durante mucho tiempo.

Comencemos. Yo he tenido bastantes momentos afortunados en mi vida. Sin embargo, dos de ellos fueron fundamentales en el desarrollo de mi personalidad. El primero fue el tener la fortuna de que mi madre que fue liberal conmigo en las lecturas. Cuanto libro trajera a casa podía leerlo sin ningún problema y no importando el tema que trataran. Eso sí, no permitía que le hiciera preguntas referentes al sexo. En otras palabras, por parte de ella (y de mis estudios en la escuela, el colegio y la Universidad), no recibí ninguna educación sexual.

Mis primeras lecturas de novelas eróticas no hicieron sino despertarme de algo que inconcientemente ya había vivido. Desde muy temprana edad me gustaron las mujeres y sentía una curiosidad innata por explorarlas. Me recuerdo desde muy niño en la escuela rural en la que enseñaba mi madre buscando la forma de tocar a las niñas de mi edad y a otras mayores. A dos de ellas, hermanas, las recuerdo en forma muy especial. La menor de ellas; de 14 años (yo escasamente de 5), tenía unos senos lindos y grandes las que me permitía acariciar y chupar y la hermana mayor; de 15, me dejaba que le tocara su cuquita pero nunca que le acariciara sus teticas. Me imagino que era porque ella era delgada y a diferencia de su hermana las tenía muy pequeñas. También imagino que les gustaban mis caricias. En especial la mayor que me llevaba la mano a su cuquita para que se la acariciara.

Mis primeras novelas eróticas llegaron a mis manos entre los 9 y 10 años de edad. La primera fue “El amante de Lady Chaterlly” de D. H Lawrence y la segunda, “Lolita” de Vladimir Nabokov. Estas novelas; comparadas con las de ahora, no dejaban de ser novelitas rosa. Sin embargo, en la primera encontré por primera vez que se hablara de tener sexo y en la que el amante mencionara las partes íntimas de la mujer sin complejos. El era un guardabosques sin mayor cultura que no tenía reparos en hablar de lo que sentía y de lo que veía en el cuerpo de su pareja. La segunda era más explícita y hablaba de una chica de escasos 12 años que seduce a un hombre mayor. De todas maneras, ambas me excitaban y me llevaron a masturbarme en una forma conciente. De verdad, antes de esa edad, no recuerdo haberlo hecho nunca y ahora que he leído este libro me he puesto a reflexionar si hubo algún tipo de trauma que impidiera hacerlo porque me hubieran pescado en un acto tan “inmoral”, lógicamente para la época. Lo que me extraña es que siendo como he sido, no tenga un recuerdo claro de haberme masturbado y tampoco de lo que pudo haberme pasado entre los 5 y los 10 años de edad y que he podido darme cuenta que muchas mujeres (entre ellas, varias amigas), confiesan haberlo hecho desde muy niñas.

Haciendo memoria, no recuerdo haber vuelto a mis andanzas con las mujeres hasta tener esa edad; época en la que mi madre se desplazara del campo hacia la ciudad.

En esa ciudad; Cali, en la que vivo hace 53 años conocí a una niña a la que le gustaba jugar a papá y mamá y que en nuestros juegos nos acariciábamos mutuamente. Ella solo me llevaba un año de diferencia y era; si se quiere, mucho más exploradora del sexo que yo mismo.

Como mi madre y mi padrastro se ausentaban todo el día iba a visitarme a mi casa donde pasábamos ratos deliciosos. Le encantaba mirarse su sexo, acariciarse y que la acariciara. Al igual, le encantaba coger mi polla entre sus manos (ese término lo utilizaba ella porque lo había escuchado de sus hermanos. Yo por el contrario casi no lo utilizo – aun ahora - talvez influido por las represiones propias de la época en que se consideraba vulgar). Con ella tuve las primeras iniciativas de introducción y logramos hacerlo después de muchos intentos. Ella me contaba que le encantaba acariciarse ese botoncito que tenía en la parte de arriba de su cuquita y que había momentos en que al terminar casi se desmayaba. Imagínense el susto que me llevé

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