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Mi Democracia.

hanselduranEnsayo26 de Junio de 2016

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Mi  Democracia

¿Goza mi país de una Plena Democracia? ¡Lamentablemente NO! Afirmo esto, en razón de que nuestra democracia es superficial, frágil y sin un verdadero sustento social y de derecho; en virtud de que en los hechos no se ajusta a la definición siguiente: La democracia es un sistema de gobierno en el cual la soberanía del poder reside y está sustentado en el pueblo, este por medio de elecciones directas o indirectas, es quien elige las principales autoridades del país, y asimismo, es el pueblo quien puede cambiar o ratificar a estas mismas autoridades 1     [1]

Desde 1978 la democracia Dominicana ha oscilado entre el progreso y el retroceso. En la actualidad  podemos afirmar que está atravesando por una fuerte crisis de credibilidad,  producida por el desequilibrio económico y la inequidad social que la afecta. Existen dos riesgos fundamentales para la democracia Dominicana en los momentos actuales: uno es de concepción y otro es institucional, debido a que los que mandan tienen al parecer una percepción diferente de ella, ya que estos solo buscan saciar sus intereses, menos los del pueblo; e institucional, porque la falta de ética y moral en el empleo del mando publico a descarriado la vía en la deberían desenvolverse las instituciones que conforman el Estado Dominicano, las cuales no tienen que ser fuentes de ingresos para saciar las apetencias personales de unos pocos.

Hemos logrado el establecimiento de una democracia mínimamente procedimental, en la que se destaca por lo menos, la existencia de procesos electorales periódicos realizados con “libertad y transparencia” y el reconocimiento de ciertos derechos civiles como la libertad de expresión y de asociación.  Es decir que, la estabilidad democrática ha estado asociada a la realización de elecciones que cumplen con algunos principios de oportunidad y libertad de elegir de la ciudadanía, pero a mi entender no culmina ahí, simplemente dando un voto; sino mas bien que el ejercicio de ese derecho debe ser objeto de conciencia y  seguimiento ciudadano, para que así las autoridades gubernamentales hagan lo que tengan que hacer, con la observación rigurosa, critica y constante del pueblo.  Es claro que el ejercicio de algunos valores democráticos no ha sido capaz de sustituir las prácticas y actitudes clientelistas y autoritarias que aún predominan en la cultura política dominicana. Tampoco ha sido posible la construcción de un real estado de Derecho en el país. Esto hace que nuestra democracia esté sustentada sobre bases muy frágiles. Es cierto que los logros de elecciones abiertas y de libertad política son muy importantes, pero “no son  suficientes”.

En ese sentido, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha señalado en múltiples oportunidades, desde mediados de la década pasada, que es necesario pasar de una democracia puramente electoral a una donde exista un real estado social de derecho. Esto supone que  haya un reconocimiento pleno de los derechos civiles, políticos, económicos y culturales de todos los dominicanos y las dominicanas.  Ciertamente, sólo es posible mejorar la calidad de la democracia dominicana, si además de procesos electorales organizados con una supuesta eficiencia, se crean condiciones adecuadas para erradicar el clientelismo, el uso de los recursos del Estado y se promueve la participación del pueblo en lo teórico y en lo práctico de la política pública.

La democracia es consustancial a una sociedad desarrollada y es nuestro deber ciudadano velar por su fortalecimiento. No asumir este serio compromiso seria debilitarla y esto no sería culpa de uno, sino de todos. Nosotros hemos creados este ambiente en el cual vivimos y tenemos la capacidad de mejorarlo y luchar para que futuras generaciones disfruten de una sociedad más equitativa, abierta y sobre todo más democrática.

Como sostiene Salvador Giner (Carta sobre la Democracia): “Un pueblo democrático es un pueblo obediente, cuya población cree en la ley y acepta las decisiones de sus gobernantes aunque no esté de acuerdo con ellas, en todo caso su desobediencia no es una revuelta contra la legitimidad del sistema político, sino más bien una desobediencia civil, necesaria para la salud de la misma democracia”. En definitiva, estoy totalmente de acuerdo con Giner, ya que nuestra democracia debería ser un orden político según el cual el  PUEBLO se gobierna a sí mismo  y en el cual todos los ciudadanos (as) nos integremos y participemos de los asuntos del Estado.

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