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Miedo Escenico


Enviado por   •  31 de Mayo de 2013  •  2.582 Palabras (11 Páginas)  •  648 Visitas

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Miedo escénico

Uno de los padecimientos más temibles en el marco de las relaciones personales, es el llamado Miedo Escénico o Pánico escénico, estado inhibitorio que reduce la efectividad comunicacional e impide el despliegue de las capacidades expresivas potenciales de los afectados.

Renny Yagosesky dice: “El miedo escénico es una forma de timidez que surge en presencia de grupos, o como consecuencia de pensamientos limitadores acerca de nuestra actuación frente a grupos. Es una reacción, una respuesta defensiva del organismo, caracterizada por distintas formas de alteración de la normalidad en el funcionamiento mental, emocional y motriz del individuo que lo padece“.

Hablar en público puede ser una vocación o un reto que nos imponen las circunstancias. Es una habilidad importante pues nos permite destacarnos, potenciar la autoestima e influir sobre otras personas. Sin embargo, el miedo a equivocarnos y a ser rechazados mejor conocido como el miedo escénico, es un enemigo a vencer para poder triunfar como un orador excelente.

La regla más importante para hablar en público, entonces, es saber muy bien de qué se está hablando. Quizás le suene obvio, pero lo cierto es que la mayoría de los oradores que tienen dificultades para hablar en público, no tiene tampoco una idea clara de lo que quieren transmitir a su audiencia.

Y no hay mejor manera de vencer el temor que estar bien preparados para lo que vamos a decir. Es como en todo orden la vida, cuanto más listos estamos y menos dudas sobre lo que vamos a hacer tenemos, más posibilidades de no cometer errores y enfrentar a la situación sin sufrir un ataque de pánico.

Uno de los graves problemas de hablar en público es el evitar el tartamudeo, los sudores y otros síntomas que pueden echar a perder cualquier discurso por más interesante que sea. Niños, jóvenes y adultos, necesitan ser educados y bien entrenados para hablar con seguridad, coherencia, precisión e impactar ante un auditorio científico, cultural, religioso o educativo. Saber hablar bien requiere de un conjunto de factores internos y externos.

Los estudiantes pudieran llegar a afrontar, a lo largo de su carrera, y en la defensa oral y en público de proyectos y exámenes, dificultades, sino son capaces de controlar sus emociones, pensamientos e ideas. Hay quien no ve ningún problema en ello o que, incluso, se desenvuelve mejor con las palabras. Sin embargo, no siempre es así, por lo que la escuela y la universidad deberían celebrar cursos y talleres de estrategias para hablar en público y perder ese miedo escénico traicionero que, en ocasiones, puede echar a perder horas y horas de estudio para una exposición.

El miedo escénico no existe cuando se trata de hablar ante amigos o ante personas que no significan amenaza. Surge cuando nos encontramos ante un público extraño, sobre todo si esas personas son profesionales calificados o autoridades. Las personas que tienen conocimiento o autoridad son peligrosas porque tienen poder y pueden causarnos daño.

El temor.

El temor es una emoción dolorosa, excitada por la proximidad de un peligro, real o imaginario, y acompañada por un vivo deseo de evitarlo y de escapar de la amenaza. Es un instinto común a todos los hombres, del que nadie está completamente libre.

La conducta del hombre y sus actitudes ante la vida están condicionadas en gran medida por esos temores que brotan de nuestro interior en grados tan diversos que van desde la simple timidez hasta el pánico desatado, pasando por la alarma, el miedo y el terror.

En casi todas las motivaciones humanas subyace algún tipo de temor que frena y condiciona nuestros actos. Este hecho ha sido largamente conocido y aprovechado, a través de los tiempos, por algunos hombres para ejercer dominio sobre otros. Las doctrinas religiosas, con diablos de fuego y azufre para castigar a los malos y la inmensa crueldad de algunos tiranos, constituyen algunos ejemplos validos de una variada gama de "abusos del terror" que ha ido metamorfoseándose hasta adquirir formas más suaves en nuestros días.

El temor normal puede ser saludable hasta cierto punto, puesto que, a veces, pavimenta el camino del propio progreso, ayuda a preservar la vida o actúa como estímulo en el cumplimiento del deber.

El problema es que el hombre teme en exceso. Teme por su propia vida, por su buen nombre y posición, por su familia y por sus posesiones. A medida que adquiere bienes, fama y poder, adquiere también el temor a perderlos y eso conlleva la constante preocupación de velar por su salvaguardia, lo que le convierte en víctima de su propia ambición. Quien posee, teme. Esta es una debilidad común, en distintos grados, a todos los hombres.

Existe otro tipo muy común de temor que es imaginario o "irracional". Es un miedo irreal que constituye un grave problema para el individuo y, muy a menudo, se convierte en el factor que predispone para que la desgracia imaginaria que uno teme, se produzca realmente. Tal puede suceder, por ejemplo, al conducir un coche con aprensión. Tampoco es infrecuente, se oye decir a los médicos, que un paciente totalmente sano, pero temeroso de haber contraído cáncer, termine siendo víctima de la enfermedad. Casos más conocidos son los de estudiantes bien preparados que fracasan en sus exámenes por causa del miedo y nerviosismo que estos les producen.

Algunos de estos temores antinaturales se denominan fobias. Quienes los padecen no se ven amenazados por ninguna causa objetiva y próxima y, sin embargo, son incapaces de liberarse de sus sentimientos negativos. Los hay que temen a las ratas, a la oscuridad, a las tormentas. Algunos tienen miedo a la soledad. Otros, a las grandes muchedumbres (plurofobia) y muchos se espantan cuando penetran en espacios cerrados, como túneles, ascensores, etc. (claustrofobia).

En estos casos, el temor es para la mente lo que la parálisis para el cuerpo. Es el principio de todos los males, ya que los temores de un cobarde le exponen a todo tipo de peligros. Cuando el miedo es constante, uno pierde la confianza en si mismo y en la propia capacidad. Se siente incompetente y abocado al fracaso. Además, los temores imaginarios causan enfermedades, consumen la energía del cuerpo y producen desasosiego y pérdida de vitalidad.

Podemos distinguir claramente dos tipos de temor: real e imaginario. El primero es debido al apego. Uno se apega a su pluma, a su automóvil, a sus hijos o a su propia vida. El temor va creciendo lentamente y cada vez siente mayor miedo a perderlos. Dondequiera que hay apego, hay temor. Dondequiera que hay temor, hay debilidad y pacto. No es otra la razón por la que los sanniasins o suamis, renuncian a todo deseo. De esa forma se liberan

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