Moral Y Etica
RAIMARG4 de Abril de 2013
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Conferencia «Pluralismo moral. Ética de mínimos y ética de máximos»
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Adela Cortina 2003
Facultad de Filosofía y Humanidades Universidad de Chile
Fuente: Cyber Humanitatis Nº 27, Invierno 2003
En principio quisiera preguntarme qué es el pluralismo moral, porque me parece que es de ley empezar aclarando los términos. Y todavía empezaré por algo más inicial, que es la distinción entre moral y ética, que se hace en filosofía de muy distinta manera, pues a mí me parece que es importante ponerse de acuerdo desde el comienzo acerca de en qué sentido va a ocupar la persona que habla los términos ‘moral’ y ‘ética’. Entiendo que moral y ética, desde el punto de vista etimológico, significan lo mismo, porque a fin de cuentas ética viene del griego ethos, y moral del término latino mores, y los dos vienen a querer decir “costumbre” o “carácter”, y en este sentido, tanto la moral como la ética se ocuparían del carácter de las personas, de las organizaciones y de los pueblos. Pero creo que en filosofía necesitamos distinguir entre dos niveles de reflexión y dos niveles de lenguaje a los que podemos asignar los nombres de moral y ética, como podríamos asignar otros, pero creo que estos dos nos son útiles. Necesitamos dos niveles de reflexión y lenguaje; uno de ellos se mueve en el nivel de la vida cotidiana, y el segundo en el nivel de la reflexión filosófica.
La moral, entonces -esto es una definición absolutamente convencional- se referiría al ámbito de la vida cotidiana, en el que siempre, en todos los pueblos, ha habido algún tipo de conciencia moral, porque todos han entendido que debían hacerse cosas, que habían cosas que eran mejores que otras y que, por lo tanto, habrían algunas normas o algún sentido de la felicidad que habría que seguir. En este sentido, como decía Kant en aquella famosa nota de la Crítica de la Razón Práctica que algunos lo acusan de haber únicamente aclarado -en la Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres- en qué sentido se puede utilizar el imperativo categórico como una fórmula. Sin embargo, dice Kant, esto no es ninguna crítica, como si los filósofos hubiéramos inventado la moral por primera vez, como si la moral no estuviera desde siempre en el mundo, y lo que hiciera el filosofo, a fin de cuentas, no fuera el utilizar una fórmula, el afinar una fórmula, para tratar de determinar qué es lo correcto y qué es lo incorrecto. En ese sentido yo estoy totalmente de acuerdo con la reflexión kantiana en que la moral pertenece a la vida cotidiana, que la ha habido desde siempre, que no la han inventado los filósofos, aunque evidentemente la filosofía ha tenido también influencia en las reflexiones de la vida cotidiana.
La ética sería la filosofía moral, es decir, aquella parte de la filosofía que se ocupa de la moral, de la misma manera que hay una filosofía de la ciencia, o hay una filosofía del derecho, o una filosofía de la religión.
La filosofía de la moral, o ética, tendría a mí juicio tres tareas fundamentales, y esto lo vine defendiendo desde mi libro Ética mínima, que es el primero de los libros emblemáticos que escribí. Entiendo que la ética tiene tres tareas con respecto a la moral:
a) en primer lugar, aclarar en qué consiste el fenómeno de lo moral -que no es pequeña tarea.
b) en segundo lugar, tratar de fundamentar la moral; es decir, tratar de dar razón de la moral, decir por qué hay y por qué debe haberla, o si no, por qué no existe ninguna razón. Y,
c) en tercer lugar, tratar de aplicar lo que se ha ganado en el proceso de fundamentación, a la vida cotidiana.
Tres tareas que me parecen que son imprescindibles para la filosofía moral, o ética, en relación con su objeto, que sería precisamente la moral.
Desde esta perspectiva, entiendo que desde los años setenta del siglo veinte, uno de los temas centrales de la ética ha sido el de la fundamentación de la moral. El tratar de aclarar, pero también el tratar de fundamentar. Y en ese sentido ha habido distintas propuestas; desde quienes entendían que la moral no tiene ninguna fundamentación racional ni es posible que la tenga; quienes entendían que no la tiene, y además tampoco es necesario ni es conveniente que la tenga; hasta los que entendíamos -desde el principio voy a sacar mis cartas porque si quieren después en la discusión es más interesante saber con quién se esta discutiendo-, hasta quienes entendíamos que, efectivamente, la moral tiene una fundamentación, que es posible fundamentar racionalmente la moral, y entendíamos que la manera de fundamentar debía ser la que voy a defender a lo largo de toda mí exposición, que sería la de una hermenéutica crítica.
En ese sentido, en los años setenta la discusión se planteaba en estos términos -si quieren después entramos en ella-, y creo que al hilo del tiempo, de alguna manera se ha ido confirmando que efectivamente la tarea de la filosofía o el estatuto de la filosofía, consiste en funcionar como una hermenéutica crítica, y creo que esta revalidación, esta comprobación, ha venido por el surgimiento de algo que es novedoso desde los años setenta, que es justamente las éticas aplicadas. Se está creando aquí un Centro -en verdad, se creó el año pasado- de Éticas Aplicadas y yo creo que eso es una buena noticia, porque desde los años setenta del siglo veinte aparecen las éticas aplicadas como una auténtica novedad en el ámbito interdisciplinar, no sólo de la filosofía sino de otros saberes, y creo que las éticas aplicadas, con su desarrollo en estas tres décadas, han venido a confirmar que la tarea de la filosofía consiste en ser fundamentalmente un hermenéutica critica, que va encaminada a múltiples cosas, pero, entre ellas, fundamentalmente dos: tratar de discernir entre lo vigente y lo válido -que me parece que es una tarea fundamental de la filosofía, la de funcionar como critica, como crítica de las ideologías que permite distinguir entre lo que esta vigente y lo que es racionalmente válido-; y por otra parte, potenciar el uso público de la razón -que es fundamental en una sociedad pluralista. Entiendo que cuando la filosofía funciona como hermenéutica crítica tiene la tarea de la comprensión, que fue recuperada por Gadamer en la línea de Heidegger, pero tiene también la virtualidad de establecer un punto crítico que permite distinguir entre lo vigente y lo válido, y permite, también, potenciar el uso público de la razón -que es fundamental en una sociedad pluralista. El último libro que hemos sacado el grupo que estamos trabajando en Valencia en éticas aplicadas, lleva por titulo Razón Pública y Éticas Aplicadas, y precisamente, lo que tratamos de mostrar es cuál es el papel de las éticas aplicadas en la razón pública, en la opinión pública de una sociedad plural, en una sociedad plural donde tiene que funcionar la esfera de la opinión pública, y creo que la filosofía tiene ahí una tarea fundamental a través de las éticas aplicadas.
Dicho esto, como punto introductorio, entraríamos en la cuestión de qué es el pluralismo moral y qué es el pluralismo ético, porque yo voy a intentar, como les he dicho en esta conferencia, jugar a dos bandas: a la banda de la moral y a la banda de la ética; a la de la vida cotidiana y a la de la reflexión filosófica, que creo que están estrechamente unidas, que creo que se potencian una a otra, y que creo que se esclarecen la una en el funcionamiento de la otra.
¿Qué es el pluralismo moral que se produce en la vida cotidiana de las sociedades con democracia liberal? Tengo que decir en principio que el pluralismo moral se produce únicamente en las sociedades con democracia liberal, no en sociedades con otras tradiciones, como puede ser la tradición islámica, por ejemplo. ¿Qué es, en esas sociedades, el pluralismo moral que se produce en la vida cotidiana?. A mí juicio, el pluralismo moral se explica por la articulación de dos tipos de ética: una ética cívica mínima, y unas éticas de máximos. Esto lo vine trabajando desde mí libro Ética Mínima, y creo que la fórmula más acertada para explicar el pluralismo moral es la de una articulación entre una ética mínima, una ética cívica mínima, y unas éticas de máximos que son plurales dentro de lo que se llamaría una sociedad pluralista. Esta articulación sería -y éste va a ser el hilo conductor de toda la charla- una articulación entre mínimos de justicia y máximos de felicidad, o máximos de vida buena.
En el conjunto del fenómeno moral, la ética suele fijarse en dos orientaciones centrales que serían la orientación de la justicia y la orientación de la felicidad, y en ese sentido entiendo que en una sociedad plural se trata de establecer unos mínimos de justicia compartidos por todos los grupos de una sociedad pluralista, grupos que por su parte defienden lo que a mí me parece oportuno llamar unos máximos de felicidad o de vida buena; a fin de cuentas, todos los seres humanos tienden a la felicidad, como ya dijera Aristóteles hace más de veinticinco siglos. Todos los seres humanos tienden a la felicidad, distintos grupos humanos proponen distintos modelos de vida feliz,
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