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Mujer en el conflicto armado


Enviado por   •  24 de Septiembre de 2015  •  Documentos de Investigación  •  2.054 Palabras (9 Páginas)  •  459 Visitas

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LA MUJER EN EL CONFLICTO ARMADO COLOMBIANO. DE DIÁSPORAS DE LUGAR A DIÁSPORAS DE OLVIDO

Documento introductorio

Ciencias como la sociología se han interesado en el estudio de los fenómenos de la violencia armada y su afectación sobre los lazos sociales y las dinámicas de la sociedad. En el caso de Colombia han sido varios pensadores de la sociología los que han intentado hacer estudios sobre el tema pero con la intensión de poner en evidencia la vulneración, vulnerabilidad, exclusión, marginación y sobre todo el olvido de una memoria nacional que parece incurable.

El presente texto servirá de una postura de reflexión para iniciar la comprensión del papel de la mujer en el conflicto armado, sus afectaciones y las expresiones subjetivas de una feminidad que se ha cruzado por unas violencias simbólicas que nos deben llevar a mantener latente una memoria de conflicto.

El papel de la sociología en la comprensión del conflicto armado colombiano

La sociología desde sus inicios, seguramente cierto, se preocupó por comprender las raíces y las consecuencias de una violencia política que se manifiesta en enfrentamientos armados y que trasciende la idea de solo explicarse a través de las tensiones económicas, políticas, sociales y culturales del país sino que además incita a interrogarse sobre las configuraciones de comportamientos y sentires sociales derivados de una exposición constante al conflicto.

Sociólogos como Orlando Fals Borda, al acercarse al estudio de la violencia en Colombia, con el libro que lleva el mismo nombre, publicado en 1950, logró constituirse en un detonante político y social sobre un tema del que nadie se atrevía a hablar. En ésta época Colombiana iniciaba el proceso del Frente Nacional (la repartición equitativa del poder entre dos partidos políticos) lo que generó tensiones políticas a nivel nacional porque Borda contaba la responsabilidad de un estado sobre el olvido de un pueblo.

Gracias a los aportes de la sociología al estudio del conflicto armado colombiano, se fueron configurando varios espacios de acción académica y política importantes para la comprensión de la realidad nacional. Dentro de éstos escenarios surgen los primeros estudios sobre género y violencia, que pretendían en primera instancia develar las trasgresiones físicas, psicológicas y sociales que grupos en armas, legales e ilegales, provocaban a mujeres en especial campesinas y que no eran condenables, además denunciar que en la legislación colombiana aún no existía normatividad que sancione y penalice a responsables de casos de violación sexual, feminicidios, etc.

Las violencias que se desprenden de un conflicto armado en un país como Colombia y que afectan a la población se traducen en la negación de los sujetos desde su subjetividad. Al considerar a una mujer como víctima se categoriza el acto pero no se responde a la trasgresión, que desde sus violencias internas se le ha causado.

En Colombia se reportan según la Unidad de Atención y Reparación de Victimas, que más del 55% de las víctimas del conflicto armado colombiano para el año 2014 son mujeres. Entre los hechos de violencia más marcados se encuentran: violaciones sexuales, desplazamiento forzado, desaparición de menores, homicidios a esposos y padres, tortura física y sexual, ejecuciones extrajudiciales, etc.

Según la investigación sobre mujer y conflicto armado, el centro de memoria historia pública en el año 2014, la investigación realizada en 8 departamentos de Colombia sobre las violencias que han atravesado las mujeres y que se evidencia en los siguientes datos:

Fuente: Centro de Memoria Histórica. Colombia 2014

Pero sobre la superación de la lógica del datos y la estadística, los hechos de violencia hablan de una necesidad de comprenderse desde las afectaciones de la feminidad de las mujeres y como tal de las dolencias de lo hombre, población infantil y adulta mayor, es decir de toda la comunidad.

La población que ha sido victimizada por la violencia, ha tenido que trastocar los escenarios de su cotidianidad: de lo rural a lo urbano, de lo campesino a lo citadino, de lo indígena a lo occidental, del tiempo, del espacio, de la alimentación, del cuidado de sí, de las pautas de crianza, de las formas como deberán aprender nuevos lenguajes y diálogos. Hay unas transformaciones violentas de su erotismo, de su feminidad, de su subjetividad.

Los detonantes: sufrir, resistir, transformar

Hay muchos peligros en el discurso social, entre ellos la definición sexual de los roles de hombres y mujeres: lo público para los hombres y lo privado para las mujeres. La masculinización y la feminización de los roles ha conllevado a marcar culturalmente las formas como nos tenemos que comportar en una sociedad. De esta manera las mujeres se deberán encargar del cuidado del hogar y la reproducción de las generaciones mientras que los hombres del trabajo y la manutención del hogar. Estas configuraciones que nos marca la cultura, reducen las actuaciones de los sujetos en ambos escenarios cotidianos. Trasgredir las fronteras es condenable culturalmente.

Pero la sociología de género, por ejemplo, nos alimenta en la comprensión de la mujer en escenarios de violencia social y política, manifestada en enfrentamientos armados y violaciones de los derechos humanos. Los sujetos exteriorizamos subjetividades rebeldes cuando la presión por lo imposible se hace evidente a pesar de mantenernos sujetados culturalmente a nuestra cotidianidad.

Las mujeres que han sido victimizadas a consecuencia de los hechos de violencia por el conflicto armado, han tenido que padecer el horror de lo imposible, muertes y desapariciones de sus esposos, hijos, padres, comunidad, pero además sentir que simbólicamente ya no es posible manifestar su condición de sujeto. Así que el horror trastoca los sentires y despiertan subjetivamente la necesidad de resistir a la violencia por el hecho de su dignidad.

Cuando la subjetividad femenina de la mujer se resiste a naturalizar la violencia, entonces surge la posibilidad de transformar los discursos sociales y se habla de empoderamientos comunitarios, políticos y sociales, que exigirán la necesidad del reconocimiento de un abandono del estado y sobre todo del olvido de un pueblo.

Las mujeres en organizaciones sociales, movimientos sociales, etc., no lo hacen desde y para su condición de mujer, sino para curar las fracturas de lo comunitario; para reconocer y poner de manifiesto las fisuras sobre lo social y cultural de hombres, mujeres, niños, ancianos; para lograr el respeto de una identidad de género, de una ciudadanía

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