ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Novela Corta Doloroso Presagio


Enviado por   •  18 de Febrero de 2014  •  3.052 Palabras (13 Páginas)  •  352 Visitas

Página 1 de 13

DOLOROSO PRESAGIO (novela corta)

Escrito por Javier (adm.)

Los pitochos que se hallan en el borde de la carretera van quedando atrás perdiéndose a una velocidad de vértigo, apenas puedo contarlos. Aunque pensándolo bien, ¿para qué quiero saber la cantidad de pitochos que se sitúan a mi lado, para después perderse dando la sensación de que nunca han existido?.

Mi mente no tiene claro si todo esto es real, parece un sueño, un estúpido sueño sin sentido.

Miro a mi izquierda, a mi lado se encuentra un joven al que acabo de conocer, parece absorto, siento que su mente se halla en otro lugar, en un lugar situado a millones de kilómetros de aquí.

Miro hacia adelante, en el asiento donde me apoyo se halla mi amigo Luis. Me dan ganas de preguntarle qué hacemos los dos en ese coche, una pregunta que parece va a quedar pendiente. No tengo ganas de hablar y creo que él tampoco tiene ganas de escuchar.

Giro mi mirada unos cuarenta y cinco grados hacia la izquierda, no conozco al que va conduciendo, supongo que será amigo de mi amigo, otra pregunta que debería efectuar y que tampoco efectúo.

Los pitochos del otro lado de la carretera parecen pasar a mayor velocidad que los de mi lado. Creo que eso es imposible, los pitochos siempre se encuentran a la misma distancia. Imagino que lo que ha ocurrido es que el conductor ha pisado el acelerador.

Giro lentamente mi cabeza hacia la derecha, descubro que no soy capaz de dirigir mi cuerpo con fiabilidad, descubro que mis movimientos son torpes, demasiado torpes. Me da la sensación de que he bebido demasiado y eso es algo que me asusta, no por mí pues ya se me pasará, me asusta que el que conduce el coche se halle en circunstancias parecidas.

Por fin consigo girar la cabeza hasta donde yo quería situarla, vuelvo a observar los pitochos que pasan junto a mí, ahora estos van más rápido que los del otro lado. Una de dos, o yo cada vez estoy peor o el conductor sigue acelerando. No sé cuál de las dos opciones me satisface más. La primera, por supuesto, pero creo que la más acertada es la segunda.

Me dan ganas de echar mi cabeza hacia atrás y olvidarme de todo, pero no puedo, no me encuentro tranquilo, me hallo en una situación peligrosa y yo siempre he huido del peligro. ¿Qué hago aquí?

Posiciono mi cuello entre los dos asientos delanteros, mi mirada intenta observar todo lo que se halla enfrente de ella. Descubro que volamos sobre una carretera nacional, el firme se encuentra en perfecto estado, la señalización es óptima y los arcenes son de metro y medio. Intento averiguar qué carretera es la que cruzamos. Tal vez cuando pasemos por una localidad descubra dónde me encuentro.

Siento de nuevo que debería hablar con Luis, pero según lo veo me da la impresión de que él no aceptaría intercambiar unas palabras conmigo.

- Hay que jodese, otio pueblo que me quiere cortá el vasilón, pues no pienso gueducí.

Al oír esas palabras mi preocupación se ha convertido en miedo. Miedo al dolor, miedo al sufrimiento, miedo a la incapacidad, miedo a la dependencia de los demás, miedo a la muerte. Esas palabras, que se adivinaban forzadas, salían de la boca del que maneja el volante. Me he llenado de angustia, sobre todo porque a mi amigo Luis no parece importarle el estado de embriaguez que presenta el dueño del coche. Se puede estar de fiesta, se puede beber, ¿quién dice que no?, lo que no se puede es conducir borracho, porque no es sólo su vida la que está en juego, también está dentro del vehículo su amigo, mi amigo y por supuesto yo, yo que ahora mismo estoy llenándome de intranquilidad. También corren peligro las vidas de los demás conductores, también las vidas de las personas que van con los otros conductores. ¿No es esto una locura?.

- Luis, Luis, ¿qué hacemos aquí? Yo no conozco a estos dos tipos, ¿los conoces tú? ¿No ves que el que conduce va como una moto? Dile que aminore, que nos vamos a matar.

- Tranqui colega, etá tó bajo controol, qué creez ¿qué etoy bodacho?

- Luis, ¿qué te pasa tío? Siempre hemos huido de esto, ¿qué hacemos aquí?

- Eehh, eehhh, coleguita..., de suave. No me chiiille, que no etoy soddo. Dizfruta del paisaje y guelájate colega, que esto eh la osstia. Dale volumen al loro tío.

- Luis, ¿sabe lo que te diigo? Que tu colega e un cagueta, y ahora, pa que ce ponga a tono, le voy a meté al cooose too lo que dé.

Los pitochos viajan tan deprisa que parecen unirse formando una continuidad. Intento averiguar a qué velocidad vamos, no veo con claridad dónde se encuentra la aguja del velocímetro, pero a menos de ciento setenta seguro que no, pues hasta ahí me alcanza a mí la vista y la aguja está aún más abajo.

- ¡Para tío! ¿No ves que ahí hay un pueblo?

- Tranqui, etá too bajo controol.

No sé si mis palabras han sido tomadas en cuenta, el caso es que este loco ha soltado el pie del acelerador y el coche comienza a disminuir la vertiginosa velocidad que llevaba, aún así, la pequeña localidad, cuyo nombre no puedo leer, supongo que debido a mis nervios, la hemos cruzado a unos ochenta o noventa kilómetros por hora, tal vez a más. No hay señales de ningún coche de policía, lo hubiera preferido, porque veo que yo solo no voy a ser capaz de parar a este demente.

- Oye colega, no deberías correr tanto con el coche, ¿es que no ves que estás como una cuba? Total, yo no tengo prisa por llegar, ¿tú la tienes?

-

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (16.5 Kb)  
Leer 12 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com