PAULINA UNA HISTORIA
glvelasquezr14 de Noviembre de 2013
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Estaba como asfixiada y tenía que tomar aire... Alcé la cara y me ví
reflejada en el espejo que tenía al frente mío; si me comparo con la
mujer que era 4 años atrás, no me hubiera reconocido jamás. El sudor
me caía por la espalda hasta llegar a mis voluptuosas nalgas. Mientras
tanto, un tipo me lo metía por detrás, estrellándome los testículos
contra mi culo en cada embestida. De repente volví a la realidad...
"Múevete más rápido perra inmunda! No he pagado toda esta plata para
hacer todo el trabajo yo!", gritó el hombre que me comía. Se notaba
que le excitaba hablarme sucio, porque todo el tiempo me decía
"perra", "zorra", "prostituta barata", "sucia", ETC... Sin poner
reparos incrementé el movimiento de mis caderas para darle más placer.
Su verga salía y entraba hasta mi matriz. Al ratico la sacó y me
volteó para metérmela por delante mientras me tocaba las tetas y me
mordía los pezones. Seguía y seguía insultándome hasta que,
finalmente, se vino adentro del condón (las putas caras lo hacemos con
él). Se lo quitó y me dijo que si me tragaba la leche del preservativo
me daba 50.000 pesos más de propina. Sin dudarlo un segundo me la
tragué porque necesitaba la plata. Mi cliente se puso tan, pero tan
arrecho, que se emparoló de nuevo diciéndome que me quería comer por
detrás. Le puse otro condón utilizando mi boca y unos instantes
después la sentí de un solo empujón por mi culo. Levanté mi cara otra
vez, y me vi gritando con aquel animal perforándome los intestinos,
empapada en sudor y con el maquillaje todo corrido. A los quince
minutos eyaculó de nuevo y me tomé hasta la última gota de sémen del
caucho; luego le limpié la verga con mi lengua haciendo pequeños
círculos. Estábamos en un hotel de 5 estrellas cerca al Parque de la
93 y el tipo me había pagado para estar conmigo toda la noche. Como
estaba tan cansado de trabajar y tirar conmigo, se quedó dormido; así
que aproveché y prendí un cigarrillo. Allí, fumando y mirándome en el
espejo, empecé a recordar todo lo que me ha pasado en estos últimos 4
años...
Me llamo Paulina, y esta es mi historia:
Siempre fuí la típica niña bien, de clase alta, estudié en el Mary
Mount de Bogotá, hija única (mi mamá después de tenerme se quedó sin
la posibilidad de tener más hijos). Después entré a la Javeriana y
terminé Derecho, haciendo finalmente una Maestría en Boston; esto me
abrió las puertas para trabajar en una importante auditora. Aparte,
con las palancas de mi papá, gané desde el principio un buen sueldo. A
mi esposo Sebastián, lo conocí a los 18 años, se puede decir que era
el amor de mi vida, mide 1.82 cms, pelo castaño, buen cuerpo, es
Ingeniero y trabajaba por aquellas épocas en una Multinacional. Nos
casamos cuando cumplimos los 25. Yo nunca había estado con otros
hombres, y a los 10 meses de matrimonio tuve un niño. Se puede decir
que éramos la familia perfecta, vivíamos en un apartamento divino en
Los Rosales, teníamos muchacha, hacíamos el amor cada 15 días, los
domingos íbamos a almorzar donde nuestras familias, ETC... Yo sabía
llevar la vida profesional con la familiar de manera ejemplar: me
levantaba a las 6:30 A.M. a bañar el niño, vestirlo, darle el desayuno
y llevarlo al Jardín. A las 6 de la tarde lo recogía y lo llevaba al
parque a jugar, o nos íbamos al apartamento y me ponía a hacer la
comida. También limpiaba lo que la empleada del servicio no dejaba
bien. Después del parto, me dí cuenta que la regla no me llegaba de
forma puntual cada mes sino que se retrasaba o se anticipaba. Esto me
preocupaba porque quería tener otro bebé dentro de un par de años y no
sabía si podría. Un septiembre, después de vacaciones, decidí ir al
ginecólogo, sin saber que esto me cambiaría la vida de forma
irreversible... Cuando ví por primera vez a Diego (así se llama), me
quedé como hipnotizada, era un hombre que mediría 1.90, pesaría unos
80 Kilos, pelo negro engominado, morenito, de unos 40 años, ojos
azules; en fin, mi marido que no estaba mal, era del montón en
comparación a éste hombre!. Le conté cual era mi problema mientras me
miraba de forma penetrante, luego procedió a realizarme las típicas
preguntas de un reconocimiento médico. Yo contestaba pensando en que
en algún momento me iba a tener que desvestir delante de él, mientras
se me humedecía mi ropa interior.
Edad? 28 años. Casada? Sí. Me pesó y me talló: 51 Kilos, 1.72 metros.
"Estás muy delgada", dijo secamente. Me preguntó si tomaba pastillas y
le dije que no. También si fumaba o tomaba: "No he fumado nunca en mi
vida, pero de vez en cuando sí me tomó uno que otro cóctel". Me mandó
a desvestir detrás de un biombo y luego a que me recostara sobre la
camilla ginecológica con la piernas abiertas. Sentía que me estaba
empapando... Supongo que sería por la situación y porque el tipo
estaba buenísimo. Creo que él se dió cuenta rápido de mi situación y
empezó a tocarme con unos guantes de látex. Me metió la mano por la
vagina y el culo (todavía vírgen); me dí cuenta que me estaba
masturbando pero no dije nada. Usaba las manos de forma impresionante,
estuvo así unos 10 minutos, tuve varios orgasmos, y sacó una muestra
del fluido vaginal para analizarlo. "Todo está normal, puedes
vestirte", concluyó. Me mandó a hacer unos exámenes de sangre y una
mamografía, diciéndome que volviera cuando tuviera los resultados.
Cuando salí del Consultorio, me dí cuenta que jamás en mi vida había
disfrutado tanto, sólo fueron 10 minutos y tuve los tres mejores
orgasmos de mi vida!. En los días que pasaron mientras me hacía las
pruebas no podía dejar de pensar en él, en el trabajo, en el hogar y
en cualquier actividad cotidiana. Esos días hice con más frecuencia y
pasión el amor con mi marido pero pensando en el ginecólogo. Estaba
ansiosa por volver a la consulta. A los quince días volví, vestida de
una forma más llamativa que la primera vez y con una ropa interior que
le daba más contorno a mis atributos. Él miró las distintas pruebas y
dijo que todo estaba bien y de acorde a una persona sana que nunca
había cometido excesos. Luego me mandó a desvestir y a acostarme en el
sillón ginecológico con las piernas abiertas. Empezó a tocarme
suavemente las tetas, pellizcando los pezones que estaban durísimos
como piedras. "Vas a ser una putica muy fácil", comentó. Le contesté
con la voz en alto: "¿Qué se está creyendo?¿Qué le pasa? Respete!".
Entonces me pegó un manotazo y me mandó a callar. No pasaron dos
segundos cuando me volteó y empezó a meterme los dedos por el culo,
untándome gel. "Te voy a comer, pero no por delante porque no estás
tomando pastillas y te puedo dejar embarazada; y como no me gusta usar
condón te lo voy a meter por detrás"... Me puse más malgeniada, y me
agarró a correazos en la cola. Apenas me quedé quieta me clavó la
verga de un solo empujón hasta que sentí sus pelotas en la entrada de
mi culo. Después descubriría que la tenía de 20 cms. (mi marido la
tiene de 12 cms). Me desmayé del dolor pero me puso una especie de
sales en la nariz para despertarme y así poder sentir todo. Se demoró
en llegar unos 15 minutos, pero durante los últimos 5 el dolor
desapareció, dándole paso al placer... Tuve un orgasmo impresionante.
Luego me bajo de la camilla, me puso de rodillas y me ordenó que le
limpiara el pene con la boca. Yo nunca había hecho sexo oral y me
negué, me pegó otra cachetada y empecé a chupársela, con asco al
principio mientras me goteaba leche por el culo de la derramada
anterior. Quería llegar otra vez pero en mi boca, se reía porque yo
era una inexperta... Me fue dando instrucciones para hacerlo mejor y
me obligaba mirarle la cara todo el tiempo mientras me la tragaba.
Acto seguido, me dijo que le lamiera los testículos cogiéndole la
verga con una mano. Después tenía que pasar la lengua desde los
testículos hasta el glande lentamente, y luego empezar a mamársela
rápido moviendo la cabeza hacía arriba y abajo. Cuando notó que
reducía la intensidad me agarró la cabeza y, literalmente, empezó a
comerme por la boca, diciéndome que hiciera todo lo que él decía o
sería peor. A los 20 minutos de haber empezado me llenó la boca de
sémen; el cual me obligó a tragar mientras le limpiaba toda la cabeza.
Todo el
...