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Performance: el problema de nombrar las cosas


Enviado por   •  10 de Febrero de 2020  •  Ensayos  •  2.786 Palabras (12 Páginas)  •  97 Visitas

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UNIVERSIDAD DE SONORA

I Congreso Nacional sobre Educación Superior de las Artes
7 y 8 de febrero de 2013
Hermosillo, Sonora, México

 Performance: el problema de nombrar las cosas.

Autor: José de Jesús Manuel Vargas Escobedo

1.- Introducción.

Pasar del metarrelato al microrrelato, de la totalidad a la parcialidad es el rasgo más amplio y distintivo en el pensamiento posmoderno; no es extraño que la visión fragmentada de la realidad, inevitable en este paradigma, se manifieste en la creación artística y, de manera particular, en su expresión más polémica: la “performance”.

La performance con pretensiones artísticas (o anti-artísticas) surge como variante del arte conceptual, donde la formalización y la técnica pasan a segundo término; la idea prima por encima de la materialización de la obra u objeto artístico; en este sentido, el proceso es lo más valioso, se opera sobre la realidad y, en consecuencia, la realidad es el espacio de intervención y el objeto mismo.[1]

Establecido lo anterior como punto de partida, pretendo discutir en este trabajo la posibilidad de desambiguar la palabra performance, pues al ser un neologismo o una importación en la lengua castellana se le emplea en este idioma de manera indiscriminada, para designar diversos fenómenos; de manera particular me interesa contrastarla con los conceptos teatralidad y  espectáculo con los que muchas veces se establece sinonimia, cuando en realidad son distintos y complementarios. Proponer un perfil descriptivo de la performance en el terreno del arte es otra de mis intenciones.

2.- La palabra.

La palabra performance no está incluida en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, es una de las razones por la que algunos la rechazan, al considerar que su empleo tiene implicaciones colonizantes; es un término anglosajón que se traduce como “desempeño”, “actuación”; Víctor Turner, citado por Diana Taylor, propone su comprensión a partir de otro origen lingüístico, él considera que etimológicamente, la palabra parece provenir del verbo francés parfournir “proveer”, “completar”, “llevar a cabo por completo” (Taylor, 1999). En ambos casos, queda claro que el significado no remite a las artes plásticas ni al teatro, ni a la música, al menos no de manera exclusiva: lo mismo se aplica al rendimiento del motor de un automóvil, que al comportamiento financiero de una empresa; a una modalidad de protesta política, que a una mujer realizando movimientos lúbricos al ritmo con que se golpea una caja de madera en un jardín  público; a un espectáculo de luz y sonido en alguna pirámide mesoamericana, que al grupo de jóvenes circulando alrededor de un kiosco, cualquier domingo en algún pueblo michoacano; a un hombre que se encierra por días en una jaula con televisor , wáter  y alimento chatarra, que a una mujer que marca con tinta roja su cuerpo mientras queda tendida sobre la plancha de una morgue; a una representación convencional de teatro o danza que a aquella manifestación frente al Palacio de Bellas Artes para oponerse a las corridas de toros.

Tal gama de significados hace parecer, a primera vista, inútil la palabra, más si se pretende tomar como concepto que ilumine una trayectoria metodológica de un proceso creativo.

Antonio Prieto Stambaugh, establece el panorama de la falta de acuerdo, en el uso convencional de los términos performance y teatralidad que va desde la banalización de ambos por sinonimia, hasta su aplicación en la comprensión de los actos en cualquier dimensión de la vida social, donde siempre adquiere connotaciones políticas y/o rituales; también apunta el intento de delimitación de sus alcances en una sola dimensión: el arte (Prieto, 2009).

En este terreno, el del arte, Martha Toriz entiende la performance como un movimiento propio del siglo XX, anclado en las vanguardias históricas y caracterizado por la necesidad urgente de diálogo entre las diversas disciplinas artísticas, fragmentadas históricamente desde la antigüedad clásica grecolatina (Toriz, 1997).

Diana Taylor, por su parte, defiende la autonomía y valor del término “performance”, frente a “teatralidad” y “espectáculo”, términos con que en Latinoamérica suele sustituírsele:

Teatralidad, desde mi punto de vista, implica un escenario, una puesta en escena paradigmática que cuenta con participantes supuestamente "en vivo", estructurada alrededor de un guión esquemático, con un “fin” preestablecido (aunque adaptable)… La teatralidad (como el teatro) hace alarde de su artificio… Connota una dimensión consciente, controlada y, de esa manera, siempre política, que “performance” no necesariamente implica. Difiere de ‘espectáculo’ en que la teatralidad subraya la mecánica del espectáculo…Mucho se pierde, a mi entender, cuando resignamos el potencial para la intervención directa y activa al adoptar términos como “teatralidad” o “espectáculo” para reemplazar a “performance” (Taylor, 1999).

Taylor explica cómo en los países anglosajones “performance” adquiere un sentido ontológico pues incluye los saberes, la memoria y la identidad transmitidos mediante prácticas reiteradas en la vida social y que éstas implican comportamientos teatrales, por lo tanto, performance implica un fenómeno simultáneamente "real" y "construído". Así, el concepto parece funcionar más en el terreno antropológico que estudia las manifestaciones culturales a partir de las prácticas cotidianas: “performances”.

Resulta significativo que la investigadora Roselee Goldberg, haya añadido la palabra “arte” a continuación de la palabra “performance” como un intento de focalización, en el título de su libro. Implícitamente es un reconocimiento de la gran extensión semántica de “performance” y de la necesidad de delimitar los campos de su aplicación. Aun así, en el mismo libro se reconoce la complejidad para establecer una definición, en este caso, de aquella producción artística que cubre ciertas características y que llamamos performance:

…Por su propia naturaleza, la performance escapa a una definición exacta o sencilla más allá de la simple declaración de que es arte vivo hecho por artistas.

Cualquier definición más estricta negaría de manera inmediata la posibilidad de la propia performance. Puesto que recurre libremente a cualquier número de disciplinas y medios de comunicación (literatura, poesía, teatro, música, danza, arquitectura y pintura, además de video, film, diapositiva y narración) en busca de material, los despliega en cualquier combinación, cada intérprete hace su definición particular en el proceso y la manera propios de la ejecución. (Goldberg, 1996, pág. 9).

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