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Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros

marthynInforme2 de Mayo de 2013

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Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros

"Las piedras del Morro son sobrado fuertes para que las derribemos derritamos con lamentos, _y sobrado flojas para que resistan el largo tiempo a nuestras balas".

José Martí

En el mismo lugar de oprobio y vergüenza debieran escribirse un día los nombres de quienes estorban la tarea de libertar a su patria como los de quienes la oprimen. En Cuba hay, desdichadamente, muchos que hasta hoy no han hecho absolutamente nada por redimirla de la tiranía y, sin embargo, han estorbado todo lo posible. Lo sabemos muy bien quienes desde hace varios años no hemos descansado ni un minuto en el cumplimiento áspero y duro del deber.

Al salir de las prisiones, hace diez meses, y comprender con claridad que al pueblo no se le devolverían jamás sus derechos, si no se decidía a conquistarlos con su propia sangre, nos dimos al empeño de vertebrar una fuerte organización revolucionaria y dotarla de los elementos necesarios para darle la batalla final al régimen. Para los que hemos hecho de esto una misión en la vida, no era lo más duro. Más ardua y fatigosa ha sido la lucha contra la mala fe de los políticos, las intrigas de los incapaces, la envidia de los mediocres, la cobardía de los intereses creados y esa especie de conjura mezquina y cobarde, que se interpone siempre contra todo grupo de hombres que intenta una obra digna y grande en el medio donde se desenvuelve.

El cuartelazo que sumió el país en el caos y la desesperación fue tarea fácil. Tomó desprevenidos al pueblo y al Gobierno. Se gestó en la sombra por un puñado ínfimo de desleales, que se movieron libremente y perpetraron sus planes criminales mientras la nación dormía confiada e inocente. En unas horas, Cuba, de país democrático, pasó a ser, ante los ojos del mundo, un eslabón más del en el grupo de naciones latinoamericanas encadenadas a por la tiranía. La tarea de devolver al país su prestigio internacional de recuperar las libertades que le fueron arrebatadas arrebataron al pueblo y, con ello, una nueva era de verdadera justicia y redención para las partes más sufridas, y explotadas y hambrientas de la nación es, en cambio, por amarga paradoja, incomparable incomparablemente más dificultosa y dura.

Cuatro años llevamos luchando para reconstruir lo que se destruyó en una noche. Se lucha contra un régimen que está alerta y temeroso de la arremetida inevitable; se lucha contra camarillas políticas que aparentemente opuestas a la situación no se interesan por un cambio radical en la vida del país, sino por retrotraerlo a la política letal e infecunda donde los cargos legislativos fabulosamente remunerados, las altas posiciones burocráticas y las fortunas consiguientes puedan asegurarse de por vida y si es posible de padres a hijos; se lucha contra las intrigas y maniobras de hombres que hablan a nombre del pueblo y no tienen pueblo; se lucha contra la pérdida nefasta de los falsos profetas que hablan contra la revolución en nombre de la paz y olvidan que en los hogares hambrientos, temerosos y enlutados no hay paz desde hace cuatro años; contra los que pretenden anatematizar nuestra postura intransigente presentando como panacea salvadora el veneno de una componenda electoral y teniendo el buen cuidado de callar que, en cincuenta y cuatro años de República, los arreglos, las componendas y las mediaciones, al no curar de raíz los males, no han dado otros frutos que de la miseria espantosa de nuestros campos y la pobreza industrial de nuestras ciudades, con su secuela de cientos de miles de familias, descendientes de nuestros libertadores, sin un pedazo de tierra, más de un millón de personas sin empleo y un porcentaje de analfabetos que alcanza la cifra bochornosa de un cuarenta por ciento. Compárese todo esto con las fortunas, las fincas, los palacios y los progresos personales obtenidos por cientos de políticos a lo largo de nuestra existencia republicana. Dinero robado, invertido en Cuba, en los Estados Unidos y en todas partes del mundo. Y todo eso se ha hecho tan natural en el olvido manifiesto de la más elemental justicia, y los conceptos morales que se tornan tan contradictorios y paradójicos que la Sociedad de Amigos de la República, por ejemplo, hace recientemente, para por un lado, dramáticos pronunciamientos oponiéndose a la amnistía común por la peligrosidad que entraña para la sociedad la Impunidad del delito, y por otro, se sienta a dialogar solemnemente con Anselmo Alliegro, Santiago Rey, Justo Luis del Pozo y otros personajes gubernamentales sobre cuyos hombros de personeros de situaciones presentes y pasadas, de sangre y de robo, pesan más culpas que todas las que puedan caer caber a sobre los reclusos de la Isla de Pinos juntos.

Por ser un inconforme que no se resigna con el fatalismo político que hasta aquí hemos vivido, por desear para mi patria un destino mejor, una vida pública más digna, una moral colectiva más elevada, por creer que la nación no existe para disfrute y privilegio exclusivo de unos cuantos, sino que pertenece a todos, y todos y cada uno de sus seis millones de habitantes y los millones que la pueblen en el porvenir, tienen derecho a una vida decorosa y de justicia, de trabajo y bienestar, por luchar por ese ideal sin vacilar ante ningún riesgo o sacrificio, sin dudar en entregar los mejores años de la juventud y la vida, cual están haciendo hoy centenares de hombres de nuestra generación con incomparable desinterés, poco falta para que se nos trate de presentar ante la opinión pública como réprobos de la sociedad, o caprichosos sostenedores de una línea que no fuese la más honrada, leal y patriótica de en este instante.

Este artículo no es sólo, por tanto, una réplica al último publicado contra nosotros en la revista Bohemia por quien escribió, con olvido de muchos vínculos de compañerismo y de lucha, cual si fuese conveniente renegar de ellos en las horas difíciles, el pensamiento del grupo que dirige oficialmente el Partido Ortodoxo (fracción mediacionista). Esta es una réplica a todos los que nos combaten de buena o de mala fe; es una réplica a los políticos que reniegan de de nosotros, por interés o por cobardía; es una réplica en nombre de nuestro MOVIMIENTO a tanto hombre ciego, a todos los sietemesinos que no tienen fe en su pueblo.

Empezando por aclarar conceptos y situar las cosas en su punto, repito aquí lo que dije en el Mensaje al Congreso de Militantes Ortodoxos, el 16 de agosto de 1955:

[…] el MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO 26 DE JULIO no constituye una tendencia dentro del Partido: es el aparato revolucionario del chibasismo, enraizado en su tarea de llevarla a la práctica. ¿Cuál fue el resultado de la primera? Siete meses lamentablemente perdidos. ¿Cuál fue el resultado de la segunda? Siete meses de fecundo esfuerzo y una poderosa organización revolucionaria que muy pronto estará lista para entrar en combate.

Hablo sobre hechos, no sobre fantasías, me baso en verdades, no en sofismas. Podríamos probar que la inmensa mayoría de la masa del Partido, ¡lo mejor de las sus filas!, sigue nuestra línea, sin embargo, no andamos proclamando todos los días ni hablando a nombre de la Ortodoxia como hacen otros cuyo respaldo es muy hipotético a estas alturas. ¡Mucha agua ha corrido bajo los puentes desde la última reorganización hace cinco años! ¿Y quién ha dicho que las lideraturas son eternas, que las situaciones no cambian; más aun en un proceso de convulsión donde todo se altera vertiginosamente? ¡Tanto cambian, que alguno producto de aquella reorganización, como Guillermo de Zéndegui, está hoy cómodamente instalado en el Gobierno! No se sabe todavía, sin embargo, en qué parte de Oriente están enterrados Raúl de Aguiar y Víctor Escalona, delegados de la gloriosa asamblea municipal de La Habana, asesina masas, de cuyo seno surgió para luchar contra la dictadura cuando la ortodoxia yacía impotente dividida en mil pedazos. No hemos abandonado jamás sus ideales, y hemos permanecido fieles a los más puros principios del gran combate combatiente cuya caída se conmemora hoy […].

Aquel mensaje donde se proclamaba la línea revolucionaria fue aprobado unánimemente por la concurrencia de quinientos representativos de la Ortodoxia procedentes de toda la isla, que, puestos de en pie, lo aplaudieron durante un minuto. Muchos de los dirigentes oficiales se encontraban presentes y ninguno de ellos pidió la palabra para hablar en contra. Desde aquel instante la tesis revolucionaria nuestra fue la tesis de las masas del Partido; estas habían expresado sus sentimientos de manera inequívoca; desde aquel minuto las masas y las dirigencias comenzaron a marchar por senderos distintos. ¿En qué momento los militantes del Partido revocaron aquel acuerdo? ¿Acaso en las concentraciones provinciales donde el grito unánime fue: "¡Revolución! ¡Revolución! ¡Revolución!"? ¿Y quiénes sosteníamos la tesis revolucionaria sino nosotros? ¿Y qué organismo político podía llevarlo a la práctica, sino el aparato revolucionario de aquella masa chibasista, el MOVIMIENTO 26 DE JULIO?

Han transcurrido siete meses desde entonces. ¿Qué hizo la dirigencia oficial a partir de ese día? Defender su tesis dialoguista y mediacionista. ¿Qué hicimos nosotros? Defender la tesis revolucionaria y darnos entregarnos a la dos por el régimen. Hubiera sido bueno preguntárselo a los comisionados gubernamentales en las amables contertulias del Diálogo Cívico, donde se recordaban los cargos electivos, pero no los muertos...

Bueno es de advertir que examinando mi expediente dentro del Partido donde todo el mundo me vio luchar incansablemente sin figurar nunca en ningún cargo, jamás fui protagonista, ni antes ni después

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