Procreación Humana

PROCREACIÓN HUMANA

El origen del hombre, según el relato del Génesis, posee singularidades que denotan una especial muestra de exclusividad respecto de la comparación que pueda realizarse con el resto de la creación. En primer lugar Dios toma con sus propias manos el barro y moldea “a nuestra imagen y semejanza” a Adán, luego le da preeminencia y dominio sobre lo creado al darle la oportunidad de poner nombre a cada criatura. Al momento de crear a la mujer la forma sacando una costilla a Adán y se la presenta, exclamando éste “esta si es hueso de mis huesos y carne de mi carne”. Hay quien ha llegado a decir, casi poéticamente, que en Adán había dos almas en un solo cuerpo y que al formarse la mujer el alma de Eva pudo entonces informar una nueva corporeidad. Tal era el nivel de intimidad y comunión que compartía esta primera pareja humana…ese es el diseño original de Dios para la vida conyugal, en el cual el varón deja padre y madre para unirse a su mujer y formar una sola carne. Tenemos acá también la posibilidad de interpretar este ser “una sola carne” en dos sentidos, primero como la consumación de la unión de los cuerpos en la complementariedad sexual o en segundo término en la unión en la “carne” del hijo que se forma y nace como una combinación de sus dos progenitores. Dios no forma al hombre y a la mujer por separado…el devenir de la humanidad toda es a partir de la creación de la pareja humana que se origina no en dos masas de barro separadas sino de una sola que a la larga llegará a ser dos personas…por eso Adán la reconoce como propia y en versión inmunológica podríamos decir que no le produce “rechazo”, tampoco tiene defensas para sus encantos, su seducción, sus propuestas… está dispuesto a seguirle arriesgándolo todo, porque viendo en ella su propia imagen, reconoce en ella también la imagen del Creador y al mismo polvo del cual fueron sacados y moldeados por cariñosas manos de Padre que ponían en juego el Amor infinito con una especial dedicación y solicitud por la humanidad entera, pues su propio Hijo un día debería encarnarse en esa particular forma de creatura.

Del relato bíblico se pueden derivar además razones para mejor comprender como la presencia de Dios, Señor de la vida, es parte de cada acto creador de los hombres cuando llegan a la unión que genera la concepción de una nueva vida en el seno materno, pues ya al nacer de mujer el primer humano, Eva exclama “he adquirido un hijo gracias al Señor” relevando así la participación divina en la creación de la singular novedad que es cada ser humano.

Pero ¿como es que ocurre esta coparticipación creadora entre cada pareja humana y Dios?, los elementos celulares biológicos –óvulo y espermio, con casi un metro de enroscado ADN cada uno- dispuestos por los padres poseen la capacidad de reproducir un nuevo individuo

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