Psicologia Y Economia
sajohego2224 de Marzo de 2014
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En primer lugar, para plantear las relaciones existentes entre la Psicología
y la Economía -con lo cual estamos dando por supuesto que las hay
(Rodríguez Kauth, 1998)- es preciso señalar que, a diferencia de lo que es
habitual en este tipo de descripciones de semejanzas y diferencias entre
disciplinas, comenzaré refiriéndome a lo que no es la Psicología Económica
–una disciplina poco desarrollada que las engloba– en lugar de hacerlo
respecto a lo que se entiende por ella. La Psicología Económica, derivada
originalmente de la Psicología Social y que más recientemente ha recibido
sustanciales aportes desde la Psicología Política, no está emparentada ni
puesta al servicio de:
a) Los clásicos estudios motivacionales de mercado para promover las
ventas y el consumo de la población a los que nos tienen acostumbrados los
textos de origen particularmente norteamericanos y en general los anglosajones.
Es decir, lo que se conoce como mercadotecnia, que investiga no sólo las necesidades de consumo de la "gente" –término genérico incapaz
de diferenciar a las personas según el criterio de clases sociales, que las
distingue, como ya propuso el materialismo dialéctico (Marx, 1859 y 1867–
sino también las demandas latentes de los potenciales consumidores; y
b) Ni a los sectores empresariales o a los grupos financieros que puedan
utilizar los hallazgos de la Psicología Económica en beneficio de sus intereses,
como la pretención de los empresarios de la producción de inducir a la
población a comprar mayor número de objetos de los que realmente necesita
en el aquí y ahora. Esta es una estrategia observable en los supermercados;
los puestos de un mercado tientan a quienes los recorren a comprar
objetos que no buscaban originalmente y que, por lo general, no son necesarios
para la satisfacción de las demandas inmediatas de sus necesidades.
Aunque pese a lo dicho en los dos párrafos anteriores, sin duda, soy
plenamente consciente que ninguna de estas dos posibilidades pueden quedar
totalmente descartadas de que sean utilizadas con tales sentidos espurios.
Sin embargo, la aclaración efectuada no es ociosa, ya que generalmente
se ha entendido a la Psicología Económica como alguna de aquellas dos
acepciones que responden a los intereses inmediatos de quienes están interesados
en hacer mercadotecnia para mejorar el nivel de sus ventas y, por
consiguiente, de sus utilidades.
En segundo término, es preciso advertir que tampoco esta disciplina es
sinónimo de Economía Psicológica, ya que ésta última es una expresión
derivada –sustancialmente del psicoanálisis– cuyo objetivo es conocer los
mecanismos de ahorro, gasto y administración de la energía psíquica. Según
Laplanche y Pontalis (1968) "La hipótesis económica se halla constantemente
presente en la teoría freudiana". De hecho, en la metapsicología
propuesta por Freud, el punto de vista económico ocupa un papel destacado,
puesto que aquél entendía que los individuos siempre buscan un equilibrio
energético –que más tarde se conocería como homeostasis desde el
campo de fisiología y al que la física llamó retroalimentación (Wienner,
1947) y que darían lugar, dentro del psicoanálisis, a los conceptos de desplazamiento
y de condensación, elaborados más tarde por Freud. En uso de
tales argumentaciones empíricas y teóricas, se plantea que es traumático
para el sujeto la carga excesiva de información –tensiones– con el que es
atosigado su aparato psíquico. En una sus obras, Freud (1920) señala taxativamente
que el psicoanálisis reconoce que la dinámica de los procesos
psíquicos están regidos por el principio del placer, a lo cual añade lo siguiente:
"Esto equivale a decir que, en la consideración de los procesos
psíquicos que estudiamos introducimos el punto de vista económico".
Sin embargo, éste no es el caso que nos ocupa en el desarrollo que
hacemos aquí y, consecuentemente, dejaremos su ampliación para ser tratada
en la consulta de otras obras específicas de Freud (1900, 1920, 1930) al
respecto y de sus continuadores, entre quienes destacamos –en Argentina–
a E. Carpintero (1999) por su trabajo con las pulsiones, especialmente con
la de muerte, que se asocia con lo que estamos desarrollando.
En tercer lugar, es necesario resaltar que la Psicología Económica es
una disciplina que se ocupa de estudiar los fenómenos económicos en sus
aspectos subjetivos –lo que no significa que ignore los objetivos– es decir,
cómo se viven y se sienten las necesidades y la influencia de los valores
sobre la satisfacción de las mismas. Por ejemplo, la descompensación que
sienten aquellos que estando imbuidos por un sentido ético de solidaridad
para con los otros, ven que ellos pueden consumir los bienes que no están
disponibles para todos, que son la mayoría de los que constituyen su entorno
y, en consecuencia, lo viven como un privilegio injusto que no les permite
disfrutar plenamente los beneficios que se poseen. Debe añadirse que
éstos últimos –pese a sus posesiones materiales– tampoco tienen esperanza
alguna en el porvenir. Asimismo también es objeto de estudio el confort
que por un lado disfrutan algunos pocos y, por el otro lado, el malestar por
la desocupación que viven los trabajadores que han perdido su condición de
tales.
Otro fenómeno de interés es el del consumo –ya sea conspicuo o no
(Veblen, 1899)– y sobre el que, frente a la opinión generalizada, hay que
partir de la premisa de que no se trata solamente de un proceso de satisfacción
de necesidades primarias. También es objeto de atención la asunción
de riesgos, que ya fue estudiado por J. M. Keynes (1936) desde una lectura
económica y financiera y que, en el caso económico, puede ser previsto en
lo que se conoce como los mercados a término.En éstos el riesgo no es
evitado de manera absoluta sino que es asumido en partes iguales por el
comprador y el vendedor, salvo que uno de ellos esté en conocimiento de
alguna maniobra especulativa que lo beneficie y que, en consecuencia, por
la ley de equilibrios de suma–cero, perjudicará a la otra parte, etc.
El tema de los riesgos es a mi juicio sumamente interesante para los estudios
psicológicos y psicosociales; la cantidad de variables que intervienen
en ellos hace poco menos que imposible que quien asuma uno o varios
riesgos pueda tener la capacidad de previsión de todas las variables intervinientes
y, lo que es peor, en el mundo de la economía contemporánea los
mismos no están necesariamente asociados en función de la capacidad del
actor social, sino que lo trascienden en infinidad de relaciones causales
políticas, sociales y económicas que escapan a su alcance de previsibilidad.
Esto ocurre por la propia dinámica cambiante y constantemente innovadora
de una época en que el tiempo parece haber tomado la velocidad de un
acelerador de partículas, en el cual las mismas adquieren una velocidad
semejante a la de la luz. En el decir de Bleichmar (1997) "... en los últimos
años se produjo una mutación cuya aceleración precipitó a una generación
entera al desconcierto. A partir de ello, todo lo pensado entró en crisis, fue
sometido a caución y quedó librado a una recomposición futura". Ese fue
el "riesgo de pensar", pero volveremos sobre el tema de los riesgos al hacer
referencia específica al "riesgo país", que suele adquirir características de
síndrome psicológico –tanto individual como colectivo– cuando su evaluación
está en alza y sufre oscilaciones importantes en pocos minutos, aunque
siempre lo haga en dirección hacia un crecimiento que nos perjudica en la
escena internacional.
Para tales quehaceres mencionados en el párrafo precedente al anterior,
la Psicología Económica utiliza de manera simultánea, o alternada, metodologías
correspondientes a la psicología y a la economía, pudiendo llegar a
desarrollar síntesis superadoras de ambas con la puesta en marcha de novedosas
técnicas de investigación –en general, éstas son empíricas más que
experimentales, por el alto costo financiero que las mismas representan,
salvo que se realicen en laboratorio con simuladores, con todos los equívocos
que estos traen aparejados al no representar fielmente –como en los
experimentos de laboratorio en que se pueden aislar las variables intervinientes–
la realidad socioeconómica de campo que pretenden reproducir y
que está saturada de muchas variables incontrolables. Por esto, las investigaciones
de psicología económica como las de economía siempre parten de
un supuesto que se considera constante y también de originales concepciones
teóricas.
En este punto no se puede dejar de tener presente una vieja ley de la
dialéctica, aplicada y adaptada a nuestro objeto particular de estudio: las
formas
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