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QUIEN ES MI PROJIMO?


Enviado por   •  10 de Junio de 2013  •  Prácticas o problemas  •  2.382 Palabras (10 Páginas)  •  255 Visitas

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¿QUIEN ES MI PROJIMO?

Lucas 10:29 al 37 (lectura ante la congregación)

EL PROJIMO: CLAVE DE LA VIDA ETERNA

Así podríamos llamar este pasaje tan conocido por todos nosotros como el buen samaritano. Nuestra idea no es dar una lección moral barata, sino de reactualizar un tema tan importante, puesto que esta en juego la vida eterna, por ello consideramos que este asunto amerita verdaderamente que se le dedique tiempo y reflexión.

Mas que responder a la pregunta formulada, y entrar en el juego del maestro de la ley, lejos de querer eludir una ocasión tan importante para clarificar las cosas, Jesús prefiere llevarlo a un terreno neutro, y pone en escena personajes cuyo comportamiento y reacciones podrían desencadenar en sus interlocutores la chispa capaz de llevarlos a ver claramente y encontrar un sentido a su pregunta. Como buen pedagogo, Jesús no quiere aportar una respuesta ya hecha, quiere llevar a su interlocutor a encontrar el mismo la respuesta a su propia pregunta. El escenario es muy sencillo.

Hay una persona herida en alguna parte, un hombre privado de sus bienes, de sus capacidades físicas, y casi de su vida. Casualmente por ese camino pasan tres personas. Los dos primeros, tienen la reacción de evitar la responsabilidad de brindar la ayuda. Rechazan acercarse y guardan una distancia prudente. (La miseria de los otros a veces atemoriza).

Por otro lado, ¿no decimos a veces que hombre prevenido vale por dos? No somos nunca lo suficientemente prudentes y además, es tan desagradable sentirse obligado a hacer algo que no queremos, dar de lo nuestro cuando no tenemos ganas, desprendernos de cosas personales… y además, están los inconvenientes que el otro podría acarrearnos en esta situación. Y sin tener tiempo de comprender lo que nos sucede nos encontraríamos de golpe como responsables de un extraño.

En una situación similar a veces diríamos “que macana, ¿por que tuvo que estar allí? ¿por que no se le ocurrió esperar que yo pase o de esconderse y no mostrar que necesitaba ayuda?”. Pero así sucede con la miseria. Esta allí, no se puede esconder, es claramente visible.

Si nos molesta tanto, es que la miseria no es normal. Tampoco es el plan de Dios que compartamos la miseria. Pero si la miseria no es normal, nuestra reacción de huir de ella, nuestra molestia y nuestro deseo espontáneo de querer taparnos la cara, o de dar vuelta la cabeza y los pies para no ver, es también anormal. Podemos dar todas las justificaciones, todas las excusas que nuestra mente encuentre, y no serán menos ciertas que el hecho de que hemos fallado a nuestro deber de hombres y mujeres, hombres y mujeres de Dios creados a su imagen y semejanza.

Nos complacemos a menudo en escondernos detrás de nuestro status social, detrás de nuestros valores, pero el hombre es ante todo, no el defensor de nobles valores sociales o religiosos, sino el portador del proyecto de Dios, que es revelar a Dios como un Dios de amor, de paz, y de alegría. Así, queriendo apurarse en pasar por el costado de la miseria de un individuo, las dos primeras personas de nuestra historia pasaron por alto la oportunidad de revelar a Dios.

Pero el samaritano, aparece como alguien que no rechaza el contacto. Naturalmente es atraído por lo que ve. No se cuestiona nada. No busca saber si es mujer u hombre, si es joven o viejo, no mira tampoco alrededor de el para entender lo que sucedió, si tiene objetos que permiten identificar al herido. Nada… lo que esta delante de el no es un herido… no es un cadáver, no es tampoco una fuente de problemas… es un hombre, igual que el, un hombre que necesita una mano en serio. Es todo.

Las grandes personalidades de este mundo, los hacedores de la ley y defensores de esas mismas leyes, son también los que las infringen mas abiertamente, mas cínicamente, y mas impunemente en muchas partes del mundo. Y tampoco se hacen muchas preguntas, porque las preguntas pueden a veces ser un freno a toda forma de acción valida según sus criterios. Para ellos, el prójimo seria más bien “quien es el próximo”. Aquí todo es valido. El comportamiento del sacerdote y del levita se puede comparar a ellos, en el intento de elegir entre lo malo y lo peor… Pero al menos se han cuestionado, por lo menos han dudado, por lo menos tienen todavía conciencia de los valores. Pero en realidad elegir entre lo malo y lo peor no es de lo más feliz.

Dejando de lado el conflicto que opone al judío con los samaritanos, conflicto que no interesa ni a Jesús ni a nosotros, lo que caracteriza al samaritano es su espontaneidad y su confianza. Los ladrones podrían estar merodeando en los alrededores listos para intervenir y atacarlo también a el. La atracción de la ganancia fácil podría tenerlos a la sombra, frotándose las manos y diciendo: ¿“quien es el próximo?” (prójimo).

Finalmente en nuestro escenario, la victima de la agresión no es interesante en si misma, sino como reveladora de los sentimientos profundos que nos animan como seres humanos. Jesús no puso en escena este relato de esta agresión para suscitar nuestra piedad. En todo caso, casi se podría decir que lo que hicieron los unos y los otros, o lo que no hicieron, no es importante; lo que es importante es su reacción, su manera de tomar posición frente al problema. Es cierto que la reacción de evitar la situación nunca traerá un acercamiento, y que la simpatía, en el sentido de tomar parte del sufrimiento de los otros, traerá naturalmente un acercamiento, un encuentro.

El problema de saber lo que hay que hacer, o la contribución que uno puede aportar estará determinada por este encuentro.

El primer mensaje que se desprende de este escenario podría ser: encuéntrense ustedes primero y después se vera lo que hay que hacer; o bien rechacen todo contacto y se vera lo que hay que hacer.

¿Quién es mi prójimo?

En cierto modo la pregunta que hace el maestro de la ley es ambigua. Puede querer decir, como, a titulo de que, el maestro de la ley podría decidir quien puede ser o no puede ser mi prójimo, o puede querer decir que deja que Jesús resuelva el problema y no hacerse responsable de el. En resumen, cada uno decide lo que hace o deja que le incumba a Jesús.

¿Es la situación económica, el grado de pobreza, la educación, el status social, la repercusión en los medios, lo que me puede llevar a actuar? ¿O simplemente la situación que tengo enfrente, la persona más accesible a mi vista?

Si

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