RASGOS DE UNA EDUCACIÓN PARA LA DEMOCRACIA
Martiross26 de Enero de 2013
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RASGOS DE UNA EDUCACION PARA LA DEMOCRACIA
Durante mucho tiempo la educación de los ciudadanos la hemos entendido, como un proceso de capacitación para que el alumno conociera sus derechos, sus obligaciones, el funcionamiento de su país y de las instituciones democráticas, así como el vehículo para la afirmación de la identidad nacional, el desarrollo de sentimientos patrios y el respeto al Estado de Derecho.
Esta concepción clásica, al agruparse en una asignatura orientada generalmente hacia la esfera cognoscitiva, asumió un carácter fundamentalmente informativo y teórico, con una tendencia a desligarse de la práctica; destacó el culto a los héroes y los símbolos patrios y en general no estimuló la participación política o el desarrollo de habilidades para la organización y la intervención en asuntos de interés común pues se abordó como una recapitulación de leyes y procedimientos sin referente real, desde una vista no reflexiva, neutral, formalista, abstracta y legalista. Un civismo orientado de esta manera “no fomenta el pensamiento crítico, no promueve los valores básicos de la democracia, no explica el cambio social, tampoco el conflicto ni ofrece instrucción al alumno para enfrentarlo; subraya los éxitos y disimula los fracasos”
Este aspecto tradicional se ha ido abandonando paulatinamente por una que incorpora la vida cotidiana como fuente de conocimientos y de situaciones que le den sentido a las leyes, valores y procedimientos, además, que se asocie a la resolución de los problemas de la vida en la búsqueda de una convivencia más cualificada. Esta nueva perspectiva demanda mucho más que la acumulación de información pues en ella está implícita la intención de producir cambios en los modos de ser, de de estar e interactuar los demás. Por ello el trabajo educativo lejos de terminar en el trabajo de una asignatura, atraviesa todo el currículum e involucra a todos los actores educativos. De ahí la necesidad de empezar por establecer los fines, los contenidos, currículo, sujeto, los métodos y ambientes de aprendizaje congruentes con este nuevo enfoque de la educación ciudadana para después diseñar algunas líneas acerca sus implicaciones al interior del vínculo pedagógico.
A) LOS FINES
Hoy el propósito de la educación ciudadana no puede reducirse a la transmisión conocimientos y a la configuración de una cierta identidad nacional, pues enfrentamos el desafío de construir ciudadanos activos, responsables, capaces de defender sus derechos y de involucrarse en el mejoramiento del bienestar común. Este movimiento de una perspectiva a otra ha sido producto de la emergencia de nuevos sujetos sociales que se produjeron al calor de los movimientos de defensa de los derechos civiles y políticos que se desplegaron en gran parte del mundo occidental desde finales de los 60 provocando, no pocas veces, respuestas represivas por parte de gobiernos dictatoriales. Para formar mujeres y hombres solidarios, críticos y responsables que aseguren la participación activa de los ciudadanos en una sociedad democrática, hace falta una educación que permita liberarse de las jerarquías tradicionales y de los valores antiguos que las legitiman, tanto en relación con la representación, como con la obediencia”
La nueva configuración de la sociedad, más crítica, más participativa, más organizada, más fracturada y reconocedora de las diversidades, exige un desvío en los fines, ya que no basta con promover el conocimiento de la ley y el desarrollo de la Identidad Nacional, sino que implica una educación que construya nuevas igualdades y contribuya a reconstruir la trama de relaciones sociales, mediante la reconquista de la confianza en el otro y la revaloración de la solidaridad.
Los efectos de los procesos globalizadores en la vida cotidiana; los violentos acontecimientos mundiales y nacionales de las últimas décadas; el deterioro ambiental; el empobrecimiento salvaje de una parte de la humanidad como producto de los modelos económicos poco efectivos; el reconocimiento de la diversidad étnica y cultural con el consiguiente impacto en la idea de Estado-Nación, han obligado a repensar las formas tradicionales de la educación ciudadana. Estos y otros imperativos de la realidad socio cultural y política nos obligan a superar la concepción del civismo como “forma sin contenido, como rito sin implicación, como formalismo”
De ahí que en esta nueva concepción se incluyan nuevos aspectos como la educación para la paz, para el medio ambiente, la educación en derechos humanos y para la democracia, así como la perspectiva de género o la multiculturalidad.
Todo ello demanda el uso de una perspectiva pedagógica interdisciplinaria, pertinente, para la acción, para la resolución de conflictos, una pedagogía de la pregunta, del cuerpo, de la responsabilidad, de la integración; una pedagogía que transite de una preocupación más personal-subjetiva a una más objetiva, centrada en la humanidad
La educación ciudadana apunta hacia un proceso educativo centrado en la persona como ser moral, donde la meta sea el desarrollo de la conciencia autónoma y el ejercicio responsable de las libertades en una comunidad educativa justa, donde todos y cada uno de los sujetos sean tomados en cuenta, respetados, escuchados y valorados como seres pensantes. En suma, los fines de la educación ciudadana pueden resumirse en la pretensión de formar personas:
• Con un sólido desarrollo moral, saludables y bien ajustadas a su medio;
• Con capacidad de pensamiento crítico;
• Capaces de participar en la democratización de los espacios públicos y privados;
• Sensibles ante los sucesos actuales, que se interesen de manera empática por los problemas de todos y desarrollen valores y prácticas solidarias;
• Capaces de construir con otros un orden social que mejore las formas de relación, de funcionamiento social y contribuya a lograr una vida digna para todos;
• Capaces de usar el conocimiento para la participación, la toma de postura, el diálogo o el ejercicio de la función pública;
• Respetuosas de las diversidades y defensoras de la equidad de género, la multiculturalidad y todas las formas de pluralismo;
• Capaces de mejorar las instituciones y procedimientos democráticos así como de resolver los conflictos de manera no violenta;
• Con un alto sentido de justicia y legalidad, que conozcan la ley y ejerzan sus derechos y deberes fundamentales de las personas y
• Con una visión global y conscientes de las responsabilidades de la humanidad.
En su conjunto estos fines apuntan hacia un proceso educativo centrado en la persona como ser moral, donde la meta sea el desarrollo de la conciencia autónoma y el ejercicio responsable de las libertades. Estos fines se expresan naturalmente en contenidos y en enfoques educativos.
B) LOS CONTENIDOS
Esta nueva forma de entender la educación de la ciudadanía se propone brindar al estudiante las herramientas para ejercer sus derechos, para participar en los asuntos de interés común, para fortalecer su desarrollo moral y para asumir de manera responsable su papel en la construcción de su sociedad. Por ello se sustenta en tres componentes o tipos de contenidos: el saber de la democracia, el saber hacer y el ser y convivir.
El primer componente se refiere a la dimensión conceptual de la educación para la democracia e incluye la información y nociones vinculadas con la democracia, la historia, principios y contenidos de la Constitución en tanto constituyen el sustento formal del Estado de Derecho y de la democracia como sistema de gobierno. También se incluye el conocimiento y comprensión de la estructura de nuestra forma de gobierno (separación de poderes, federalismo, sistema de partidos, representatividad, proceso legislativo...) así como la valoración de la democracia como un sistema preferible a otros. Si bien este tipo de conocimiento es significativo y relevante para la educación del ciudadano, pierde toda su capacidad formativa si no se crean las condiciones para articularla tanto con los saberes previos del alumnado como con sus contextos y prácticas reales de convivencia. De ahí la necesidad de incorporar, de manera integrada, el siguiente componente: El desarrollo de habilidades y capacidades. Este saber hacer alude a la dimensión procedimental de una educación para la democracia que demanda del desarrollo de las habilidades sociales que propician la convivencia democrática así como aquellas necesarias para participar, tomar decisiones, negociar y resolver conflictos de manera no violenta.
Entre estas habilidades se destacan aquellas que contribuyen a fortalecer la capacidad de convivir en grupo de manera armónica, respetuosa, crítica y responsable como la empatía, la solidaridad, el compromiso con los demás, la formación de fuertes lazos de amistad y de compañerismo.
Están también aquellas que fortalecen la identidad del estudiante como miembro de diversos grupos y como ciudadano de un país mediante su participación en procesos electorales y de consulta democrática. Pero, ni la información, ni el desarrollo de habilidades sociales son suficientes para educar al ciudadano de hoy si éste carece de una disposición favorable hacia las formas de vida democráticas. De ahí la necesidad de integrar a los contenidos una dimensión valoral y actitudinal que refiere al ser y al convivir que exige un desarrollo de la moralidad que sea congruente con contextos democráticos, es decir, una moral cívica caracterizada por una forma particular de percibir y comprender la realidad social; por una disposición a la empatía, la autorregulación
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