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HACIA UNA EDUCACIÓN PARA LA DEMOCRACIA


Enviado por   •  23 de Abril de 2013  •  3.473 Palabras (14 Páginas)  •  410 Visitas

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HACIA UNA EDUCACIÓN PARA LA DEMOCRACIA

Tras analizar brevemente la Educación como el proceso Enseñanza-Aprendizaje generacional, a través de las diversas modalidades manifestadas a través de la historia, tratamos de ver cómo influyó en la construcción de las características de personalidad de los sujetos sociales y cómo debería ser si pretendemos que aporte a la construcción de una real democracia participativa

Un análisis de los procesos de enseñanza-aprendizaje y construcción del conocimiento, como aporte a elaborar una Educación para la Democracia

Es mi intención aportar para el debate algunos elementos de mi experiencia y análisis personal-profesional sobre el fundamental tema de la educación y los procesos que la componen.

Para ello, considero necesario en primer lugar, aclarar lo que se entiende por Educación ya que, de las diferentes visiones que de ella se den, surgirán consecuentemente los distintos conceptos sobre sus fines, métodos, el rol de sus componentes maestro-alumno y el aporte que puede brindar a la construcción de una verdadera Democracia.

Sobre la Educación como función social, entiendo que se trata del proceso humano que reemplaza el mecánico, programado y rígido instinto animal, por la transmisión relativamente libre de las pautas de conducta, principios, valores, información y capacitación que a las generaciones adultas le resultaron útiles para su adaptación al medio, subsistencia y desarrollo, con el objeto de servirle para los mismos fines a las nuevas generaciones, aportando con ello a la preservación y mejoramiento de la especie.

Descripción que deja entrever el componente relacional funcional activo entre dos sujetos que interactúan: uno, el adulto, que trasmite las pautas adquiridas y desarrolladas en su vida; y el otro, el joven, que recibe y adquiere pautas que ayudan a su desarrollo a la vez que modelan y en parte condicionan su estructura personal-conductual.

Y para analizar su forma y contenido voy a partir del origen de la palabra educación: educar, proviene del latín e-ducere, que significa “conducir hacia a fuera”, es decir, hace referencia al proceso de permitir y posibilitar que las potencialidades interiores tengan expresión al exterior con el fin de que se desarrolle y defina la individualidad de cada sujeto. Por lo que, si el propósito es educar a una persona, se cumplirá solamente si se le dan las armas para que ella misma decida hacia dónde quiere ir. Así, educar es despertar al educando en dirección de su propia vida, de su propia libertad. Dar educación, es dar libertad y admitir por ello, que se la pueda usar en un sentido diferente de las preferencias del educador. Lo contrario no es educar sino “inducir”, palabra en la que el prefijo in indica que se “conduce hacia “adentro”, por lo que el discípulo, lejos de levantar vuelo hacia sus propios descubrimientos y su realización, se somete al autoritarismo del maestro, incorporando sin cuestionar lo que éste le enseña, para terminar siendo no lo que él quiere de sí sino lo que otro pretende que sea.

Encontrándonos así ante la relación dialéctica enseñanza-aprendizaje que será ejercida por cada sujeto según la concepción de la educación que tenga: ya sea en el sentido de “educar” o en el de “inducir”.

Así, de acuerdo a lo expresado se puede afirmar que, según se adhiera a una u otra de esas concepciones de la educación, se han dado dos posiciones claramente opuestas y definidas: una, que con variantes solo de forma se ha mantenido en su estructura similar hasta la actualidad, conocida como “tradicional”; y la otra, denominada “escuela nueva”, que intentó producir cambios radicales en ella pero que, al cuestionar con su práctica el orden social establecido, no logró nunca imponerse a pesar de estar sostenida por ilustres personalidades, entre otros Rousseau, Claparede, Dewey, Ferriere, Montessori, Neill, Bidet, Francois Doltó, Decroly, Pestalozzi, , etc. etc.

Respecto a la Enseñanza, se puede decir con Piaget que, “una concepción tradicional “que considera al niño un hombre en miniatura ya prefigurado y concibe el desarrollo individual en nada más que una actualización autónoma de facultades biológicas virtuales, no dará lugar a la experimentación y dirá que la educación se reduce a la simple instrucción intelectual, tratándose por tanto de alimentar unas facultades ya hechas y no de formarlas, por lo que bastará entonces con acumular conocimientos en la memoria”. Resultado que se comprobará posteriormente con un examen en el cual se expondrá o “repetirá lo aprendido.

Por el contrario, una concepción “nueva” de la educación, diferente a la anterior, considerará al niño-alumno un ser en construcción que solo irá desarrollando sus potencialidades en la medida que vaya experimentando su existencia con autonomía, durante la cual no solo actuará siguiendo reglas adquiridas en la interacción social sino nacidas de su propia actividad vital adaptativa.

Ocupémonos ahora del Aprendizaje (el aprendiz o alumno). La concepción llamada “tradicional”, al considerar al niño como un hombre ya prefigurado en miniatura, solo espera de él que tenga la fuerza interior suficiente para “alimentar” con información sus potencialidades. Para ello deberá aprender a contenerse, postergar sus intereses individuales y someterse al régimen del dictador de las diferentes materias a fin de prestar atención y memorizar los contenidos impuestos por los adultos, a pesar de que él sienta que no le interesan porque no le dan respuesta a los problemas que le plantea su vida presente y deba por tanto descartar su respuesta espontánea y adormecer su actividad creativa. El psicólogo y pedagogo Claparede lo expresa así en 1905: “Si se diferencian la estructura del pensamiento y su funcionamiento, puede decirse que la pedagogía tradicional atribuye al niño una estructura mental idéntica a la del adulto, pero un funcionamiento diferente: ve de buena gana al niño capacitado para captar todo lo que es lógicamente evidente para el adulto; pero al mismo tiempo lo considera como funcionalmente diferente, en el sentido de que mientras el adulto tiene necesidad de una razón, un móvil para obrar, el niño sería capaz de obrar sin motivo, de adquirir los conocimientos más dispares, de hacer cualquier trabajo, simplemente porque se le exige en la escuela, pero sin que esa tarea responda a ninguna necesidad propia de su vida de niño”.

Expresión de Claparede que, desde la visión “nueva” es aclarada y completada

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