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RECOPILACIÓN DE POESIAS

ceconsan9 de Junio de 2015

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A SOLAS (Ismael Enrique Arciniegas)

¿Quieres que hablemos?... Está bien... empieza:

Habla a mi corazón como otros días...

¡Pero no!... ¿qué dirías?

¿Qué podrías decir a mi tristeza?

No intentes disculparte... ¡todo es vano!

Ya murieron las rosas en el huerto;

el campo verde lo secó el verano,

y mi fe en ti, como mi amor, ha muerto.

Amor arrepentido,

ave que quieres regresar al nido

al través de la escarcha y las neblinas;

amor que vienes aterido y yerto,

¡donde fuiste feliz... ya todo ha muerto!

¡No vuelvas... Todo lo hallarás en ruinas!

¿A qué has venido? ¿Para qué volviste?

¿Qué buscas?... ¡Nadie habrá de responderte!

Está sola mi alma, y estoy triste,

inmensamente triste hasta la muerte.

Todas las ilusiones que te amaron,

las que quisieron compartir tu suerte,

mucho tiempo en la sombra te esperaron,

y se fueron... ¡cansadas de no verte!

Cuando por vez primera

en mi camino te encontré, reía

en los campos la alegre primavera...

toda esa luz, aromas y armonía.

Hoy... ¡todo cuán distinto! Paso a paso

y solo voy por la desierta vía.

—Nave sin rumbo entre revueltas olas—

pensando en las tristezas del ocaso,

y en las tristezas de las almas solas.

En torno la mirada no columbra

sino aspereza y páramos sombríos;

los nidos en la nieve están vacíos,

y la estrella que amamos ya no alumbra

el azul de tus sueños y los míos.

Partiste para ignota lontananza

cuando empezaba a descender la sombra.

...¿Recuerdas? Te imploraba mi esperanza,

¡pero ya mi esperanza no te nombra!

¡No ha de nombrarte!...¿para qué?... Vacía

está el ara, y la historia yace trunca.

¡Ya para que esperar que irradie el día!

¡Ya para que decirnos: Todavía!

Si una voz grita en nuestras almas: ¡Nunca!

Dices que eres la misma; que en tu pecho

la dulce llama de otros tiempos arde;

que el nido del amor no está desecho,

que para amarnos otra vez, no es tarde.

¡Te engañas!... ¡No lo creas!... Ya la duda

echó en mi corazón fuertes raíces.

Ya la fe de otros años no me escuda...

Quedó de sueños mi ilusión desnuda,

¡y no puedo creer lo que me dices!

¡No lo puedo creer!... Mi fe burlada,

mi fe en tu amor perdida,

es ansia de una nave destrozada,

¡ancla en el fondo de la mar caída!

Anhelos de un amor, castos risueños,

ya nunca volveréis... Se van... ¡Se esconden!

¿Los llamas?... ¡Es inútil!... No responden...

¡Ya los cubre el sudario de mis sueños!

Hace tiempo se fue la primavera...

¡Llegó el invierno, fúnebre y sombrío!

Ave fue nuestro amor, ave viajera,

¡y las aves se van cuando hace frío!

DELIRIUM TREMENS

Llegaron mis amigos de colegio

Y absortos vieron mi cadáver frío;

«¡Pobre!» exclamaron, y salieron todos...

Ninguno de ellos un adiós me dijo.

Todos me abandonaron. En silencio

Fui conducido al último recinto;

Ninguno dio un suspiro al que partía,

Ninguno al cementerio fue conmigo.

¡Cerró el sepulturero mi sepulcro...

Me quejé, tuve miedo y sentí frío,

Y gritar quise en mi cruel angustia,

Pero en los labios espiró mi grito!

El aire me faltaba, y luché en vano

Por destrozar mi féretro sombrío.

Y en tanto.., los gusanos devoraban,

Cual suntuoso festín, mis miembros rígidos.

¡Oh mi amor! dije al fin, ¿y me abandonas?

Pero al llegar su voz a mis oídos

Sentí latir el corazón de nuevo,

Y volví al triste mundo de los vivos.

Me alcé y abrí los ojos. ¡Cómo hervían

Las copas de licor sobre los libros!

El cuarto daba vueltas, y dichosos

Bebían y cantaban mis amigos.

EL ÚLTIMO CANTO

Al través de las brumas y la nieve,

En el rostro el dolor, la vista inquieta,

El pie cansado vacilante mueve...

Allá va, ¿no lo veis? ¡Pobre poeta!

Sobre el herido corazón coloca

La lira melodiosa, y macilento,

Sentado al pie de la desnuda roca,

Así prorrumpe en desmayado acento:

«Ved las hojas marchitas, ved el ave,

Envueltas van en raudo torbellino...

¿A dónde van? ¿A dónde voy? ¡Quién sabe!

¡Yo también soy como ellas peregrino!

»Huyendo voy del tráfago mundano

Con el rostro en las manos escondido.

Mudable y débil corazón humano,

¡Hasta dónde, hasta dónde has descendido!

»Ya a Dios los necios hombres escarnecen

Y alzan al dios del interés loores.

¡Sus almas sin amor ni fe parecen

Nidos sin aves, fuentes sin rumores!

»Jamás la ola aunque con furia luche

Conmoverá las rocas; ¡e imposible

Que el triste grito del alción se escuche

De la tormenta entre el fragor terrible!

»La Poesía morirá en la lucha,

El destino cruel sus horas cuenta;

¡Poetas! vuestros cantos nadie escucha,

¡Sois el alción de la social tormenta!

»Yo vi en mis sueños de poeta un día

De laurel en mi lira una corona;

Hoy triste siento que en la frente mía

Un gajo de ciprés se desmorona.

»Yo quise alzar el vuelo a las ignotas

Fuentes de eterna luz, ¡al infinito!

Y hoy en el mundo, con las alas rotas,

Cual ave sola en su prisión me agito.

»Como una clara estrella vi en mi anhelo

Sonreír en mi cielo la esperanza.

Hoy cubren negras sombras ese cielo,

¡Hoy la luz a mi alma ya no alcanza!

»Huyendo el mundo y su incesante ruido,

Vengo a esta soledad sombría y honda.

Ella por siempre mi último gemido,

¡Mi último canto y mi vergüenza esconda!

»Tu muerte ¡oh Poesía! el siglo canta,

Y del campo inmortal de las ideas

El himno del trabajo se levanta

Y dice al porvenir: ¡Bendito seas!

»¡La indiferencia con su ceño grave

Me relega al silencio y al olvido!

Pobre y triste poeta ¡Soy un ave

Que al fin se muere sin hallar un nido!»

Dijo, y rompió la lira melodiosa

Do entonaba sus cantos y querellas...

Y al cielo levantó la faz llorosa,

¡Y en el cielo brotaban las estrellas!

REÍR LLORANDO

Viendo a Garrick -actor de la Inglaterra-

el pueblo al aplaudirlo le decía:

“Eres el más gracioso de la tierra,

y más feliz…” y el cómico reía.

Víctimas del spleen, los altos lores

en sus noches más negras y pesadas,

iban a ver al rey de los actores,

y cambiaban su spleen en carcajadas.

Una vez, ante un médico famoso,

llegóse un hombre de mirar sombrío:

sufro -le dijo-, un mal tan espantoso

como esta palidez del rostro mío.

Nada me causa encanto ni atractivo;

no me importan mi nombre ni mi suerte;

en un eterno spleen muriendo vivo,

y es mi única pasión la de la muerte.

-Viajad y os distraeréis. -¡Tanto he viajado!

-Las lecturas buscad. -¡Tanto he leído!

-Que os ame una mujer. -¡Si soy amado!

-Un título adquirid. -¡Noble he nacido!

-¿Pobre seréis quizá? -Tengo riquezas.

-¿De lisonjas gustáis? -¡Tantas escucho!

-¿Qué tenéis de familia? -Mis tristezas.

-¿Vais a los cementerios? -Mucho… mucho.

-De vuestra vida actual ¿tenéis testigos?

-Sí, mas no dejo que me impongan yugos:

yo les llamo a los muertos mis amigos;

y les llamo a los vivos, mis verdugos.

Me deja -agrega el médico- perplejo

vuestro mal, y no debe acobardaros;

tomad hoy por receta este consejo

“Sólo viendo a Garrick podréis curaros”.

-¿A Garrik? -Sí, a Garrick… La más remisa

y austera sociedad le busca ansiosa;

todo aquel que lo ve muere de risa;

¡Tiene una gracia artística asombrosa!

-¿Y a mí me hará reír? -¡Ah! sí, os lo juro;

Él sí; nada más él; más… ¿qué os inquieta?

-Así -dijo el enfermo-, no me curo:

¡Yo soy Garrick!… Cambiadme la receta.

¡Cuántos hay que, cansados de la vida,

enfermos de pesar, muertos de tedio,

hacen reír como el actor suicida,

sin encontrar para su mal remedio!

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!

¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,

porque en los seres que el dolor devora

el alma llora cuando el rostro ríe!

Si se muere la fe, si huye la calma,

si sólo abrojos nuestra planta pisa,

lanza a la faz la tempestad del alma

...

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