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Poesía Griega


Enviado por   •  25 de Octubre de 2012  •  1.141 Palabras (5 Páginas)  •  395 Visitas

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I 
La luna luminosa 
huyó con las Pleyadas; 
la noche silenciosa 
ya llega a la mitad; la hora pasó, y en vela 
sola en mi lecho, en tanto 
suelto la rienda al llanto 
sin esperar piedad.

II 
Amor, que el pecho mío 
continamente agita, 
es dulce y es impío, 
y es más que una avecita 
volátil y ligero. 
¡Ay! de su dardo fiero, 
¿quién consiguió victoria? 
Renueva, amada mía, 
renueva la memoria 
de cuando Atis ardía, 
tu dulce amor odiaba 
y a Andr6meda estimaba.

III 
Desciende, Venus bella, 
y en las doradas copas 
con el suave néctar, 
mezcla purpúreas rosas, 
y a mis dulces amigos 
que tu deidad adoran, 
con divinal bebida 
inspira y alboroza.

IV 
Será tal vez hallada 
simplecilla labriega, 
si dulce amor hirióla 
con su dorada flecha, 
Amor el rapazuelo 
de Venus Citerea, 
que con su blanda mano 
doma las bravas fieras. 
Y la joven hermosa 
nacida en la floresta, 
siendo de amor tocada, 
ya suaviza y templa, 
las rústicas costumbres, 
la esquivez de la selva, 
plegando sus vestidos 
con gracia y gentileza.

V 
De los verdes manzanos 
en las frondosas cimas, 
con estruendoso ruido 
las aguas se deslizan, 
las puras frescas aguas 
que el peñasco destila; 
el delicioso estruendo 
de las hojas movidas 
del apacible viento 
süave sueño inspira, 
y con Venus hermosa 
soñaba que dormía; 
mas de las altas ramas, 
del viento sacudida, 
una roja manzana 
de mi sueño me priva.

VI 
Al Olimpo volara 
si alitas yo tuviera, 
cual cándida paloma, 
y a Pafia la risueña 
mis cuitas contara, 
mis amorosas quejas, 
y de allí a las alturas 
de los montes viniera, 
y enlazaran mis brazos 
la causa de mi pena: 
que el amor dulce amargo 
con fiera violencia 
mi corazón impele, 
le arrebata y le lleva, 
cual viento impetuoso 
arranca por las selvas 
en los excelsos montes 
a las encinas gruesas.

VII 
La graciosa doncella 
en apartada estanza 
pasa su edad florida 
de delicias privada; 
sus cuidadosos padres 
dicen: -Amor la espanta, 
allí vive contenta, 
que no quiere de Pafia 
las süaves caricias-; 
mas, ¡ay!, niña cuitada, 
que ya siente tu pecho 
las amorosas llamas, 
triste, cerrada y sola, 
niña y enamorada. 

VIII 
Morirás, bella joven; 
ni servirá ser bella, 
ni quedará memoria 
de ti sobre la tierra, 
porque las frescas rosas 
no has gozado de Pieria: 
y así desconocida 
irás a las cavernas 
del horroroso Dite, 
ni será quien te vea 
cuando en las vanas sombras 
des fugitivas vueltas.

IX 
Alzad, alzad la casa, 
artífices, que viene 
el esposo gallardo, 
que a Marte se parece: 
al menos muy más alto, 
muy más robusto y fuerte 
que los más esforzados 
que la ciudad contiene. 
Todos de una vez toman 
y de sus asas tienen 
la gran Carkesia copa, 
y libación ofrecen, 
felicidad, delicias, 
eternos, justos bienes, 
al esposo desean, 
y el dulce vino beben. 
De todas las doncellas, 
tu venturosa suerte 
la más linda te ha dado, 
ni hallarse otra tal puede: 
la dulce joven bella, 
por quien tú tantas veces 
tiernos suspiros dabas, 
hoy a tus brazos viene; 
no envidies a los dioses, 
si tu ventura entiendes.

X 
Amor bulle en mi pecho 
y sin cesar voltea 
mi corazón amante 
y acá y allá le lleva; 
mis miembros desenlaza 
su poderosa diestra, 
y en viéndome rendido 
ya me desprecia y vuela; 
tiene sus lindas alas 
cual ave, mas es fiera, 
y dulce y apacible, 
y de indomable fuerza. 
Atis, de tu abandono 
al crudo Amor te queja, 
que en los ojos me abrasa 
de Andrómeda la bella.

XI 
Esperio, luz hermosa 
de Venus la rosada, 
que los tiernos deseos 
y enamoradas ansias 
benigna satisfaces, 
tú conduces a casa 
el delicioso fruto 
que las almas encanta, 
el manchado rebaño 
de las ligeras Cabras, 
y con su dulce madre 
la niña que

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