Reminiscencias del conflicto: San Juan de Rio seco

Reminiscencias del conflicto: San Juan de Rio seco

A raíz del conflicto armado que se ha sufrido desde finales del siglo pasado, Colombia se ha enfrentado a una vulneración masiva de los derechos de sus ciudadanos y a una grave crisis humanitaria. La provincia del Magdalena centro en Cundinamarca, fue una de las más afectadas por este flagelo, entre los municipios que la conforman se encuentra San Juan de Rio seco un municipio de atractivos paisajes, de trabajadores, campesinos y pescadores, de café, ganadería y cultivo, de fiestas, cultura y de historias. San Juan de Rio seco a comienzos de la década de los 90 empezó a vivir en carne propia una nueva oleada de violencia que se prolongaría a mediados del año 2004. En el año 1987 se dio inicio a una serie de hechos en los cuales los frentes 22 y 42 del grupo subversivo de las FARC, asesinaron y desaparecieron ciudadanos, extorsionaron a finqueros y comerciantes generando un éxodo masivo de población, dando origen a una temporada de miedo, restricciones y de muerte, especialmente en el sector rural, en la que se veía afectada la voluntad del pueblo.

El terror se esparció hasta evadir cada rincón y espacios del municipio. Todos los sanjuaneros se vieron afectados por la intranquilidad, la violencia y la zozobra que existió en aquella época. Época en la que se destruyeron familias, que dejaron a madres y a padres sin sus hijos: “Yo vivía en la vereda La Cajita con mi familia, tenía a mi niño, a mi único hijo de 14 años, lo asesinaron delante mío…llegaron como si nada a la finca, nos intimidaron y fue en ese momento que el niño se paró y lo asesinaron”.  Los niños y jóvenes tuvieron que enfrentarse a una cruda realidad que amenazaba con reclutarlos, desplazarlos o hasta asesinarlos. Los padres llegaban al colegio municipal amenazados y con temor, retiraban a sus hijos, preferían llevárselos del pueblo antes de que ellos se vincularan a estos grupos armados.

Al tiempo que la guerrilla crecía, los grupos paramilitares empezaron hacer presencia en la región. “Había temor, no se sabía en quien confiar, en la población siempre habían informantes, hombres que siempre veíamos en moto, no sabíamos quienes eran, teníamos horarios para movilizarnos, lo llamábamos pico y plomo, pues podíamos salir hasta las 6 de la tarde, sabíamos que teníamos que levantarnos con cilindro bomba o al otro día con carro bomba”. Los sanjuaneros se debatían la vida detenidos en medio de las balas de estos dos grupos. Los campesinos siempre en medio del conflicto, eran obligados a servirles a estos grupos armados, les tocaba con sus carros transportarlos a ellos y a sus víveres, si no obedecían eran desaparecidos, amarrados y botados al rio, sin dejar rastro. Los grupos armados se acercaban a las familias donde pudieran encontrar tanto jóvenes, mujeres u hombres desde los 12 años, les ofrecían cantidad de prebendas para irse con ellos al monte; “mis hijos no saben pelear, no saben trillar monte, no saben disparar un arma, si es que necesitan gente, yo pongo el pecho por ellos, pero a mis hijos no se los lleven”.

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