Retos en las relaciones Universidad-Empresa-Estado​

Pareciera sencillo definir que la función de la Universidad es formar profesionales con las competencias necesarias para desempeñar una labor que agregue valor a las empresas. Sin embargo, es evidente que las universidades son también un elemento fundamental en la sostenibilidad de una economía que se basa en el conocimiento. Son los núcleos donde se educa a los ciudadanos de la sociedad del conocimiento y entonces se entrega el mismo para procurar el desarrollo económico, social, político y cultural.

No obstante lo anterior, hace no muchos años se consideraba que las universidades eran especies de torres de marfil, de donde brotaba la única fuente de conocimiento, desconociendo, hasta cierto punto, las realidades y necesidades de la sociedad, el Estado y las empresas. Sin embargo (y como lo advierte Edgar Morín) la universidad debe adaptarse a las necesidades sociales, pero también la sociedad debe adaptarse a la universidad. Esto indica que la función de la universidad debe ser pertinente en el entorno en el que esté involucrada y, en el caso de las facultades de administración, a las necesidades del sector productivo. De lo anterior se deduce que en la medida en que eso no se entienda así, se seguirán teniendo universidades enclaustradas en sí mismas y generadoras de poca utilidad a la sociedad.

Actualmente, estamos en un escenario en donde las universidades se relacionan con el entorno productivo porque procuran responder a ese sector, entonces es en donde debe intervenir y apoyar el Estado, generando políticas normativas que articulen de forma más estructurada los recursos que destina a la educación, logrando que esta alianza se torne realmente productiva. Hoy en día, las universidades deben ser más abiertas, dinámicas, actualizadas con los procesos evolutivos del entorno, evaluando las necesidades reales y logrando con estos cambios positivos, apertura al desarrollo. A estos procesos, no sólo deberían acogerse las instituciones educativas y el Estado, es importante que las empresas también estén abiertas al cambio, mirando a largo plazo para descubrir las necesidades de su talento humano a futuro, permitiendo que la relación entre “Universidad- Empresa- Estado” sea mucho más eficaz, visionaria y productiva.

Desde finales de la década de los ochenta la OCDE planteó lo que se conoce como la Nueva Gerencia Pública (NGP), como una forma de enfrentar la crisis de legitimidad en los gobiernos y en la administración pública caracterizada en aquel entonces por la crisis económica del momento, la insatisfacción ciudadana con sus gobiernos y una fuerte crisis fiscal. Eventualmente, los principios de la NGP llegaron a la educación superior y ha permeado desde entonces su administración, el diseño de objetivos, sus valores y las prácticas de las actividades académicas.

Esto ha conducido a una modificación de las relaciones entre el Estado y las universidades con la introducción de mecanismos de cuasi mercado, la implementación cada vez mayor de sistemas de evaluación y de monitoreo del desempeño, una creciente atención a la eficiencia, y el desarrollo de sistemas de auditoría. Como consecuencia de lo anterior, al menos para el entorno europeo, el financiamiento de la investigación está ligado al desarrollo y consolidación de redes de colaboración entre investigadores y a su vez, el sistema de financiación de la investigación aplicada exige demostrar su pertinencia.

Este modelo privilegia y premia los centros de investigación con una fuerte vinculación con la industria y con capacidad de conseguir financiación externa y busca emprendedores académicos

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