ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Suplicio


Enviado por   •  18 de Septiembre de 2014  •  Informes  •  1.745 Palabras (7 Páginas)  •  245 Visitas

Página 1 de 7

Foucault empieza el primer capítulo de su libro mostrando dos testimonios diferentes de momentos distintos de una misma historia, los cuales, comparados, servirán luego para comprender el devenir de una transición. Primer testimonio: la narración del sangriento proceso de castigo y pena de muerte de Robert François Damiens, realizado en público el 2 de marzo de 1757 ante la puerta principal de la Iglesia de París. El segundo: el reglamento de la Casa de jóvenes delincuentes de París, escrito en 1838, en donde se establece al detalle la jornada diaria de los presos, desde que amanece hasta que se van a dormir. Ambos documentos son muy disímiles, pero, ¿qué tienen en común?

Ambas historias son distintos momentos de un continuum. Las dos historias muestran distintas formas de castigar, modelos de castigo diferentes, distintas lógicas posibles del sistema penal. Tanto Damiens como también los jóvenes delincuentes son condenados: individuos encontrados culpables de un crimen y merecedores de un castigo. Lo que los diferencia, sin embargo, es la modalidad que adopta el acto punitivo y la lógica penal que en cada contexto lo envuelve. Foucault descubre que a pesar de que tan sólo poco más de tres cuartos de siglo los separa, ha acontecido en la modalidad del castigo una gran transformación. ¿En qué consiste?

Foucault identifica dos procesos paralelos. En primer lugar, un fenómeno cuantitativo: disminución de la crueldad, menos sufrimiento para el condenado, mayor benignidad por parte de las autoridades penales, más respeto por la “humanidad”. Junto a este proceso acontece un segundo cambio, éste más bien de carácter cualitativo: un cambio de objetivo. Hasta los últimos años de la época clásica (finales del s. XVIII), el objetivo de la pena fue permanentemente el cuerpo de los condenados. Si bien el suplicio también guardaba un aspecto moral, éste era principalmente corpóreo. Así también, podemos reconocer que durante el Medioevo los castigos eran mucho más carnales, dirigidos casi completamente hacia el cuerpo, y si bien se mantenía la intención de curar y salvar el alma, esto se había de lograr mediante la aplicación del suplicio al cuerpo. En el dolor del cuerpo se debía purgar la pena: el cuerpo era la cárcel del alma.

A lo largo de toda esta época, todo castigo guarda algo de suplicio. Por ello, en todo su primer capítulo Foucault se dedica a un análisis del suplicio y las diversas funciones que éste tenía para la sociedad. Nos detendremos aquí para comprender mejor este primer momento y luego contemplar con mayor claridad la transición.

“¿Qué es un suplicio?”, pregunta Foucault. En primer lugar, el suplicio es un tipo de técnica con dos características principales.

El suplicio es un “arte cuantitativo del sufrimiento”à Debe producir, según reglas escrupulosas, una cierta cantidad de sufrimiento que se puede apreciar, comparar y jerarquizar (que casi se puede medir, podríamos decir). Así, resulta explicable la existencia de tal amplia gama de suplicios, diversos en formas y grados de dolor.

El suplicio “forma parte de un ritual”, dice Foucault. ¿En qué consiste este ritual? Dicho ritual opera en dos campos distintos y tiene una doble cara: una jurídica, y otra política.

Empecemos con la primera. En lo relativo al Derecho y a la administración de justicia, en tanto acto judicial, se afirma oficialmente que el suplicio funciona de la siguiente manera.

- Contemplado en sí mismo, con el suplicio se revive ritualmente el crimen, esta vez, sin embargo, por manos de la justicia. à Se asegura que la ejecución asuma una forma tal que remita a la índole del crimen. En algunos casos se hace “una reproducción casi teatral del crimen en la ejecución del culpable: los mismos instrumentos, los mismos gestos.” Se hace mucho uso del simbolismo.

- Mediante esta reproducción, se busca que la verdad del delito se manifieste en el cuerpo del castigado. En cierto sentido, en el ritual se obliga a retornar al delincuente al momento y al lugar del crimen, para que, en esas mismas circunstancias, donde antes fue actor, entonces se halle reducido a paciente víctima. El delincuente condenado entonces sufre lo que antes cometió, y así purga su delito.

- El suplicio purga, pero no sana. El supliciado se ha vuelto infame ante la multitud, queda marcado por las cicatrices y el recuerdo de la exposición. El suplicio hace casi imposible la reconciliación del castigado con la sociedad. Para este sistema, digamos, los culpables valen nada y poco le importa readmitir a los sujetos para hacerlos readaptar.

- En el mejor de los casos, el suplicio además sirve para arrancar una confesión espontánea y pública al delincuente. Si durante el suplicio, cuando el condenado ya no tiene nada que perder, éste emite una confesión, entonces la historia construida previamente por los acusadores queda confirmada, el acto punitivo queda justificado y triunfa la justicia.

- Asimismo, se espera que tras el suplicio los seres queridos de las víctimas y la sociedad queden satisfechos y la justicia dañada sea restaurada.

- Finalmente, se establece públicamente una relación entre el crimen y el castigo. Ante el crimen, se buscaba poner un ejemplo, producir “un efecto de terror” en el pueblo. Que todo el pueblo sepa que cualquiera, a la menor infracción, corre el peligro de ser castigado por todo el peso brutal de la ley.

Oficialmente,

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (10.8 Kb)  
Leer 6 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com