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Enviado por   •  2 de Abril de 2013  •  9.969 Palabras (40 Páginas)  •  610 Visitas

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El Ensayo de buried child

Sobre Buried Child de Sam Shepard

Hugo Arrevillaga

Centro Universitario de Teatro, UNAM

Año: 2004, México, D.F.

A Antonio Castro

El hombre dentro de un sueño: convertida su carne en luz, en aire, en un grupo de partículas de polvo. Su imagen no es borrosa, es tan real como la imagen del mismo hombre tendido sobre su cama, cubierto por una sábana salobre que le abre los poros para que ellos sean los que griten. El hombre embestido por una pesadilla. No hay grito posible, la lengua también descansa sobre la almohada. El único sonido es el del sudor que escurre.

La realidad de un hombre dentro de un sueño radica en lo que en él suceda, la única irrealidad está en el tiempo. Éste ha sido anulado, no está detenido ni olvidado, mucho menos ignorado. Es innecesario, lo onírico no se basa en el tiempo para saberse en desarrollo. Lo onírico se expande, danza (como el polvo de la mañana) sobre el tiempo. Su momento es uno: apenas acontece algo dentro del sueño se olvida. Todo lo que permanezca en la memoria, al despertar, no sucedió, está ocurriendo.

Buried Child, obra en tres actos de Sam Shepard, danza sobre el espectador hasta apropiarse de algún terreno fértil sobre su cuerpo para sembrar algunas dudas. Más tarde, el público partirá, y en sus respectivos backyards cosechará algún cadáver a punto de ser olvidado de tanto recordarse.

Todos somos sembradores, todos conocemos la tierra húmeda que queda entre las manos después de cavarle una tumba a nuestros secretos. Y todos sabemos lo fértil que resulta la memoria cuando por sobre todas las cosas se intenta olvidar.

Hagamos tiempo y desarrollemos una teoría sobre la cual apoyar una lectura de esta obra.

Podemos pensar al hombre como arcaico o como moderno, de acuerdo a su relación con el tiempo y al concepto que tenga de historia.

El hombre moderno, según Mircea Eliade, es histórico, va creando su historia de acuerdo a la aparición de “novedades” en un transcurrir del tiempo. Este hombre registrará la historia cada vez que su memoria consiga hallar la irreversibilidad de los acontecimientos. El tiempo para él transcurre en una línea recta que al sufrir rupturas va haciendo historia. Su futuro aparece como consecuencia del pasado, como resultado de un cúmulo de acciones y acontecimientos identificables en el camino, que se irán ocultando a la distancia pero no desapareciendo.

El hombre moderno no puede escapar de este látigo que, constantemente, durante su vida le hará asumirse como un descendiente. El pasado golpeará su espalda para indicarle cuándo, cómo y hacia dónde avanzar. Él seguirá su camino, arrastrando su herramienta de flagelación.

El hombre arcaico vive en un tiempo circular que se renueva a cada vuelta. Repite sus acciones, repite paradigmas y arquetipos, no con el fin de recrearlos sino de cegar a los relojes. Estas repeticiones anulan el tiempo; tienen como finalidad generar un éxtasis, es decir, una salida. En este caso, del tiempo. Es la repetición que encontramos en los ritos cuyo objetivo es la regeneración.

El hombre arcaico tiene la libertad de anular su propia historia mediante la abolición periódica del tiempo y la regeneración colectiva. Al hombre arcaico la historia no le constituye la existencia humana.

Además, tomemos en cuenta lo siguiente, que está relacionado con la libertad del hombre moderno:

Según Genet la primera cárcel del hombre es su familia. Nace con la cara rayada y crece agarrado a los barrotes que su familia, amorosamente, le ha heredado.

Según Camus al hombre prisionero le bastaría un día de libertad para vivir el resto de sus días encerrado, “recordando”. Y no son los muros de la cárcel los que le encierran, es el tiempo, que ha sido confinado con él, encadenado a sus pies, el que le llama preso.

Entonces, el hombre moderno, preso desde su nacimiento, enclaustrado en su semilla, sólo puede ser libre a través del sueño, donde nunca ha nacido ni ha muerto. Pensemos en su único día de libertad como el momento en que fue o es materia de sueños. Antes de ser, habitando espacios míticos.

Y sus recuerdos de esto, que no son recuerdos sino acontecimientos atemporales, lo habitan y él les habita, durante el sueño. Si este hombre prisionero cierra los ojos y sueña (que no es recordar), escapa del tiempo y danza en su cárcel: se libera.

Shepard se sabe preso en el tiempo, enjaulado no sólo por una familia nuclear sino por una cadena de antecesores. Se observa en el espejo y distingue su prisión-rostro que no lo dejará jamás mientras esté vivo. Su herencia no lo deja ser uno, distinto a cualquiera, sino un cúmulo de otros. Entonces recurre al único lugar sin muros: el sueño mítico.

Ése es su regreso a la semilla, es lo único que pudo existir antes de nacer (o aun después de morir). Ése es el día de libertad que le bastará al eterno prisionero. Antes que él sólo los dioses.

El mito es, entonces, el material de sus sueños teatrales, y será también el espacio por donde los personajes irán transportando su sangre.

En Buried Child, Shepard retoma algunos mitos de la tragedia griega como el regreso a casa en la Orestíada, el incesto de Edipo, las batallas entre padres e hijos, parricidio e infanticidio.2 Sus personajes podrían ser divididos de acuerdo a la idea de hombres arcaicos o míticos: Dodge, el patriarca de setenta años; Halie, su esposa de sesenta y cinco; Tilden, el hijo mayor de cuarenta y ocho; Bradley, el segundo hijo, sin una pierna. Hombres arcaicos. Todos ellos habitando una casa en Illinois, en el campo. Perdidos en la luz de un sueño, que de tanto dormirlo se ha convertido en su realidad. No hay razón alguna para pensar que lo que ahí sucede no es real, ni tampoco irreal. Encerrados en círculos que buscan excavar o desenterrar lo que apenas un segundo atrás haya sucedido.

Vincent, el heredero de veintidós años, hijo de Tilden, y su novia Shelly, de diecinueve, son la representación del hombre moderno, con una visión lineal que los hace estar sujetos a todo lo que les haya sucedido, buscando un punto en el horizonte hacia dónde caminar, asidos de una cuerda anclada

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